Capítulo XIV |nueva versión|

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CAPÍTULO XIV

Al reunirnos de nuevo, Natalia hace amago de encender el motor pero mi mano vuela hacia su muñeca, sujetándola. Ella traga en seco y no quita la vista del volante, aunque algo me dice que me quiere mirar. Nos quedamos helados y mudos, aunque juzgando por el gesto que acabo de hacer, soy yo el que debe entablar una conversación. El problema es que no sé muy bien por qué agarré su mano y si tengo algo que decirle. A lo mejor actué guiado por un impulso, a lo mejor sigo bajo el efecto del aturdimiento y no sería muy sensato que ese tipo de emociones decidieran por mí...

Los buenos y los malos recuerdos se juntan en un remolino que amenaza con hacer que mi cabeza explote. Lo mismo pasa con mis sentimientos y emociones. Estoy tan dividido que casi me da rabia. Siento unas ganas inconmensurables de erradicar todo lo negativo y...

¿Y si...? No. Mala idea.

Segundos después, mis manos están jalando su cabeza en mi dirección para que luego mis labios se adueñen con precipitación de los suyos. Una vez unidos, ya no hay marcha atrás. Al contrario, cada movimiento me hunde más en el deseo, hace que su aroma me embriague y mande a un mundo donde solo existimos nosotros dos y este momento, aproxima más mi cuerpo al de ella. Y ella... no se queda para atrás; explora y saborea mi boca con la misma necesidad incontenible. Hunde los dedos en mis hombros, como si quisiera quedar pegada a mí. Para siempre.

El acto se torna cada vez más desesperado, lo que hace que la falta de aire se convierta en un impedimento aún más pronto de lo normal. Pero solo nos apartamos por instantes y entre suspiros no dejamos de toquetearnos, de contemplarnos. Después volvemos a besarnos. Y todo el proceso se repite un par de veces más.

Hasta que nos apartamos por completo. Percibo su pecho subiendo y bajando, sus labios humedecidos y temblorosos incapaces de soltar palabras, sus ojos hablando por ellos. Me están pidiendo una explicación por lo que acaba de suceder.

Y yo constato que acabo de meter la pata.

—Disculpa.

—Lo consideras un tremendo error... —replica decepcionada

Lo que pasa es que volví a la realidad, volví a estar consciente de ese remolino presente en mi interior. Besarla tuvo efecto. Pero no por tiempo indeterminado.

— ¿Entonces por qué lo hiciste?

No puede estar haciéndome este tipo de preguntas. No sé cómo explicárselo.

—Fue un impulso. —suelto con torpeza y me arrepiento enseguida; y en cuanto noto su reacción, me arrepiento aún más

—Un impulso... —repite con amargura— La próxima vez, contrólalo.

—No me lo tomes a mal. No es que me arrepienta, sólo que dada la situación... No podemos simplemente besarnos cuando se nos dé la gana...

—Me consta. Pero me ilusiono con demasiada facilidad. Así que no vuelvas a besarme, a no ser que lo deseas el cien por ciento. Por favor.

Dicho eso, enciende el motor y pone en marcha el coche. Me remuevo en el asiento y me paso una mano por la cara, frustrado por habernos puesto en una situación realmente incómoda. Y lo peor es que una parte de mí no lamenta lo sucedido porque besarla fue magnífico.

En un abrir y cerrar de ojos, estamos llegando al edificio donde vivo con Gonzalo. No hemos vuelto a dirigirnos la palabra, ni siquiera nos hemos mirado. No he hecho más que revivir ese intenso intercambio de sentimientos y... Como deseo que nuestro presente fuera distinto y que lo que hemos vivido antes de separarnos no sea un simple recuerdo. Pensándolo bien, sólo de mí depende... basta con perdonarla y darle otra oportunidad para que todo vuelva a ser como antes. Sin embargo es más fácil hablar que pasar a los hechos.

Si eliges creerle © |COMPLETA| |nueva versión de La última vez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora