Capítulo 18

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Capítulo 18

   Se estaba mirando al espejo, cuando la comisura de sus labios dibujó una sonrisa de triunfo en su rostro. Había recibido lo que esperaba con tanta ansías, sabiendo que con ello, aquella victoria de poder matar con sus propias manos al hombre que le había arrebatado a Antonella de sus manos. Sabía que su rival iba a responderle de esa manera. Sabía que el duque St. Ives no dejaría pasar esa oportunidad para defender el honor de su amada esposa. Había aceptado aquel duelo sin ningún titubeo.

_ No te imaginas lo que te espera, duque St. Ives… Siempre  consigo lo que quiero. Y lo que quiero precisamente en este instante, es verte morir en el duelo… Te haré arrepentirte por casarte con la prometida de otro hombre…

   Su mirada era fría y malévola. Mientras sonreía, al saber que le haría pagar a Nicholas la osadía de haber sido el primero en tocar a Antonella. Su pensamiento volaba a ese inevitable momento, en que tuviese a aquel hombre frente a frente.

_ No sabes lo que te espera…

   Nicholas, mientras tanto, se encontraba en su estudio. Tenía en sus manos un arma, aunque sabía que no era que la que utilizaría. Pero lo único que podía pensar era tener al duque Monaghan, frente a frente, tener un arma en mano, dispararle y luego matarlo.

   Sí… Matarlo.

_ Nicholas…

_ Ahora, no, Virginia…

_ Sabes que es una locura. Peter me ha contado lo que piensas hacer… ¿Has pensado en lo culpable que pueda sentirse Antonella, si llega a pasarte algo?

_ No hay palabras que puedan detenerme… Ese hombre la ha lastimado. Y no puedo quedarme con los brazos cruzados, como si no ha pasado nada. ¿Cómo crees que me siento al verla ausente de sí misma?... Ese hombre ha robado su esencia. Sus ganas de reír. Y no puedo verla así, desmoronándose poco a poco…

_ Nicholas…

_ ¡No puedo!… Entiéndelo. No puedo fingir que nada ha pasado. Soy su esposo. Debo defender su honor… Y es lo que haré. No temas, sé cuidarme. Nada me pasara. Mi padre y mi tío me enseñaron muy bien cómo usar un arma.

   No había palabras que pudieran retenerle ni hacerle cambiar de parecer. No había días en que se culpara a sí mismo, por haberse alejado aquella mañana, si él la hubiese acompañado, quizás nada de aquello hubiese ocurrido.

   Sobre su cadáver.

   Virginia le dejó solo. Su actitud distante expresaba que era lo que más deseaba. Aquella mañana, al entrar de nuevo en la habitación de Antonella, la había encontrado llorando y con la mirada pérdida, mientras se encontraba sentada en su cama, mirando hacia la ventana. Le dolía en el fondo del corazón verla así, tan desvanecida de sí misma. ¿Cómo no aceptar aquel duelo, aunque sabía que podía ser él, el que muriera? No se confiaba realmente de lo que pudiera ocurrir aquel día. Por lo que podía ver, si aún conocer ciertamente a aquel caballero, es que el duque Monaghan podía estar preparándole una trampa. Él debía estar preparado para todo. Incluso, su padrino del duelo, un viejo amigo que había conocido tiempo atrás, y ahora se encontraba residenciado en Londres.

_ Estoy exigiendo mi derecho…Y estás en el deber de hacerlo._ dijo al acercarse de nuevo a Antonella, sin importarle lo adolorida que estaba por la caída_. Tus lágrimas no me conmueven…_ la tomó con fuerza y la subió al catre. Sería de él, aunque ella no lo deseara_. Si fuese ese el duque de St. Ives no te negarías, ¿Verdad?... ¿A él si te entregarías como de seguro ya lo has hecho?

_ ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NOOOOO!_ empezó a gritar mientras él la desvestía a la fuerza. Rasgando su vestido.

   Antonella no había podido salir de aquella pesadilla. En sus sueños y aún despierta, aquellos recuerdo la aturdían, hasta destrozarla por completo.

_ Éste ha sido mi regalo de boda, duquesa de St. Ives._ le dijo con chocancia, mientras rozaba su mejilla derecha y la lamía hasta llegar a su cuello, haciéndole sentir a Antonella que quería vomitar_. Ahora he de escribirle a su esposo, para informarle que lo espera como una fiel esposa en este lugar… Y que estoy dispuesto a un duelo. No descasare hasta lograr herirlo a muerte. Será un placer si le hace también saber mis deseos.

  Su corazón aún latía aterrorizado. Su respiración se agudizaba. No había querido salir de su habitación, al sentirse segura en aquel lugar. Las manos les temblaban, de igual forma,  que todo su cuerpo. Cerró los ojos una vez más, mientras miraba hacia la ventana y veía a Nicholas subir a su carruaje. Se sintió herida, y al mismo tiempo, culpable, quizá ella había sido muy dura con él esa mañana, al rehuir a su abrazo y a su consuelo. Ahora él se marchaba, sin hacerle saber que pensaba marcharse. Él se marchaba de aquel lugar, sin ella saber a dónde.

_ Nicholas… Nicholas…_ susurró melancólicamente, mientras una lágrima recorría su mejilla derecha_. Lo siento… Quizás hubiese sido mejor jamás haberme reencontrado contigo…_ secó su lágrima, alejándose de aquella ventana.

Las lágrimas de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora