004 | Stay

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Blue Neighborhood saga
Stay

Prácticamente vivía mejor que nadie en todas las regiones juntas. Ni si quiera tenía que tomar el tren y soportar mezclarme con toda esa gente. Yo iba a la escuela en mi propia bicicleta. Afortunadamente conservaba a ambos de mis padres al igual que ambos pares de abuelos. Vivíamos en donde menos mendigos habían. Habían reglas haciendo que la gente se encargara de dejar limpias las calles a una cierta hora de la noche, no habían crímenes y tampoco mucha pobreza a comparación con otros lugares. Mis padres siempre se encargaron de darme todo lo que les pedí. No podía quejarme de nada porque habían demás personas que no eran conformes con su estilo de vida y carecían de necesidades como la mayoría de las familias de la gente de mi escuela.

Sin embargo, ¿qué era lo que estaba arrancándome repentinamente mi felicidad? ¿Será que nunca la tuve y simplemente estuve confundiéndola con las conformidades en las que crecí?

Incluso fui una de las pocas personas con la dicha, al igual que él. Originalmente había nacido en la cuidad. A dónde todos querían escapar. Llevábamos tres meses de recién mudados después de que a papá le hubieran ofrecido un puesto de traslado, al igual que él. Con el tiempo fue reconocido lo que haría que en cuanto volviéramos a Seúl fuera a obtener un ascenso, al igual que él.

Lo miraba todas las noches desde mi ventana. La mayoría eran lluviosas. Era una de esas épocas en las que a Seúl le entraba con llover en todos los atardeceres. Eso ayudaba a vislumbrarle el enfoque si en cualquier momento lograba pillarme.

   Me quedaba viendo cómo se quitaba la camisa por encima de la cabeza

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Me quedaba viendo cómo se quitaba la camisa por encima de la cabeza. En algunas otras ocasiones, de esas en las que venía tarde del trabajo, se la desabotonaba. Podía distinguirle el tono de piel a través de la distancia. Me sabía el ancho de sus hombros que hacían que esa espalda se le viera mucho más expandida. Para mí, era ilegal.
Cuando la situación iba de las caderas hacia bajo, las primeras veces me limité a mí misma. Pensé en si él de verdad algún día lograba pillarme en plena acción, ¿qué pensaría? ¡Pero qué vergüenza sería que me viera acosándolo desde mi ventana exactamente cuando llegaba a su casa agotado para quitarse la ropa!
Luego me familiaricé tanto con su cuerpo que me resultó demasiado común. Dejé de avergonzarme de verlo desnudo. Comenzó a volverse rutinario y una parte de mí sintió que era digna de hacerlo. ¡Vivía solo, estaba soltero y éramos vecinos! Alguien debía apreciar la obra de arte que era...y yo me lo aprendí de pies a cabeza. Era fantástico. Esa era la palabra que le correspondía a su cuerpo. Y era tan fantástico que de eso mismo se comenzaron a basar todos mis pensamientos.

Sin embargo, yo no pasaba de ser solamente la hija de los vecinos de al lado, de cuatro a cinco años menor y con una adorable sonrisa. Era lo que siempre le decía a mi madre cada vez que intercambiaban palabras de soslayo. Incluso opté por comenzar a recoger la correspondencia todas las mañanas desde que noté que mamá solía encontrárselo a la misma hora, pero lo único que conseguí con eso fue intercambiarnos sonrisas de educación mañana tras mañana. Joder, además de la niña de la sonrisa adorable debía considerarme una mocosa a su lado. Tal vez lo era, no podía negarlo. ¿Qué chica de mi edad iría a interesarse por ligarse a un adulto todos los días? ¿Qué persona corriente pensaba si quiera en invadir la privacidad de - técnicamente - un desconocido?
Jamás quise crecer tan rápido hasta que me dieron razones para querer hacerlo. Me hirvió la sangre cuando descubrí que el auto que siempre se paraba frente a su calzada todas las madrugadas era de una mujer. Elegante, refinada y con aires de estar a su altura. Eso se notaba desde la tundra. Los observé desde mi ventana haciendo el amor un sinnúmero de veces. Me llevé pruebas y las guardé debajo del colchón de mi cama. No era la primera vez que lo hacía. Mis favoritas eran las que había tomado exactamente cuando estaba flexionándose los músculos. Obviamente donde ella no salía.
La situación se empeoró cuando el auto comenzó a cambiar. La mujer no seguía siendo la misma y ninguna duraba más de dos semanas yendo a su casa. Ya contaba con muchas fotografías y las diferencias hasta un ciego podría notarlas. Comenzó a inundárseme el sistema de rencor, como si hubiera sufrido una traición. En realidad me había molestado que se hubiera atrevido a enrollarse frente a mis narices con cuanta mujer le apareciera en el camino sin importar todo lo que cada día estaba haciéndome sentir a mí. Me pareció egoísta, pero me molesté mucho más cuando me recordé que él no tenía ningún conocimiento sobre mí. Tal vez iría a pensar que era una loca adolescente con las hormonas alborotadas, pero algo tenía qué hacer. Y para eso no tenía que ponerme a la altura de ninguna de las mujeres con las que él salía.
Incluso me aprendí su método para llevárselas a la cama, de esa manera me resultaría pan comido. Comenzaba comprándole flores a su preferencia. Juraba que esa era la primera pregunta que les hacía. Luego de tener su contacto no se haría el de rogarles, pero tampoco dejaría mostrar su interés tan fácil. Les daba su tiempo para que siguieran martirizándose mientras pensaban en por qué todavía no les había llegado noticias sobre él. Es entonces cuando sabe que puede hacer su entrada. Las lleva a citas - dos o tres; depende de cuanto ellas vayan a tardarse en ceder - y el último paso era el más fácil de todos. Después de seis veces que lo hubieran hecho, iría a aburrirse de la misma entrepierna.

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