Capítulo 8.

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(P.O.V) Jaxon

— ¡Te dije que no, demonios! — grité en un susurro intentando detenerla, era una locura que ella quisiera trepar.

— ¡Shhhh!, si tú puedes trepar ¿Cuál es la diferencia que lo haga yo? —preguntó poniéndome de los nervios.

— Porque soy yo, tú eres torpe. Si das un mal paso terminaras con algo roto— respondí con amargura al ver lo irónico que sonaba viniendo de mí.

Ignorando mis palabras comenzó a trepar por el árbol utilizando las ramas más cercanas a mi ventana, ¿desde cuándo hay un árbol tan cerca?, me pregunto por qué nunca note lo fácil que era acercarme a ella. ¿Dónde estuvieron mis ojos todos estos años?

Esto era realmente estúpido, el que debería estar trepando a su ventana soy yo. Su hermano no se había despegado de ella en toda la semana y me estaba comenzando a desesperar, normalmente nunca estaba; podía ir a su casa a la hora que fuera y ella siempre me recibía sin objeción, las cosas estaban cambiando demasiado rápido y comenzaba a asustarme aquella distancia que iba creciendo silenciosamente.

Me moví a un lado para no estorbarle y que pudiera entrar a mi habitación. Sabía que mi padre no quería que trajera chicas a la casa cuando él estuviera, pero Erin no es cualquier chica.

— ¿Por qué de repente tú... — unos brazos me atrajeron a su pecho sin darme tiempo a comprender que era lo que estaba pasando, acunó mi rostro en su clavícula logrando así que mi cuerpo reaccionara bruscamente a su contacto. Mi corazón amenazó con salirse de mi pecho.

La dificultad para respirar me invadió y el calor que emanaba, junto a su dulce fragancia de vainilla, me llenó de sensaciones escurridizas, no tenía manera de analizar cada cosa que sentía; tragué fuerte y cerré mis ojos correspondiendo el abrazo con la mano libre de yeso.

— Lo siento... — respondió — yo realmente lo siento, no quería decir todo eso, me dejé llevar y dije cosas horribles.

Al oír esas palabras recordé que estaba en sus brazos, abrí los ojos al instante y me separé como auto reflejo. Mi mente estaba intentando recobrar el sentido y captar el tema de conversación, parpadeé varias veces con la mirada sobre sus ojos, algo raro estaba sucediendo conmigo. Sacudí la cabeza para despejar las nubes que se habían formado en mi subconsciente y busqué una respuesta coherente para darle.

— ¿Lo sientes...? — pregunté recomponiéndome — ¿Por qué lo sientes?

— ¿Estás bien? —Se acercó preocupada y colocó sus manos en mi rostro, con el semblante pálido; comenzó a medir mi temperatura corporal y seguido de eso tocó mi cuello asiéndome dar un respingón hacía atrás y caer de culo.

— ¡Joder! — exclamé al sentir el dolor. Por primera vez en mi vida sentí esos malditos nervios recorrer mi esófago, esos de los que tanto hablan las chicas. Cuando percibí su tacto, juro que algo estalló en mi piel. Estaba ¿avergonzado? ¿nervioso?

Nunca me olvides ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora