Párrafo Uno: Crystal.

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—Muy bien, hoy hablaremos sobre nuestros mayores miedos. Noah, ¿Te gustaría comenzar? —Crystal fijó su mirada en el chico que estaba siendo llamado. Era pálido, tenía el cabello desordenado y la mirada gacha. Sus manos estaban tapadas completamente por las mangas de su sudadera, signo que se podía deducir como inseguridad.





N-no sé... —tartamudeó con la mirada fija en el suelo. —¿Las arañas? —la chica rodó los ojos y levantó la mano, haciendo una objeción.





—¿Sí, Crystal? —la psicóloga le dio la palabra. Inconscientemente mordió su labio, porque cada vez que esa chica abría la boca terminaba con todos sus niños más confundidos de lo que estaban.





Opino que Noah tiene una mala percepción sobre el miedo, al igual que usted y todos mis otros compañeros —el nombrado se intimidó ante la dura mirada que Crystal le había dado y que tampoco se había molestado en quitar mientras hablaba. —Yo creo que el temor que todos compartimos va dirigido hacia la muerte y se relaciona con la soledad. Me refiero a la muerte en general, sea de nosotros mismos o de algún cercano, porque significa perder a alguien y estar más cerca de quedarse completamente solo. El ser humano es dependiente y no podría vivir feliz en plena soledad.





El salón se quedó en silencio, nadie sabía qué decir, a excepción de Noah. Aún compartían miradas con Crystal, por lo que le era difícil formular o siquiera pensar una respuesta. Pero después de reflexionar sus palabras, encontró una respuesta.





Pero yo estoy acompañado de muchas personas, y aún así me siento solo —musitó apenas. Crystal no se quedó atrás y respondió de forma tajante.





Quizá es porque no has perdido a tu madre, como yo lo hice. Si alguna vez lo haces, llámame y dime si es la misma soledad que crees sentir ahora.





* * *





Ahora lo había perdido a él y sentía que todo volvía a ser tan horrible como en ese entonces. A pesar de todo, Noah tenía una personalidad asombrosa que iluminaba cada lugar al que iba. Ella misma lo comprobó, porque desde ese día en que lo conoció su mundo comenzó a brillar. Nunca lo dijo en voz alta, pero pensaba en él como un perfecto paraíso, porque cada vez que reía o abría la boca para hablar sobre algo, lograba que tuviera una impresión en donde no le desagradaba a nadie. Las personas en la escuela solían tenerle envidia, porque bueno, esos chicos no tenían siquiera una novia, mientras que él tenía a sus amigos y familia siempre apoyando, aunque al parecer no fue suficiente.





Entre tanta tristeza, Chris sintió la necesidad de pensar en su padre. Aunque él está mal, porque sabe que el dolor que su hija sufre es el mismo que sintió al perder a su esposa años atrás, pero sin importar nada él le tenía a Noah mucho cariño. Incluso sabiendo las cosas que se hacía a sí mismo, ya que su religión mormona piensa que la gente no debería hacerle daño a su cuerpo, porque es un regalo que Dios les ha brindado. Y aún así ella lo aceptó, y su padre lo hizo cuando se dio cuenta de que él solía auto lesionarse, aunque al parecer nunca dejó de hacerlo.





—Chris, es hora —su padre había entrado abriendo un poco la puerta. Ella asintió, haciendo un máximo esfuerzo para parecer calmada.





Tomó sus audífonos y teléfono, el camino sería largo y sabía que no podría sobrevivir sin la lista de reproducción que solía compartir con él. Es bastante oportuno que tenga canciones deprimentes, pero antes nada importaba porque cada momento que pasaba con Noah, era feliz para ella.

Luto de Plumas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora