En la mañana de un viernes cualquiera, una ligera llovizna caía sobre la preparatoria Isshiki. La mayoría de los estudiantes llevaban paraguas para protegerse del clima, mientras que unos pocos llevaban impermeables de algunos colores, especialmente si llegaban en bicicletas. Sólo unos cuántos terminaron ligeramente empapados debido a su exceso de confianza.
Por fortuna, el caso de Alan era distinto. Su padre había tomado enserio las palabras del meteorológico la noche anterior y se ofreció a llevar a su hijo en coche hasta la puerta de la escuela. A pesar de la amabilidad de su padre, Alan tomó la precaución de guardar un paraguas retráctil en su maletín. Por muy buena idea que fuera viajar en coche, Alan salía más temprano de la escuela que su padre del trabajo.
Durante el trayecto, ninguno de los dos habló. Lo cierto es que no tenían nada importante de lo que pudieran hablar, aunque William tenía cara de querer preguntarle algo desde antes de salir de casa. Sin embargo, cuando su hijo descendió del vehículo, lo único que hizo fue desearle un buen día.
––Igualmente, papá ––respondió Alan, sacando el paraguas de su maletín. No obstante, su actitud era distante.
Cerró la portezuela del coche detrás de sí y abrió el paraguas. Se quedó de pie en la acera mientras observaba a su padre alejarse por la calle. En cuanto lo perdió de vista, dio media vuelta y caminó por el sendero de entrada hasta el plantel.
El maletín le pesaba. No se debía al desánimo con el que cada día caminaba hacia la escuela desde el accidente de Chitose, sino además por algunas herramientas que llevaba guardadas sólo por si acaso. La noche anterior había considerado usar las botas, pero era arriesgado cargar con ellas en una bolsa o algo parecido sin ningún buen pretexto. Por ello, sólo empacó lo absolutamente necesario y decidió a esperar un mejor momento para poder llevarse las botas a la escuela.
De camino a su clase, mientras cruzaba un pasillo, escuchó a un trío de estudiantes hablar acerca del accidente de Chitose. Alan supo que hablaban de ella porque ninguno de ellos pertenecía a su misma clase y no parecían conocer su nombre, refiriéndose a ella simplemente como "la chica que tuvo el accidente".
De algún modo el rumor se había esparcido por la escuela, cosa que no le extrañaba. Por el contrario, quería que así fuera para que su propósito cobrara más relevancia.
Estaba a punto de llegar a su clase cuando Kotori apareció en la puerta por la que el pasaba, la de la clase 2-1.
––Alan, buenos días ––saludó ella, amable. Alan correspondió el saludo––. ¿Cómo te encuentras?
––Supongo que bien, aunque con pocas ganas de estudiar ––respondió Alan, estrujando la correa del maletín.
––Escucha. Lamento haberte molestado ayer con lo que te conté.
––¿Sobre qué?
––Lo de mi cartera. Me pareció verte enojado después de contártelo.
Así era, pero no del modo en que ella creía.
––Para nada ––contestó Alan––. No me enojé por eso. Más bien me enojé porque desapareciera tu cartera y nadie la hubiera reportado. Sólo eso. Me hace pensar que alguien te la robó.
––¿De verdad es sólo eso?
Alan asintió con la cabeza una sola vez. Kotori le respondió con una sonrisa taimada.
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Vermillion
HorrorAlan Perrish, un joven estadounidense, se muda a Japón junto con sus padres debido a que uno de ellos fue transferido en su trabajo. Una vez comenzados sus estudios, comienza a notar cosas extrañas entre sus compañeros de clase, los cuales poco a po...