Capítulo 4. Paranoia

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Habían pasado dos días. Valquiria se encontraba en el Hospital General de Aage haciendo su recorrido habitual. Iba de un lado a otro intentando no pensar tanto en su hermana. Ella estaba bien, en la casa descansando como era debido. Con un suspiro intentaba pensar en otra cosa. Después de tantos años en la academia, estar allí con una aparente vida normal le resultaba monótono y aburrido. Lo mejor de todo era la posibilidad de poder convivir de nuevo con su hermana. Desde que todo había sucedido de manera precipitada ambas habían sido alejadas y Valquiria había perdido contacto con ella hasta hacía unos años. Una ráfaga de resentimiento la golpeó. Cerró sus manos en puños contra la mesa de la oficina de médicos. Estaba sola allí. Respiraba hondo calmando esa fiera interna que quería salir y arrasar con todo a su paso.

Su vida no había sido fácil. La vida de ningún cazadora la era, pero la de ella especialmente. Había crecido entre grandes muros rodeada de personas como ellas. Su niñez la había pasado entre clases teóricos, practicas y torturas. Con el paso del tiempo aprendió como subsistir en ese lugar y había encontrado un camino para seguir de pie. El resentimiento no era bueno pero era lo único que la movía a seguir con sus objetivos.

En el momento en que un medico ingresó a la oficina intentó pasar desapercibida revisando su celular. Tenía mensajes de Newén y de Leonardo. Lena había tenido visitas como los días previos pero ahora se le sumaba alguien más. Caleb. Lentamente una duda crecía en su conciencia.

— Si no hubieses sido cazadora, quizás podrías haber tenido buena suerte siendo bruja —inquirió Leonardo una vez ella le dijo la desconfianza que sentía hacia él.

No sabía que era pero no se fiaba. Era demasiado simpático y encantador, además de preocuparse de más por sus alumnos. ¿O solamente era con Lena? Estas siendo un poco paranoica; recordó la voz de Newén bajándola a tierra. Podía ser que él tuviese razón pero su paranoia era una gran ayuda en momento en que no podía confiar en su percepción de las cosas. Allí afuera había miles de criaturas que podían influenciar tus emociones, pensamientos y acciones. Y solo la paranoia era quien se salvaba de ser manipulada. Agarró el celular guardado en su pantalón, buscó en la agenda y llamó. A los dos tonos se oyó una tranquila voz.

— Espero que te hayas dado cuenta que son las dos de la mañana —inquirió Newén sin escucharse enojado. Valquiria puso los ojos en blanco. Lo sabía bien pero necesitaba saber cómo estaba su hermana después de ese largo día. Además era probable que él ni siquiera estuviese durmiendo, sino trabajando, leyendo, o practicando.

— Hay un reloj del tamaño de una pelota de futbol en este lugar —murmuró ella dejándole en claro que sí— ¿Lena? —preguntó.

Escuchó a Newén suspirar antes de comenzar a hablar. En ese momento se abrió la puerta de la oficina dando paso a Leonardo. Él vestía un ambo azul oscuro. Tenía el pelo atado y tirante, y la barba un poco recortada. Le dedicó una mirada curiosa a medida cerraba la puerta y se dirigía hacia la cafetera ubicada sobre una mesada. Valquiria le hizo caso omiso escuchando a Newén. La mayoría de las cosas le parecían irrelevantes como algunas visitas que no le interesaban. Solo hubo una cosa que la dejó pensativa en un estado de completa duda.

— ¿Caleb estuvo en mi casa? —preguntó con desconfianza. Su voz se volvió ligeramente más grave como cada vez que estaba enojada o sorprendida. Leonardo se sentó a su lado con una sonrisa incrédula.

— Así es, vino a ver como se encontraba Lena. Estuvieron alrededor de cuarenta minutos hablando en la sala de arriba y después se fue —explicó. Ella quedó en silencio. Un turbio silencio que hizo que Leonardo dejara de sonreír y arrugara el entrecejo— No creo que sea nada para preocuparse —dijo Newén con tono comprensivo.

— Quizás no, o quizás si —habló ella finalmente. Después de intercambiar algunas palabras cortó la llamada y guardó su celular.

Por medio de una aplicación en su celular enviaba una orden a la computadora de su casa para que buscara algo sobre Caleb. No confiaba en nadie y menos en él. Leonardo, tomando un sorbo de su café, apoyó sus brazos sobre la mesa acercándose más a ella.

Legado I: Herederos de Sangre © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora