Capítulo III |nueva versión|

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CAPÍTULO III

—No tienes que pensar en eso porque estás despedido.

Acabo de llamar a mi jefe para hablar sobre el periodo de descanso que necesito y todo ese rollo. Y esto es lo que me dice. Suprimo las ganas de golpear la mesa de la cocina, solo apoyo el codo en ella y la cara en mi palma. Pero es que perder el trabajo es lo peor que me puede pasar. Justo cuando estaba creyendo que ya no había nada peor, me topo con esto y me entra el pánico.

—Le puedo demostrar que mi estado no me permite-

—No —interrumpe—. No tiene que ver con eso. Prefiero trabajar con personas de carácter y conducta intachable. Y tus actos prueban justo lo contrario. Por eso me veo obligado a-

— ¿¿¿Cuáles actos???

—Por favor, creo que sabes mejor que yo.

—Si lo supiera, no estaría preguntando señor Sáenz. ¿Me puede explicar? Digo... merezco saber por qué me despide.

—Ya estoy enterado de que... —suspira— abusaste de una mujer.

En cuestión de segundos logro atar cabos y sacar una sola conclusión: Ingrid. Su venganza conlleva también dejarme sin trabajo. Sabe muy bien que vivo solo, que no tengo a nadie y que esta pérdida puede traerme grandes problemas.

—Esas acusaciones son falsas.

— ¿Puedes probarlo?

¿Cómo se supone que voy a hacer eso?

—Entonces no digas nada. —pide ante mi silencio

— ¿Y ella sí pudo probarlo?

—Prefiero no arriesgarme. En el caso de que ella mienta, no pierdo nada, puedo reemplazarte. En el caso de que tú mientas, estaría trabajando con un... Ya sabes qué intento decir.

En un ataque de rabia, termino cortando la llamada. Aprieto el objeto para impedir que esta vez sí llegue a estrellarse contra la pared. Sobre todo ahora que lo último que me falta es tener que comprar otro. Debo tener mucho cuidar, intentar ahorrar. O sea ya lo hice pero gasté casi todo en el anillo de compromiso. Ahora no sé cómo le voy a hacer para mantenerme, a menos que venda algo.

Esa mujer está loca. Si pretende destrozarme la vida, lo está consiguiendo. Todo por un simple rechazo. ¡Ni que fuera el único hombre del planeta! ¿Por qué es tan inmadura y por qué no aprendió aceptar un no como respuesta?

. . .

Unos repentinos y desesperados golpes en la puerta principal me hacen dejar la cama para ir a ver quién es. Me tardo como mil años en recorren el dormitorio y la sala de estar—aun cuando no sea el apartamento más grande, sino todo lo contrario. Tengo que detenerme un par de veces y no dejo de hacer muecas cada vez que el dolor me acorrala. Apenas llevo dos días fuera del hospital, no puedo esperar milagros. Pero rayos, quiero sanar ya, en parte porque me urge buscar trabajo.

Coloco una palma en la pared, por si acabo pierdo el equilibrio. Con la otra mano me encargo de abrir la puerta. Casi sonrío al percatarme de que es Natalia. Casi; porque por la cara que trae y por su aparente intención de matarme a través de una sola mirada, me queda claro que sigue pensando lo mismo. ¿Entonces a qué viene? ¿Será que por fin se preocupa por mí? No. Mi estado físico no la conmueve.

—Quiero que retires la denuncia.

Suena como una orden. Su tono quema. Su forma de mirarme. Su aparente indiferencia ante como me dejó su hermano. Todo quema.

Si eliges creerle © |COMPLETA| |nueva versión de La última vez|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora