Michael
Cortó el beso y se detuvo. Nuestros pechos subían y bajaban agitados.
—¿Debo ponerme condón?
—¿En que momento decidimos que yo sería la mujer?—pregunté al sentir su mano pasar por debajo de mi espalda y dejarla en mi trasero.
Me impresiona lo suave que puede tener las manos.
—Eleva tus piernas—me ordenó ignorando mi pregunta.
Puso sus manos en mis mulos y los colocó en sus hombros. Deslizó su mano por mi pierna hasta la entrada de mi tibia y húmeda cueva e ingresó sin previo aviso provocándome incomodidad y un pequeño dolor que se perdía en el placer que me hacia sentir al mismo tiempo.
—¿Quieres que pare?—dijo ingresando un dedo más mientras aumentaba la velocidad de sus movimientos.
—N-no...solo hazlo de una vez. No me hagas esperar, he tenido suficiente de esto—dije entre jadeos.
—Creo que será mejor ponerme protección, tal vez así duela menos—dijo un poco preocupado.
—Si no querías verme sufrir, solo no me hubieses pedido hacer esto—dije frunciendo el ceño.
—Solo quiero que tengas una nueva experiencia, y que disfrutes de ella tanto como yo...
Después de ponerse el condón, retiró ambas manos. Con una sostuvo mi cintura y con la otra a su hombría, colocandola frente a mi entrada. Con sus caderas hizo un movimiento hacia mi encuentro. A pesar de que iba lento sentía mucho dolor. El tamaño de su pene no se podía comparar a sus dedos.
Poco a poco me fui acostumbrando, olvidando la molestia y simplemente dejándome llevar por las nuevas sensaciones que jamás imagine llegar a tener.
—Michael ¿estas bien?—dijo hasta ingresar por completo.
—Oh Dios mío—dije soltando un suspiro aun con los ojos cerrados.
—Michael, mirame—abrí mis ojos y los deje entrecerrados. Me estaba perdiendo en la excitación de sentirlo dentro mio—. Comenzaré a moverme—con una mano movió mis piernas para que rodearan su cintura, así que sujete su espalda hundiendo mis dedos en su piel.
Asentí y cerré nuevamente mis ojos al sentir sus labios sobre los mios.
Nuestros cuerpos separados gradualmente perdieron las fronteras y emergieron en un tercer cuerpo, uno que contenía todas las diferencias masculinas, borrando la relación profesor-alumno y dejando unicamente la conexión que teníamos en este momento...no quería que jamás terminara.
Esto era increíble.
Me sentía sucio, pero a la vez muy bien por ser deseado.
Mi orgullo estaba por los cielos, al igual que mis pensamientos, no sentia asco, sino todo lo contrario. A pesar de que siempre he estado con mujeres no me estaba imaginando con una, en ese momento mi mente y cuerpo lo ocupaba Adam. Estoy teniendo sexo con un hombre por primera vez, ambos lo estábamos disfrutando y me encantaba.
Abrí mis ojos cuando sentí que se alejaba dejando salir jadeos sobre mis labios, sin apartar sus ojos de los mios, pegando nuestras frentes sudadas por el calor del momento.
Desde abajo observaba su rostro poco sonrrojado. Su cabello negro hacia resaltar su piel blanquecina al igual que sus labios rosados.
Poso su mano en la cabecera de la cama para tener mejor soporte y aumento la velocidad de sus vaivenes, colocando su boca a lado de oido dejando escapar sonidos que lograban excitarme cada vez más.
Cuando él alcanzó el lugar en el que se producen los rayos que me estremecen, grité ahogando un gemido, arqueando mi espalda lo mas que me fue posible.
—Ahi...mas, no te detengas...
Inmediatamente mordió mi cuello ahogando un gruñido. Jamás creí que el placer podía ser mas alto hasta este momento.
Volvió a tocar ese punto que me hacia perder la cordura.
Apreté aun mas su espalda al sentir que estaba a punto de venirme, no crei que iba acabar tan pronto, pero no podía evitarlo, nunca había tenido este tipo de encuentros.
Deje mis piernas a los lados, deslicé mis manos por sus muslos hasta su trasero y lo empuje hacia mi intentando que tocara mas veces ese punto desconocido.
—Joder...—dijo por ultimo haciendo un movimiento que logro que mi mente se nublara, en señal de que el placer habia llegado su punto máximo.
—Deja de fruncir el ceño, te saldrán arrugas—dijo sobre mi pecho.
Intente matarlo con la mirada pero, obviamente fracase. Sigue vivito y coleando, mientras que yo tendré que hacer de aguilita por unos días.
—¿Por qué estas tan molesto?
—Es que...como decirlo. Bueno, quitando que dolio como el infierno, me gusto~
Respondí girando mi rostro intentando ocultar el rubor de mis mejillas.
—¿Ah? No te escuche, perdón.
Maldición.
—Olvídalo. No es necesario que lo sepas.
—¿Qué? Ah no. Tienes que decírmelo si o si.
—Podrás vivir con la duda. No te preocupes—dije burlón pero me detuve al sentir como se colocaba sobre mi dejando mi cuerpo entre sus piernas.
Con mis manos quise intentar quitármelo pero el fue más rápido.
Mis muñecas terminaron entre sus manos y la cama.
—Dímelo.
—No.
—¿Seguro?
Lentamente se inclino hasta reducir la distancia entre nuestros rostros a un par de centímetros. Asentí ya que los nervios no dejaban que las palabras salieran.
Me besa cortando la poca distancia que quedaba.
Pero no de la misma forma que antes...esta vez, transmitiendo algo que no se puede definir como deseo.
Cuando se separa, su expresión me dice que espera a que yo diga algo, pero por su cara creo que no fue lo que él queria escuchar. Simplemente contesto:Jamás existió.
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Fetiche Oscuro
HumorMichael Roberts - Profesor de cálculo. Borrador de pizarra - Debilidad del profesor. Adam Smith - Descubrió la debilidad.