Era una de esas noches en las que se podía disfrutar de la suave brisa chocando contra tu rostro y el hermoso sonido del correr del agua. Una de esas noches que uno querría que duren para siempre.
Teo reflexionaba sobre los misterios que escondía el Universo con los ojos entrecerrados y las manos en los bolsillos, desafiando su buena suerte al estar sentado en la ventana de su habitación, en el sexto piso del edificio donde vivía con su tía.
Su ensimismamiento se vió interrumpido por el sonar de un teléfono móvil. El suyo, particularmente. Casi con indiferencia, el muchacho sacó las manos de sus bolsillos, con el aparato en una de ellas, y le dió una mirada aparentemente fatigado. No se trataba de otro si no que su mejor amigo.
"Deberías terminar con el hábito de arriesgar tu vida"
El aura de Teo había cambiado drásticamente, sus ojos color miel se habían encendido, y una sonrisa se había abierto paso en su bello rostro; ese mensaje solo podía significar una cosa. Miró hacía abajo, y pudo notar una pequeña silueta justo debajo de sus pies, que sacudió la mano de derecha a izquierda con efusión; Marc estaba allí.
Sin pensarlo dos veces, ingresó a su recamara, tomo una chaqueta y se la enfundó mientras bajaba las escaleras con una felicidad inexistente minutos antes. Abrió la puerta principal y se tomó unos segundos en inspeccionarlo; un muchacho de cabellos rubios y sonrisa ladeada le devolvía la mirada con sus penetrantes ojos color café.
La sonrisa de Marc se ensanchó al ver las pintas de su amigo, que vestía un pantalón holgado y el pecho apenas cubierto con una cazadora. Su pelo, de un inusual color casi rosa, se encontraba desordenado como casi siempre. Al fin y al cabo, era Teo el muchacho en cuestión.
—Déja de mirarme como si tuviera algo en la cabe...—comenzó a decir el recién llegado, pero se vió interrumpido por el fuerte abrazo en el que lo envolvió su camarada. Teo lo estrechó contra si, pues hacía más de una semana que no se veían, y aunque las llamadas eran constantes, era el mayor período de tiempo que se habían separado.
—Hola—susurró, la voz de Teo se vió ahuecada al tener la frente apoyada en el hombro de Marc. Le dió un último apretón para después soltarlo. Sus mejillas se tornaron de un rojo furioso al caer en la cuenta de lo que había hecho y lo incómodo que debió haber sido para su amigo.
—¡Oye, no te apenes!—dijo Marc, con una pizca, casi imperceptible, de humor—. ¿Vamos a dar un paseo?
—Seguro—aceptó Teo, y se adelantó a paso rápido, sin vacilar. Sus pies se arrastraban sobre la grava con un sonido casi inaudible.
—¿Tu tía sabe que estás fuera?—preguntó el rubio, que se había dado vuelta sobre sos talones. Teo miró hacia su apartamento, la ventana seguía abierta; negó con la cabeza y esperó en el lugar que se había detenido por su amigo.
Caminaron en silencio por unas cuadras; el ambiente entre ellos había cambiado drásticamente. Parecía ser la calma antes de la tormenta. Teo podía sentir que algo iba mal, pues no eran tan jocosos como de costumbre.
—Detengámonos aquí ¿te parece?—preguntó Marc, señalando con la cabeza un pequeño lago a su derecha.
—Ni siquiera pienses que me meteré al agua—respondió, señalándolo con su dedo índice a modo de advertencia.
—Tranquilo, no está en mis planes que mueras de hipotermia—dijo desordenándose el pelo con la mano.
Esquivando un poste de luz, Marc, se dirigió a un banco blanco, justo en frente del lago, a tomar asiento. Acto seguído, daba palmadas al lugar a su lado para invitar a su amigo a sentarse. Este se encontraba hipnotizado con el agua, pero se dió por aludido una vez que Marc carraspeó.
—Hay algo que necesito decirte—soltó el rubio en un susurro, con la mirada clavada en su regazo. En su campo de visión, se infiltró una mano: la mano de Teo, para apoyarse en su pierna.
Teo sonrió de medio lado, mostrando sus blancos y alineados dientes, y le apretó la rodilla de su amigo como si supiera él también de la verdad que estaba a punto de revelarle. Marc sintió una que una oleada de optimismo recorría su cuerpo; esa sonrisa solo significaba que no iba a enojarse con él.
—Mira... Se que te debería haber dicho esto hace tiempo. Pues para mi suponía un gran esfuer...—los labios de Teo contra los suyos le imposibilitaron terminar con la frase; este lo tenía sujeto de las solapas de la camisa, sin dejar lugar a cualquier intento de escape por su parte.
Los labios de Teo se movieron gentilmente contra los de Marc, quien seguía con los ojos abiertos de par en par, anonadado. Las manos de Teo viajaron hasta su cintura, aprisionándolo, en un intento de llevar el beso a otro nivel, pero Marc no parecía reaccionar.
—¿Algo está mal?—preguntó Teo al separarse, aflojando su agarre. Marc aún parecía sorprendido; su boca algo abierta se transformó en una pequeña sonrisa, un haz de luz cruzó sus ojos justo antes de abalanzarse contra la boca de Teo.
Los vellos en el brazo de Teo se erizaron, y tal era la satisfacción que obtenía al estar envuelto en aquella situación que le hizo preguntarse porque había escondido tanto tiempo sus sentimientos, si aquello se sentía tan correcto, y hasta hacía que su vida parezca plena. ¿Por qué se había abstenido de sentir sus suaves y llenos labios sobre los suyos, o el dulce compás con el que bailaban sus lenguas? ¿Por qué había sido tan cobarde?
Al separarse, ambos muchachos tomaron una gran bocanada de aire, pero aún así no pudieron acompasar sus respiraciones, o la velocidad con la que sus pechos subían y bajaban.
—Nunca me hubiera imaginado que un paseo inoncente terminaría en esto—declaró Marc, con una risotada. La luz de la luna hacía brillar su pelo más de lo común, así como también iluminaba su armónico perfil; su nariz recta, sus largas pestañas y sus labios rellenos que hacía segundos se encontraba saboreando. Marc rompió el silencio diciendo—: Estás muy callado. Déjame decirte que me asustas.
Teo, como de costumbre, no se detuvo a pensarlo dos veces; sus bocas se juntaron una vez más, y de improviso. Marc rozó con la punta de su lengua el labio inferior del muchacho, en un intento de profundizar el beso. Las manos del rubio se dirigieron a la cintura de Teo, por debajo de la cazadora, tocando con delicadeza la piel de su musculoso abdomen. Teo no pudo detener el gemido que se escapó por sus labios. La lengua de Marc se introdujo en su cavidad casi sin permiso, haciendo de esa una noche mágica. Una de esas noches que uno querría que duren para siempre.

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Definitivamente No || Yaoi
Romantizm[Historia BoyxBoy, si no te gusta el género, no leas ni te tomes el tiempo de criticar. Si no es así ¡Espero que disfrutes de leerlo!] Teo ha de empezar su último año de secundaria con el pie izquierdo. Su mejor amigo desapareció de la noche a la ma...