Capítulo 12. Ángel o Demonio

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[...]Mi padre ha abdicado. Después de tantos años frente al poder, de haber sufrido y ganado tantas batallas por la tarea encomendada, decidió abdicar. Él dice que es debido al cansancio de la edad, que es mejor dejar las cosas en manos de generaciones nuevas y renovantes; no lo creo así. Todo es debido a las presiones del entorno. Piensan que las ideas conservadoras de mi padre ya no sirven y prefieren decisiones más radicales. Decisiones que mi hermano sí es capaz de tomar, y como el siguiente en la línea de sucesión hará. El día de la coronación todo el pueblo estará de fiesta, sin saber que debajo de todo hay cuestiones trascendentales. [...]

[...]Mi hermano se hace llamar Erling VI, pero he oído otros nombres para él. Algunos lo llaman "el tirano", y es que comienza a actuar sin pensar y sin sentir remordimiento. Todos los valores que hasta mi padre se encargaron de erigir y hacer respetar, él los está pasando por alto. Aunque no hay porque dar explicaciones está llegando el momento de tener que darlas. Los demás estamos luchando contra demonios nunca vistos. Cada día están más evolucionados y aparecen nuevas especies difíciles de aniquilar.

Mis hermanos Trude y Sven hacen guardia fuera del campamento que se construyo. Los demás que vinieron con nosotros descansan, cuidan sus heridos y otros encomiendan las almas de quienes se fueron al gran ángel. En estos momentos, todo está tranquilo. Tengo en mis pensamientos en todo momento a mi esposa e hijos, pero ellos están a salvo en casa.

La guerra es dura y dolorosa, pero estamos en ella desde que existimos. Llega un tiempo en la vida de todos, que estar en guerra es la única forma de saberse vivo. En cuanto volvamos, que no se sabe cuándo será, habrá una gran celebración. No solamente para recibirnos, también será el casamiento de mis hermanos. Ellos deben mantener el linaje y la pureza de nuestra dinastía casi en extinción. [...]

[...]La guerra ha finalizado. Tras batallas ganadas, perdidas y numerosas bajas, todo ha terminado. Pero como ha de esperarse, todo es temporario. Este tipo de batallas fueron y serán eternas. Entre las bajas hemos sufrido la muerte de mis primos. Mi hermana Brunhilda intenta consolar a todos, mientras se prepara la unión de Trude y Sven.

Ahora me encuentro observando a mi esposa Assa dormir en la cama, y entre sus brazos esta mi hija recién nacida. Mildri es hermosa, pequeña y dulce. Tiene el pelo del color del sol y su piel es tan blanca como el invierno. [...]

[...] Estamos todos refugiados de los peligros que se avecinan en nuestro castillo. Un sabio nos dijo que era mejor huir, que ellos estaban viniendo por nosotros. Muchos dudamos, pero no pretendíamos correr el riesgo.

Solo mi hermano y su esposa Brunhilda decidieron quedarse, sabiendo que no había vuelta atrás. Pese al dolor, todos nos fuimos muy lejos. Mi hermana rogó que nos lleváramos a sus hijos, así que se puede decir que tengo dos hijos más. En medio de la escape, mi padre ha muerto. La muerte vino a buscarlo como un anciano que vio a su familia crecer y hacerse fuerte. Pese a que no sufrió, los demás sí.

Un viejo aliado de la familia nos ayudara intentando pasarnos a otra region, no sabemos a cual. [...]

Era una noche sin luna y sin estrellas. El avión se dirigía velozmente en medio de la oscuridad con destino a Alemania. Había un calmo silencio en el interior. Caleb había mantenido su vista fija a la negrura hacía un buen tiempo y así estuvo hasta que se volteó a ver como se encontraba el resto. Leonardo se encontraba en la cabina, piloteando el avión; no podía verlo pero podía percibirlo despierto y escuchando música, siempre concentrado en el viaje. Una difusa luz lo rodeaba, su aura. Por medio de esta podía saber que era alguien con bondad y diversión aunque tenía sus cuotas de seriedad. Newén estaba de espaldas a Caleb, durmiendo, y con los auriculares puestos para que el sonido ambiente no obstruyera su sueño. Había algo en Newén que le recordaba a él mismo, quizás, la reserva y la determinación. Detrás de él estaba Valquiria. Ella dormía alborotadamente contra el asiento rodeando con un brazo a Lena y con el otro sosteniendo fuertemente el diario de Enar. Desde que lo había encontrado no dejaba de leerlo. Las dos se veían tan frágiles en sueños. Por un rato mantuvo los ojos en el rostro de Valquiria. Tan extraño e increíble, pensó él. No dejaba de pensar en el momento en que la vio en la enfermería del instituto. Él había percibido algo raro cuando la vio ingresar y al ver su cara se sintió quebrar internamente. Se había detenido en cada uno de sus rasgos, incrédulo. Tras años sin verlo había sido un gran golpe.

Soy su ángel, se dijo una vez más. Necesitaba mantener controlados sus emociones, ya se lo habían advertido varias veces. Los ángeles tenían sentimientos aunque no se podían comparar con los humanos, pero él llevaba mucho tiempo entre ellos y cada día se parecía un poco más a uno.

— Que complicado eso de ayudar pero a la vez no poder intervenir —una voz con irónica diversión dispersó sus pensamientos.

Percibió la presencia de Joshua junto a él. Estaba con una sonrisa diabólica y sus ojos se veían opacos. Caleb giró hacia él pero enseguida volvió su vista al cielo negro. Vampiro: una peste de nunca acabar, pensó. Intentaba no pensar en él pero siempre se las ingeniaba para entrometerse. No era nada nuevo lo que le había dicho y sabía que su trabajo era complicado, pero era su trabajo. Velaras por la familia y protegerás el linaje como propio de todos aquellos que se atrevan a amenazarlo. Serás aquel guía que hará que descubran la verdad, en caso de que deseen saberla, pero nunca osaras entrometerte en el camino del autoconocimiento. Repasaba miles de veces por día, aquel discurso dado hace ya cientos de años.

Joshua sonrió para sí mismo.

— Creo que va a llegar un momento en que hagamos las paces, no podemos seguir así por mucho tiempo —volvió a hablarle.

Su tono de inocencia fingida era muy descifrable. Caleb se giró nuevamente y lo miró directamente a los ojos. Aquellos ojos verdes estaban opacos, y se veían cansados pese a la diversión del momento; tenía sed.

— No me creo ese papel tuyo de ser el malo bueno de la historia, se que algo tramas y ocultas. Creo que nos conocemos bien —le dijo Caleb en un tono muy tranquilo. Joshua suspiró y miró hacia adelante pensativo, para volver su vista a él.

— Sí ¿no? Pero perdí la cuenta —arrugo la frente como señal de confusión— Debe hacer alrededor de 15 siglos que nos conocemos; tendríamos que festejarlo con una fiesta. ¿Qué te parece? —él sonrió abiertamente y sus ojos se expandieron. Caleb no respondió— Cierto eres un ángel, siempre me lo olvido.

—Todavía no comprendo cómo Valquiria puede confiar en ti —murmuró.

— Es fácil yo actuó siguiendo mis propias convicciones y lo que yo quiero, en cambio tu, actúas según lo que se te ordena —expresó. Caleb no dijo nada, sabiendo que en eso, Joshua tenía la razón pero nunca lo aceptaría en voz alta. Miró como Joshua giró y siguió su vista que iba directamente a Valquiria— Supongo que también notaras su parecido, ¿acaso no te produjo nada? —preguntó Joshua mirándolo con seriedad. Su corazón débilmente se volvió más rápido y su mente viajaba a cientos de años atrás.

— Siempre en la descendencia hay parecidos, aunque me sorprende que lo haya a estas alturas en que la mezcla de sangre y el ambiente juegan un papel en lo físico —respondió viéndose con total calma, como si dentro de él no estuviese experimentando la melancolía y tristeza que lo acompañaban habitualmente— Pero en cuanto a carácter difieren mucho. Y si tanto te importa saberlo, no me produjo nada —él mentía pero no podía aceptarlo, nunca aceptaría algo dicho por Joshua.

—Por supuesto que no tiene que pasar. Ya un ángel se equivocó y se auto exilio por ese tema, supongo que no puede pasar de nuevo, aunque el error ya casi lo cometes...dos veces —asintió este. Los ojos de Caleb se abrieron y algo en su interior quería explotar.

— En vez de hablar de mis errores porque no hablamos de los tuyos, ya tu sola existencia es uno —sonrió Caleb con malicia.

— Un angelito pensando malvadamente, huelo a ángel caído por acá —rió.

— No, para nada —negó— Desear el mal a un demonio es totalmente aceptable para mí, no te olvides que tengo una vida terrenal, un propósito especifico y solo sigo las instrucciones de alguien a quien, el hecho que te mate, no le va a molestar —agregó.

— ¿y porque todavía no me has matado? —preguntó sonriendo, desafiante. Él varias veces se había hecho la misma pregunta.

—Siempre espero la redención de los demonios, aunque te mantienes en equilibrio con tus acciones. Por cierto, va a ser mejor que te alimentes de la sangre que Valquiria tiene para ti. Pareciera que los años acumulados se te notan cuando no lo haces, mira que 1500 años no le sientan bien a nadie —sonrió Caleb de la forma en un pintura inmortalizaría en oleo a un ángel, hermoso y desafiante.

Joshua lo miró con fuego en sus ojos e imperceptiblemente, se fue de su lado. Él respiró hondo y sonrió para sí mismo, volviendo su vista al cielo oscuro y a que sus pensamientos volvieran a arremolinarse en su mente.

Legado I: Herederos de Sangre © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora