Párrafo Cuatro: Sid.

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La situación en esos instantes era muy compleja para Crystal, ya que estaba parada en el césped junto a toda esa gente delante de ella, fingiendo que alguna vez les importó Noah o siquiera su familia. Lo sencillo era saber en dónde estaría Sid, porque desde que bajaron del vehículo no se había movido del árbol, situado en un lugar lejos de toda la multitud. Se dirigió hacia su posición sintiendo el olor a tabaco a medida que se acercaba, pero cuando estuvo frente a sus ojos, él no fue capaz de darle una mirada.





—No me das pena Chris, vete a recibir condolencias por allá —soltó fríamente, mientras con rabia lanzaba la colilla del cigarrillo al suelo.





Su rostro se notaba mucho más pálido que de costumbre, tampoco habían señales de que hubiese llorado, y extrañamente estaba usando un traje negro y elegante. Al parecer era su propia manera de burlarse del entierro, porque así es su personalidad y Crystal está consciente de ello, por lo que también dedujo que estaba hecho trizas por dentro.





—No vengo a buscar tus condolencias y no me gustaría recibirlas tampoco, Sidney. Yo solo quiero que dejes de dar esa imagen de fortaleza, porque estás muerto de miedo por dentro —lo encaró, ya era hora que dejase esa capa llena de falsedad a un lado.





—Tengo miedo de comenzar a llorar y tal vez no poder detenerme nunca —soltó al fin, logrando enfrentar su mirada. —Él era... demonios, él era mi maldito mejor amigo, Chris. Estuve a su lado toda mi miserable existencia, y para hacerla aún más horrible decidió hacerse esa mierda. ¡No lo necesito allá arriba! —se tomó el cabello con desesperación, mientras miraba hacia el suelo.





La chica, con el corazón en la garganta lo tomó por la barbilla, e hizo que enfrentara su mirada una vez más. Los ojos de Sid daban a conocer lo destrozado que estaba, conteniendo esas lágrimas que tarde o temprano debían caer.





—Sid, por favor —suplicó, con la voz temblorosa. —Deja tus idioteces de lado, y sé humano de una vez.





Pasaron segundos interminables, en los que Sid observaba la mirada suplicante de su mejor amiga. Se relamió los labios, miró hacia el cielo para después negar con la cabeza, y por fin envolver sus brazos en los de Crystal. Ambos se fundieron en ese tan necesitado tacto, en el cual Sid terminó por descargar todo su dolor y rabia a través de fuertes sollozos. Sin duda alguna, él sabía que había perdido la brújula que dirigía su camino en la vida.

Luto de Plumas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora