Una casa de fachada rojiza y de dos plantas se alza ante mí. Una puerta con borde dorado y de grandes dimensiones se abre paso en mitad de la pared. Estoy escondido tras unosbarriles y mirando alrededor de la casa en busca de algo sospechoso. También he mirado varias veces el telegrama por si había una pista de cualquier tipo cifrada entre las líneas, pero no encuentro nada. No sé porque estoy haciendo esto pero me siento cómodo, como si lo hubiese hecho miles de veces. Puede que me dedicara a esto en mi vida pasada.
Calle Rockland, nº4.
Aquí estoy. Veamos que sucede.
Después de mirar una vez más y de coger una astilla rota del barril, me acerco a la puerta y llamo al aldabón. Me guardo la astilla en el cinturón y espero a que abran la puerta. Juraría que acabo de ver un resplandor tras las cortinas y un ruido metálico pero antes de que pueda asomarme, la puerta se abre con un chirrido.
Una mujer pelirroja asoma la cabeza por la puerta y me lanza una mirada inquisitiva son sus ojos azules claros. Lleva puesto un chaleco marrón claro sobre una camisa blanca y sobre todo ello, una chaqueta amarilla oscura. Una falda roja oscura cae hasta el suelo. No es el típico atuendo de una señorita de esta época. Y su cara seria y de superioridad tampoco. No me fío un pelo de ella.
-Buenas tardes, DeWitt. Pase, por favor. Le explicaré todo detalladamente.
La señorita se aparta de la puerta para dejarme pasar y puedo ver el interior de la casa. Hay un recibidor de tamaño medio y tres habitaciones salen de él. A través de una de las puertas veo como una luz morada sale por la rendija, una luz parecida a la que vi antes.
-Antes de pasar, tire esa astilla por favor. No me gustaría que hubiese ningún... incidente- dice dándose la vuelta y entrando al recibidor. Creo notar cierto humor en su voz al pronunciar la última palabra.
Paso lentamente y cierro la puerta a mis espaldas. Todo está muy desordenado; hay libros, cuadernos y objetos extraños repartidos por todo el suelo, estanterías y muebles. En las paredes hay pizarras pintarrajeadas con números y líneas en un gráfico que no llego a comprender.
Justo como la casa de cualquier científico chiflado.
Sigo a la señorita por una de las puertas y llegamos al salón; estanterías recorren cada hueco de las paredes dando la impresión de que no hay fachada detrás. En el centro de la habitación, dos sofás de color crema rodean una mesa de café donde reposan varios pergaminos y dos tazas de café. Una música proveniente de un tocadiscos llena melodiosamente la sala.
-Tome asiento, por favor.
Me siento en uno de los sofás y ella en el de enfrente. Los dos nos quedamos en un incómodo silencio mientras miro la habitación en la que me encuentro; del techo cuelgan hilos acabados en extrañas formas coloridas, hay un escritorio repleto de más papeles y una chimenea donde más papeles y libros reemplazan a un cálido fuego. ¿Cómo puede encontrar algo con este desorden?
Encima de la chimenea encuentro algo curioso: una foto de ella abrazándose afectuosamente con un chico exactamente igual que ella. ¿Son gemelos?
-¿Aprueba usted mi casa? Sé que está un poco desordenada pero es tan agradable como otra cualquiera.
-No pienso lo contrario. Solo estaba observando el hogar de la extraña desconocida que me ha citado aquí, en esta extraña ciudad flotante y que parece saber más de mí que yo mismo.
-Tranquilícese, caballero. Ahora le explicaré lo que ocurre. Tome este café- me lo ofrece y yo la miro con desconfianza- vamos, no sea tan desconfiado.
Termino aceptando el café pero espero a que ella beba primero. Como no parece pasar nada, le doy un pequeño trago al mío y lo dejo en la mesa.
-Antes se refirió a mí como DeWitt, ¿es ese mi apellido?
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Desgarros en el tiempo
FanfictionBooker DeWitt nunca ha tenido suerte en la vida. Tras participar en la Batalla de Wounded Knee a la edad de 16 años, se traslada a otra ciudad con la intención de olvidar el pasado. Pero allí se econtrará con problemas más graves que los vividos has...