Capítulo 16
La presencia de aquel hombre le causó repugnancia. Asco. Deseaba huir, pero no podía escapar.
_ Deja de llorar… Te ves tan patética. ¿No se alegra en verme de nuevo?_ mencionó con sarcasmo_. Pensé que se alegraría de ver que la encontraría y vería con sus propios ojos, que ni que se hubiese ocultado bajo las piedras, no la hallaría… Menos en un nombre falso. ¿Caroline Swanson?
El mundo se desmoronó cuando aquel carruaje llegó a aquella propiedad, sin Antonella. Virginia había sentido un mal presentimiento, y ahora descubría el por qué. Lamentándose de no haber impedido aquella salida aquella mañana. De no haber tenido un argumento o una razón tan poderosa para haber detenido a Antonella.
_ ¡Papá! ¡Papá! ¡Secuestraron a Antonella!_ le dijo Sophia a correr a sus brazos con los ojos llenos de lágrimas, sintiéndose culpable de aquello. Si ella se hubiese negado, en vez de aceptar cuando Antonella le dijo para salir a comprar unos listones aquella mañana, nada de aquello hubiese ocurrido. Sus lágrimas podían expresar aquel profundo dolor mientras le iba explicando lo ocurrido.
Fue todavía doloroso para Nicholas encontrarse con esa verdad, a su llegada, sintiendo la impotencia que se adhería a sus venas. Ella estaba en peligro, lejos de allí, sin él poder saber a dónde ir para acudir en su ayuda.
El suelo se había abierto a sus pies y se lo tragaba vivo, antes de arrancarles las entrañas.
Nicholas sintió como si un puñal se enterrara de nuevo en su espalda, mientras el aire se le escapaba de los pulmones.
_ ¿Te comieron la lengua los ratones?_ sonrió el duque Monaghan con malicia, al arrastrarla a una cabaña abandonada que habían encontrado en el camino, al mismo tiempo que aquel hombre que le había ayudado, se quedaba en el carruaje a esperarlos_. No importa… tu voz no es lo que me interesa de ti. Sino algo más…
La empujó en el interior de aquella cabaña, amenazándola de quitarle la vida, si se atrevía a huir mientras el prendía una lámpara de aceite que había encontrado en una mesa llena de moho. Antonella se encontraba estática, a pesar de que temblaba, llena de miedo. Había mirado tanta maldad en los ojos de aquel hombre. Luego volvió a acercarse a ella y la miró de pie a cabeza. Detallándola morbosamente, con pensamientos que deseaba llevar ya a cabo.
_ Tu actitud de querer escapar de tu realidad fue tan tonta…_ se acercó a Antonella de una manera impropia. Como si en frente de él estuviese una mujer de mala reputación. Una simple cortesana o una meretriz barata.
_ No le tengo miedo…_ me atrevió a decir. Aunque la verdad era otra. Pero no se lo iba a demostrar.
_ ¿Está segura?_ la tomó en sus brazos, mientras colocaba sus manos en su cintura y en sus mejillas. Obviamente estaba dispuesto a exigir lo que era suyo. Aun cuando otro hombre ya lo hubiese tomado.
_ ¿Qué hace?... ¡Quite sus manos de mí!
_ No pretendo hacerlo…Además puede gritar por ayuda, si le place hacerlo. Nadie acudirá a defender su integridad, “Duquesa St.Ives”…_ su sonrisa era cínica y maliciosa.
La tomó con más fuerza, aunque ella empezó a defenderse. Se oponía a la fuerza. Pero él era aún más fuerte que ella.
_ ¡Suélteme!... ¡No! ¡No!
Sentía su respiración en su cuello, y sus manos acariciarla impropiamente.
_ Eras mi prometida…Aunque hayas tenido la osadía de casarte con otro hombre. ¿Qué más da si ahora exijo lo que era mío desde un principio?..._ la sujeto a la fuerza a los hombros, a pesar de que ella forcejeaba con él.
La empujó con fuerza después de haberle dado una cachetada, por lo que ella cayó al suelo, golpeándose primero con la parte inferior de la madera, del catre que estaba allí. Y después con el piso.
_ Estoy exigiendo mi derecho…Y estás en el deber de hacerlo._ dijo al acercarse de nuevo a Antonella, sin importarle lo adolorida que estaba por la caída_. Tus lágrimas no me conmueven…_ la tomó con fuerza y la subió al catre. Sería de él, aunque ella no lo deseara_. Si fuese ese el duque de St. Ives no te negarías, ¿Verdad?... ¿A él si te entregarías como de seguro ya lo has hecho?
_ ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NOOOOO!_ empezó a gritar mientras él la desvestía a la fuerza. Rasgando su vestido.
Aquel hombre abusaría de ella. No podía concebir aquello, sin embargo, a pesar de su lucha, él lo había conseguido, cuando sus manos atravesaron todo su cuerpo. Y mucho más allá. Robándole una parte de su ser. La había tomado como tanto había deseado. Sintiendo que si sembraba una semilla dentro de ella, jamás el duque de St. Ives podría saber si era suyo o un bastardo.
Sonrió con frialdad al terminar, mientras Antonella lloraba sin consuelo alguno. Ella, al fin, se había convertido en ese objeto para saciar sus deseos.
_ Éste ha sido mi regalo de boda, duquesa de St. Ives._ le dijo con chocancia, mientras rozaba su mejilla derecha y la lamía hasta llegar a su cuello, haciéndole sentir a Antonella que quería vomitar_. Ahora he de escribirle a su esposo, para informarle que lo espera como una fiel esposa en este lugar… Y que estoy dispuesto a un duelo. No descasare hasta lograr herirlo a muerte. Será un placer si le hace también saber mis deseos.
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Las lágrimas de un Ángel
RomanceLady Antonella Campbell, hija del marqués de Griffith, no podía concebir la idea de que su padre la comprometiera con un hombre que la veía como un objeto en Venta. Motivada en encontrar lo que más anhela: Su libertad. Decide huir y embarcarse en un...