Capítulo 17. The Fallen

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 —¿Piensas ir con nosotros? —preguntó Leonardo mirando a Caleb de pie y apoyado sobre una de las paredes como si fuese una escultura.

Aunque ni siquiera el David de Miguel Ángel se vería tan bello y etéreo como la imagen que él poseía. Sus oscuros ojos abandonaron el suelo para levantar la vista hacia él, que se encontraba sentado en una silla y con sus armas cerca para poder guardarlas. Caleb no se había dado cuenta el tiempo que llevaba metido en sus pensamientos hasta que vio su alrededor y se ubicó dentro del cuarto de entrenamiento de la casa de Norbert.

Leonardo estaba más formal que de costumbre con un jean oscuro, camisa de rayas finas blancas y negras, corbata negra y un saco bordó. Su pelo estaba estratégicamente desordenado y llevaba la barba recortada. La oscuridad de sus ojos se enfocaba en él con intriga.

— Si, los acompaño —respondió Caleb tras darse cuenta que llevaba unos minutos sin decirle nada.

— ¿Y vas a ir vestido como si salieras de un velorio gótico? —preguntó horrorizado. Caleb se miró a sí mismo y no veía nada malo, esa era su ropa usual jeans oscuros, camisetas lisas y su campera de cuero negra.

— No todos los hombres están tan a la moda como tu —gritó Norbert desde la otra punta de la habitación a lo que Leonardo le dedicó una mirada venenosa.

— No le hagas caso —indicó Newén cerca de él, mirándose en el reflejo de un espejo roto y teniendo dificultades con su corbata. Tanto él como Norbert también vestían semi formal— Y puedes usar lo que quieras —agregó mirando a Caleb y tirando la corbata a un lado.

—Vamos a ir de cacería y a una fiesta, así que debemos llevar las mejores armas, sean de fuego o físicas —sonrió Leonardo guardando sus dos pistolas 9mm debajo del saco.

— Él tiene razón —comentó una cuarta voz neutral.

Caleb se giró hacia la derecha donde Valquiria se acercaba a ellos caminando a pasos largos y firmes, y al verla sintió un sentimiento extraño en su interior, como si su corazón y vísceras se retorcieran de los nervios. Ella se veía hermosa y letal, con un vestido dorado lleno de piedras del mismo color, que llegaba hasta la mitad de sus muslos. Y unos centímetros más abajo comenzaban sus largas botas de cuero negro. Llevaba el pelo recogido haciendo ver su cuello largo e infinito, sus ojos enmarcados en sombra oscura y sus labios rojos como la sangre. Caleb la observaba con la certeza que incluso después de conocer a los ángeles más hermosos, nadie se compraba con ella.

—Genial, lo has dejado sin palabras —rebuznó Leonardo ofendido tras ver la palidez en él y la rigidez en su cuerpo, a lo que Valquiria sonrió victoriosa.

— Ese es el objetivo —murmuró— Y por cierto, ¿Cómo mierda vas a entrar en la fiesta con esas armas dentro del saco? —gruño.

Leonardo se puso de pie acercándose a ella desafiante para finalmente abrir su sacó. Inmediatamente Valquiria sonrió y lo miró chispeante.

— Ya sé, siempre te impresiono —él le guiño un ojo y se alejó— El agente Q lo creó para ocultar las armas de la vista. Produce una onda sonora que se emite hacia el cerebro y actúa en los focos de la visión, como nuestro dispositivo de invisibilidad. Y en los humanos el efecto dura mucho mas — indicó mostrando un pequeño aparatito.

— ¿Podes dejar de llamarlo Agente Q? Esto no es James Bond, y si no te sabes su nombre dile simplemente ingeniero —indicó ella con molestia pero en sus ojos había diversión.

Caleb miró por última vez a todos antes de que se fueran. Todos, incluso Norbert, se veían de buen humor. Era como si prepararse para la lucha y para la posible muerte los llenara de vida. Él pensaba que pasaría por la cabeza del primer ángel cuando decidió crearlos, simples humanos convertidos en guerreros celestiales expertos en aniquilar cualquier cosa que no quieran en su camino.

Legado I: Herederos de Sangre © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora