Capítulo 4.

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(P.O.V) Erin.

¿Cómo te sentirías sabiendo que eres capaz de arruinar la vida de los que te rodean por el simple hecho de existir?

Corría sin dirección, solo dejaba que mis lágrimas brotaran mientras mi cuerpo se movía solo, salí del hospital sin dirección, salí corriendo sin importarme nada ni nadie. Mi hermano me había traído, pero ni siquiera su presencia me detuvo. Mientras corría mis recuerdos regresaban como aguijones atravesando mi corazón. Una vida entera con él, todas las veces que sonreía tan solo por saber que estaría para mí; nunca importaba el problema, solo importaba él.

Olvidar, eso quería. ¿Por qué él si podía olvidarme?, ¿Por qué yo no podía ser la que olvidara?

Era todo tan injusto, yo tenía que recordar el día en que se acercó por primera vez, nuestro primer día de clases en el mismo salón. Teníamos 7 años y acababa de perder a mis padres, él me defendió de los que me trataban como un fenómeno por ser diferente a mi hermano. Tuve que aceptar las miradas y los comentarios malhablados de los adultos, siempre él estuvo para darles cara y enfrentarlos. También se llevó todos los golpes, recibió todo sin quejarse y siempre escondió su dolor con una sonrisa para que dejara de llorar.

Era tan tonto y presumido, me protegía y me enseñaba que la vida era más que solo unos golpes y murmullos malintencionados. Me mostró que una persona podía amar tanto que el dolor era capaz de desaparecer, tan solo con que él estuviera a mi lado y me sostuviera la mano yo podía seguir.

Él se llevó la mejor parte al final, olvido su carga. Me olvidó y se libró de estar con alguien que ni siquiera era capaz de enfrentar un problema sola.

Yo siempre me sentí tan inútil y afortunada. Solo quería que su sonrisa, sus caricias, sus palabras, los susurros, aquel beso... Todo, todo de él desapareciera.

Cuando ya no pude seguir me detuve en un parque cercano, cerré fuerte los ojos e intenté calmarme. Lo que había dicho era horrible, pero él no entendía nada. Yo no debía haber salido ilesa, debía estar muerta y bajo tierra.

Me abroché la chaqueta y me senté bajo un árbol, quería que esto terminara. Sollocé y dejé que todo el dolor se escurriera entre mis lágrimas, mi celular comenzó a sonar; aunque no quería responder tuve que hacerlo, mi hermano me mataría si lo dejaba como la otra vez, estuvo preocupado y buscándome por todas partes.

— ¿Aló?

— ¡Erin!, ¿se puede saber dónde estás?

— En el parque a cinco calles. — respondí sin ánimos de recibir regaños.

— Voy para allá. — dijo tranquilo, para mi sorpresa.

— Está bien.

Colgué y sequé mis lágrimas, sacudí el jean y me revolví nerviosa, estaba temblando por el frío que hacía y yo solo había traído una chaqueta delgada.

Nunca me olvides ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora