VI : Atormentado

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El sol entra por la ventana, esta vez, al igual que la anterior y la anterior, una leve jaqueca irrumpe en mi cabeza mientras la luz de posa sobre mis ojos, es molesto, pero aún así me gusta sentir el calor.

Al abrir mis ojos veo que es solo un rayo de sol, el cielo está cubierto de nubes, que anuncian que tal parece lloverá durante el día.

Y no es solo una sospecha, pequeñas gotas de lluvia golpean la ventana. Una inexplicable lluvia de verano.

Buenos días...

Samantha está sentada en su cama, abrocha sus zapatos mientras no aparta su vista de mi.

—¿Quieres ir a desayunar? —Preguntó ella.

Froto mis ojos con mis manos ignorando su pregunta, trato de relajarme entre mis sábanas, pero ahora, Amelia se sienta a los pies de mi cama.

—Despierta, Aníbal, vamos a desayunar.

Quito las sábanas sobre mi.

—Alguna vez quisiera poder descansar cuándo y cuánto yo quiera.

—Lastima. Ya no vives en aquella gigantesca mansión de la que hablas.

Ahora ambas se quedan de pie en el marco de la puerta, insistentes a que cambie mi pijama por mi ropa.

Cambiando mi pantalón de mezclilla siento un escalofrío, al darme cuenta de que una de las ventanas estaba abierta no dudé en cerrarla.

—¿A quién se le ocurriría abrir la ventana con este frío? —Pregunté.

—No me culpes a mi. —Se defendió Samantha.

—Mucho menos a mi.

Ambas cruzaron miradas, y entonces volvieron a quedarse calladas.

Eso me hizo recordar el día de ayer, en todo eso que sucedió con Leonard, el fantasma, a aquella luz en medio del bosque, y a las miles de reglas que sugirió Donovan.

Debería tener mucho cuidado.

Amelia me ve usando mi camisa a cuadros, pone esa mirada tan extraña que suele usar solo conmigo, pero para mi sorpresa sólo realizó un tierno cumplido hacia mi ropa,

Ya al estar listo salgo de la habitación.

Avanzo por el pasillo y Donovan se dirige hacia acá. Se ve algo distinto con sus ropas completamente negras y sus zapatos bien lustrados. Parece estar bien después de lo de anoche.

Él se acerca a mi a darme la mano. Puedo notar que está tan helado como yo por el frío que hay en toda la mansión.
Ambas saludan a Donovan un tanto nerviosas, creo que saben que su cuerpo ha sido utilizado, ambas saben lo que eso significa, puedo notarlo.

—¿Te sientes bien? —Preguntó él.

—Mi garganta y mi pecho duelen. —Respondí.

—Solo debes mantener la calma, puede que sea un resfriado. —Dijo Amelia.

No sabe lo que pasó ayer.

Ahora los cuatro caminamos por fuera de la mansión, avanzando lo más rápido posible para que la fuerte lluvia no nos agarre en el camino.

—La hermana Romina me preguntó si sabía lo que estaban tramando. —Dijo Samantha.

—No le dijiste nada, ¿verdad? -Preguntó Donovan algo molesto.

—No lo hice. Si revelaba algo al respecto Amelia y Lorena estarían en problemas, y nos arrastraría a todos.

—¿Qué tipo de problema?

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