PRÓLOGO.

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Michael

Otro día mas. De nuevo a la rutina: Despertar, desayunar, alistarse para ir a la universidad, regresar a casa y hacer cualquier cosa hasta que sea la hora de dormir.

Si, lo sé. Teniendo la tarde libre ¿Por qué no hacer algo productivo?

Respuesta:

Soy un hombre de 30 años. Divorciado. Sin pasatiempos ni gustos por las fiestas. No soy una persona que le guste socializar, bueno...no es que no me guste, es solo que todos me tienen miedo.

¿Por que?

Ni yo mismo lo se.

Siempre que trato de sacar un tema de conversación las personas actúan cortantes y huyen. Ya deje de intentarlo. Me acostumbre a mi vida monótona, sin amigos, ni famlia. Ni siquiera con un perro...

Malditas alergias.

Podría tener un gato, pero me sentiría igual de solo. Pero no todo es tan malo, tengo una casa, un carro y mi situación económica me ayuda a sobrevivir.

La universidad donde trabajo queda a solo 10 minutos, así que siendo las seis con cuarenta minutos me dirijo al lugar donde mi sentimiento de soledad desaparece por unas horas.

Dejo mi maletín sobre el escritorio y me siento en mi muy cómodo y espacioso sillón a esperar a que los alumnos lleguen.

Las clases se pasan muy rápido sin darme cuenta. Escucho como el sonido del timbre que avisa la hora del receso se esparce por todo el aula. Cuando los estudiantes comienzan a retirase, me doy la vuelta y comienzo a borrar lo que había escrito en el pizarrón. Siempre me gusta anotar todo lo que pueda para que mis alumnos no queden con dudas.

Si, solo por eso.

No es que me guste rellenar de apuntes debido a que disfrute sentir corrientes eléctricas por todo mi cuerpo con el simple acto de tomar el borrador y mover mi brazo mientras elimino cada letra de la pizarra.

Bueno las dos pizarras.

Solicite en dirección que colocarán otra, ya que una era obviamente insuficiente. El calor de mi cuerpo no dejaba de aumentar, así que con mi mano libre comencé a acariciar mi pecho, subirla hasta mi cuello y bajarla de nuevo hasta mi entrepierna. Sin querer solté un par de gemidos. Siendo un poco consciente terminé mi labor. De inmediato fui a sentarme de nuevo en mi sillón ya que me sentía algo agitado, cuando recargué mi espalda, mis ojos se abrieron tanto que por un momento creí que se saldrían.

El universo, una vez más, me demuestra lo mucho que me odia. Frente a mí, a unas cinco bancas, se encontraba un estudiante totalmente serio. Y lo peor de todo...

Con un celular en su mano derecha apuntando en mi dirección.

—Oh profesor. Terminó tan rápido, que no alcancé a venirme.

Fetiche OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora