004 | Lapsus

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Polaroids saga
Lapsus

Nadie ha escuchado sobre él en meses...

ni si quiera yo

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ni si quiera yo.

Lo peor es que no tenía con quién informarme sobre su presunto y buen paradero. Yoongi siempre era...Yoongi a donde quiera que fuera. Tal vez él y su gran genio eran los únicos que andaban de la mano, no obstante, nunca las traía vacías. Jamás me dio coyuntura alguna para relacionarlo con nadie porque simplemente siempre era él. Como si hubiera salido de una mata de plátano, literalmente. A su gente ni si quiera podías llamarle "colegas". La palabra no le cabía por ningún lado a esos «caranalga» según su fantástico vocabulario.
Yoongi cada vez que desaparecía no duraba tres días extraviado. Al final del día siempre se las ingeniaba para aparecer y martirizarme un poco más la vida. Le debía unas cuantas y a él le gustaba cobrárselas a su distintiva y peculiar jodida manera. Verlo por ahí ya se me había hecho costumbre incluso sin si quiera intercambiarnos un par de miradas. Solo porque sí. Así era Min Yoongi. Le preguntabas el por qué sobre una cosa y la respuesta siempre sería un sí. No obstante, la última vez que lo vi me aseguré de demandar si volvería a verlo y su respuesta fue su precisado sí.

¿En dónde diablos estaba metido entonces?

   A Yoongi no le gustaban los lugares públicos

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A Yoongi no le gustaban los lugares públicos. Si tenía que obligarse a sostener contacto con personas que no tuvieran que ver nada con su zona de conforto, prefería pasarlo por alto. No es que fuese seco, aburrido o egocéntrico - aunque fuera de contextos, describirlo no haya sido exactamente lo que acababa de hacer - simplemente para él era más pesado que matar un puerco a besos. Y prácticamente por eso era que llevaba aquella expresión de «sáquenme de éste jardín de mocosos» en este preciso momento.

— Aquí tienes — abordé a un lado de él pasándole su respectivo algodón de azúcar para yo devorar el mío, pero Yoongi se quedó esperando por algo más — ¿Qué miras?

— Pues ésta vez no es tu cara de limón podrido. — aclaró dándose media vuelta para deshacerse de su puñetero algodón de azúcar frente a mis narices — ¿Y el resto?

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