Capítulo IV |nueva versión|

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CAPÍTULO IV

Hoy es el juicio de faltas, donde establecerán el castigo que se merece Cesar por haberme agredido. No tengo ninguna preferencia acerca de eso, lo que sea que decidan está bien. Claro, mientras sí le pongan un castigo para que aprenda que estas no son formas de arreglar las cosas.

Gonzalo y yo llegamos media hora antes y decidimos avanzar por el pasillo, rumbo a la sala en la que tendrá lugar el procedimiento. Me percato de que Cesar ya está aquí pero no me sorprende que no venga acompañado; sus familiares deben estar trabajando, incluso Natalia. Como era de esperarse, mi presencia lo pone de mal humor y lo único que me tranquiliza es hallarme en un lugar donde lo pueden arrestar de inmediato si me pone una mano encima. Y espero que Gonzalo también esté consciente de ello y se aguante las ganas de matarlo, me lo prometió.

—Debes estar contento. De seguro vas a conseguir dinero... alguna indemnización por daños morales... ¿Satisfecho?

Mi amigo hace amago de acercarse para partirle la cara; lo impido y ni me tomo la molestia de contestarle a Cesar. Es una lástima que aún no sepa la verdad pero espero que pronto lo hará. No por mí, pues mi palabra no vale nada. Y solo me queda la esperanza, pues es la última que muere.

—Mejor me dejas matarlo. —murmura Gonzalo entre dientes, sin quitarle la mirada de encima

—No. Ya pronto se encargarán de él.

— ¿Qué tanto chuchotean? No hay que andar a escondidas.

—Cesar... ¿ya, sí?

—Qué suerte la tuya, estamos aquí y no puedo ni tocarte —se encamina hacia nosotros—. Y qué listo resultaste. Hiciste una demanda y me hiciste quedar como el malo de la historia. Aunque ni me importa ¿sabes? No me arrepiento de haberte-

—Pues si no te importa, no debiste mandar a tu hermana a pedirme que retirara la denuncia.

Hace una mueca, como si no supiera de qué estoy hablando. Y mi suposición deja de ser válida. Así que Natalia vino por voluntad propia... Conociéndola, creo que lo hizo porque estaba angustiada, porque quería evitar que él pasara por todo esto.

—No puedo creer que se haya expuesto para salvarme... —dice finalmente

¿¡Expuesto!? Claro, como si yo fuera un ser temible, capaz de lo peor, incluso en contra de la mujer que amo. Ingrid les lavó el cerebro a todos.

—Eres de lo peor, Jorge. Lástima que no podamos demostrarlo.

—Porque es imposible demostrar lo que no sucedió. —replico, guardando la calma

—Dale con lo mismo...

Percibo su mandíbula apretándose, al igual que sus puños. Doy un paso que disminuye la distancia entre los dos, aun consciente de que eso significa provocarlo. Porque sé que no me puede hacer nada. Que se quede con las ganas, que lo corroan.

— ¡No!

Esa voz desesperada hace que nos distanciemos y giremos hacia el punto del que viene. Es Natalia. Avanza apurada y cuando por fin llega, se interpone entre su hermano y yo, supongo que para impedir algo. Se queda quieta y callada por unos instantes, hasta que su respiración se normaliza.

—Hermana, no deberías estar aquí.

—No estás solo en esto. —le contesta ella mientras me mira con desprecio

De pronto muda su atención en Gonzalo:

— ¿Y tú qué? ¿No viste lo que estaban a punto de hacer? ¿Acaso ibas a quedarte de brazos cruzados?

Si eliges creerle © |COMPLETA| |nueva versión de La última vez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora