Capítulo 1
Aquel hombre, que se negaba a pensar en aquel pasado que había dejado atrás. En su estudio no había podido evitar hacerlo. Volvía a recordar a aquella niña de cinco años que una vez había conocido en sus vacaciones en Bath. Aquella pequeña niña, que sin quererlo, había hecho que se le dibujara una sonrisa en su rostro, a pesar de su tristeza, siendo él tan sólo un niño de diez años. Su inocencia le había atravesado el alma. Había sentido compasión por ella, al ver como sus hermanos la menospreciaban, la hacían sentirse una tonta o la rechazaban, mientras ella iba creciendo. Ella había sido un pequeño ángel en su vida. Un ángel que empezó a crecer antes sus ojos, poco a poco, mientras su abuela Beatrice había empezado a decirle en broma, en cada vacaciones que iban con ella a Bath, que él sería quien le pediría su mano en compromiso cuando ella creciera y se volviera una hermosa señorita. Sin embargo, el padre de ella no soportaba a su familia. Los consideraba tan inferiores. Al ser él un simple noble sin titulo
<< Si alguna vez llegas a viajar a St. Ives, veras lo hermoso que es… Más allá incluso puedes contemplar Irlanda>>, le había expresado cuando ella había cumplido once años. Mientras su abuela se encontraba presente, junto a la dama de compañía de ella.
_ ¿Qué habrá sido de ti, Antonella?_ se dijo, sintiéndose tan culpable, por no haber cumplido una promesa, creyendo que lo hacía por su bien. Por el bien de ella.
Antonella se había bajado del coche que le había llevado hasta allí, sabiendo que lo mejor era inventarse un nuevo nombre. Y buscar un trabajo. ¿Podría ser la niñera de una familia de clase alta? ¿Una sirvienta? ¿O una institutriz? No le importaba en absoluto trabajar, era lo único que podía hacer para ganarse honradamente el pan de cada día.
Cuando al fin logró que alguien le diera información sobre una persona que necesitaba una institutriz para su hija. Ella no lo pensó dos veces, tal vez era lo único que encontrara en aquel lugar, después de sentirse tan exhausta por haber caminado tanto.
_ Virginia, ¿Estás segura en querer el servicio de una institutriz para la pequeña Sophia? Sabes que el señor Preston no quiere a nadie. Piensa enviarla a una escuela para señoritas en Bath.
_ Peter, el señor tendrá que aceptarlo… ¿Crees que sería lo mejor para una niña que apenas tiene siete años? Su tío, que en paz descanse, no era tan insensible… Cuando el señor era un niño, su tío siempre se preocupó por su bienestar… Además la niña es inocente de todo el infierno que su padre tuvo que vivir junto a su madre. Esa libidinosa e indecente mujer que envenenó aún más el alma del señor. Ciertamente tendré que hacerle reflexionar y hacerle ver que el mejor lugar de la pequeña Sophia es este lugar en vez de una escuela para señoritas…_expresó sin ningún remordimiento_. Y la señorita que se ha presentado ha venido por recomendación de una vieja amiga… No necesito ninguna otra recomendación.
_ Aun así, sabes que él no quiere a nadie más aquí… Pareciera que amara la frialdad de este lugar. Has visto como ha reducido a la servidumbre, dejándonos a pocos a su servicio.
_ Me arriesgaré…
¿Qué había motivado a aquel hombre a ser así? ¿Acaso no sentía el vacío y la soledad de aquel lugar tan descuidado y frío? ¿Acaso, aquella mujer que aceptaba aquel trabajo sabía en lo que realmente se estaba metiendo? ¿Acaso creía que podría quedarse trabajando en aquel lugar, a pesar de no tener experiencia?
El tic tac del reloj lo despertó, después de haberse quedado dormido en su estudio. Había bebido lo suficiente para olvidarse del tiempo y de sus deberes, mientras la noche avanzaba, recordándole su historia.
¿Qué diferente era ahora? ¡Tan distinto al adolescente de catorce años que había sido enviado a Eton por decisión de su tío paterno! ¡Tan distinto a aquel adolescente de dieciséis años que una vez había hecho una promesa!
Ahora era un hombre frío, arrogante, amargado y orgulloso. No le importaba lo que pensaran o dijeran los demás. Era el hijo de un hombre que había renunciado a su título y a su fortuna, al saber lo que su padre haría, si tenía la osadía de casarse con una plebeya irlandesa, por lo que tiempo atrás, se había convertido en el hazmerreír de muchos que lo consideraban un “don nadie afortunado”. Rescatado por la bondad de su tío, antes de éste morir. Le había dejado sus propiedades y una generosa fortuna, al no haber tenido ningún hijo.
Como pudo se dirigió a su habitación. Empezaba a dolerle la cabeza, sin embargo, no quería molestar a ninguno de sus sirvientes, quienes eran para él como su única familia. A parte de su pequeña niña. Aquella que había nacido a causa de aquella unión que no se debió llevar jamás. Uno de esos tantos errores que había cometido en su vida.
Entró a su habitación, cerró la puerta y se tumbó en su cama. Necesitaba descansar y eso era lo que haría.
<< ¿Qué habrá sido de aquella niña, a la que le jure volver a Bath, cuando yo tan solo tenía dieciséis años? ¿A aquella pequeña niña que conocí en aquella primavera de 1792, cuando ella tenía cinco años y yo tan sólo diez años? De seguro ya estará comprometida o casada con algún noble. Con un adecuado caballero como lo deseaba su padre. Y de seguro habrá olvidado mi promesa… Aquella promesa que por cobarde jamás le cumplí…>>, se dijo antes de quedarse dormido. Sabiendo muy bien, que él jamás hubiese podido casarse con ella. El padre de ella jamás lo hubiese permitido, al considerarlo indigno e inapropiado para ser el prometido de su hija. Y para la familia a la cual ella pertenecía. Una familia aristócrata inglesa con un abolengo que jamás aceptaría a un medio irlandés.
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Las lágrimas de un Ángel
RomanceLady Antonella Campbell, hija del marqués de Griffith, no podía concebir la idea de que su padre la comprometiera con un hombre que la veía como un objeto en Venta. Motivada en encontrar lo que más anhela: Su libertad. Decide huir y embarcarse en un...