006 | Fly

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Blue Neighborhood saga
Fly

— No vas a lograrlo. — lo asusté haciendo que se girara de un salto — Es demasiada distancia. Perderías el oxígeno a mitad del camino quedándote sin fuerzas y probablemente ahogándote.

Él me miró de arriba a bajo con la misma expresión. Técnicamente nos conocíamos, pero sí sabía quién era él desde que ambos éramos unas pulgas.

— ¿Y tú de dónde saliste?

— Vivo más arriba — señalé a mis espaldas —, te ví desde mi casa.

— ¿Y? — alzó ambas de sus cejas — ¿Qué pasa? ¿Quién te mandó a entrometerte?

— El hecho de que estés en mi clase de matemáticas y hayamos crecido juntos involuntariamente. — expliqué sin demasiado interés, pero haciéndole relajar la expresión — Eres una máquina.

— Tú no me conoces. — gruñó dándome la espalda otra vez.

— Al menos sé cómo te llamas, Park Jimin. — lo tensé. Me miró por encima del hombro un poco vacilante. — Soy Lee Yeoeun.

   «Park Jimin, el marginado» o por lo menos así lo llamaban la mayoría de las personas en el colegio. Es que desde siempre fue muy callado y nunca le gustó tener más de dos amigos, quienes el final terminaban dándole la espalda. Igual terminaba encontrándose solo. Veníamos cayendo en la misma clase de matemáticas desde segundo año, sin embargo, nunca fuimos de intercambiar ninguna palabra. Él siempre fue el más tímido en todas las clases. Como dije, jamás decía una sola palabra.
   A pesar de ser un cero a la izquierda para todos los demás, aún y así se repartían rumores por todas partes que llevaban su nombre. Algunos decían que eran supersticiones y otros que eran puras mentiras. A él se le daba bien eso de ignorar y hacer de vista larga. Nadie se metía con él físicamente hasta que el último rumor le chocó demasiado. No sé cómo venía soportando todos los demás, pero nadie nunca lo había visto así antes. Yo no hubiera podido aguantar ni unas cuantas risitas a mis espaldas. Parecía como si fuera algo que ya sobraba en él.
   Que tuviéramos una primera conversación no significaba que fuera a cambiar algo. Por lo menos sabía que no iba a ser así. De un día a otro no íbamos a ser los mejores amigos. Simplemente a mí me había gustado escuchar su voz por primera vez. Me pareció el tipo de persona de los de gran corazón con tan solo escuchar cómo me gruñó. De esas que soñaban mucho en grande y que no le temían a nada, a pesar de las circunstancias. Eso me había abierto la curiosidad como una llaga y por eso me había propuesto a acercarme a él disimuladamente hasta que fuera demasiado notorio que nos estábamos convirtiendo en amigos. Sabía que no iba a hacérseme pan comido desde que él no estaba acostumbrado a tener amigos. Supuse que siempre estaría esperando que tarde o temprano las personas se cansaran de él.

Demostraría que eso no iría a pasar conmigo.

— Hola — saludé, haciéndole despegar la mirada del libro en su regazo —, ¿puedo sentarme?

— No — me interrumpió el ademán ya que pensaba que iba a contestarme lo obvio. Me le quedé observándolo en plena acción. —. ¿Por qué tiene que ser aquí?

Me enderecé — Porque hay espacio.

— ¿Y por allá no hay también? — remató con desagrado, ladeando la cabeza en dirección al resto de las gradas.

— En realidad quiero sentarme contigo. — solté y antes de que volviera a mandarme al diablo, tomé mi lugar. Él bufó arrastrándose un poco hacia el lado contrario para separarse de mí y me fulminó con la mirada. Seguí con mi plan en marcha ignorándolo mejor de lo que él hacía con todo el mundo. — Te traje esto. No me lo terminé porque me llené.

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