Capítulo 7
Mientras Antonella se encontraba junto a la pequeña Sophia, en aquella habitación que el duque había ordenado que se acondicionaran para ellas, Virginia entró en su habitación. Debía buscar algo que le indicara quién realmente era “Caroline Swanson”. Sabía que ella guardaba un secreto en su silencio.
Había empezado a estudiarla. Observando con ello, que era muy educada y sus modales eran muy finos, para ser una simple institutriz.
Revisó sus cosas, hasta encontrar una especie de diario. Su diario.
_ ¡Dios mío!_ susurró para sí, mientras colocaba una de sus manos en su boca, sintiendo la coincidencia que le daba la vida._ Es un obsequio de Beatrice Campbell, la marquesa viuda de Griffith…
<< Para mi amada nieta Antonella Campbell. De su abuela que la ama. Beatrice Campbell… >>
Aquello fue con lo que se cruzó al abrir ese diario. El diario secreto de aquella señorita que se hacía llamar Caroline Swanson.
_ ¡Por dios, por eso sentía una fuerte corazonada al verla!... Ella es la nieta de la marquesa de Griffith. La aristócrata que Nicholas solía visitar cuando era un niño… Y dios la ha enviado como un ángel a este lugar.
Cerró aquel diario y lo colocó en donde Antonella lo tenía oculto. Sentía un estremecimiento de afectos por aquella señorita. Comprendiendo muchas cosas al fin.
Muchas cosas que ella guardaría en secreto hasta que fuese la mismísima Antonella quien dijera la verdad. Y contara por qué había mentido sobre quién era y por qué se encontraba en St. Ives, en aquel mes de diciembre.
_ Lo siento…_ dijo Sophia algo avergonzada y volvió a sentarse en su asiento_. No volverá a suceder… Prometo que mostraré interés en aprender.
_ Yo también lo siento… No he debido hablarte como lo he hecho.
_ ¿Te he hecho llorar?
_ No ha sido nada… ¿Continuamos?
_ Sí…_dijo con cierta curiosidad, al ver como Antonella fingía sentirse bien, cuando realmente no era cierto.
Aquella pequeña niña había podido ver que ella también sufría. Pero, ¿por qué?
Antonella, después de ese día, se prometió no volver a permitirse perder la paciencia, involucrando sus recuerdos, con la vida de esa pequeña niña. Ellas eran diferentes. Aunque lo único común que posiblemente tenían, era que tenían padres que ciertamente las aislaban de su presencia.
Cada mañana se dispuso a enseñar a Sophia, viendo con sus propios ojos, como ella realmente mostraba interés. Al mismo tiempo, en que Nicholas era cada vez más indiferente con ellas dos.
No obstante, una mañana se llevó una inesperada sorpresa.
_ ¡Su excelencia!_ dijo Antonella sorprendida al verlo entrar, mientras ella le enseñaba algunas palabras, como se había hecho costumbre, a Sophia.
_ Perdone mi interrupción. Solo que me ha dado algo de curiosidad… Y quiero ser testigo visual de lo que le enseña a mi hija. Y si ciertamente vale la pena que usted siga quedándose en mi propiedad. Recuerde que aún sigue en prueba._ expresó con frialdad.
_ Pase adelante…No interrumpe nada. Esta mañana le estaba enseñado algunas palabras. Antes de enseñarle un poco de matemáticas.
Nicholas se acercó a su escritorio y miró uno de sus dibujos más recientes.
_ Es buena en su trabajo, por lo que veo… ¿Le enseñara también pintar en acuarela?
_ Todo lo que le sea útil para ser una gran señorita._ le respondió algo molesta al ver que le había subestimado como institutriz. Aun cuando quizás él estaba en lo correcto en ver si ella era una buena institutriz para su hija.
Examinó cada uno de sus dibujos con deliberada atención. Hasta que se quedó con uno que a su parecer le llamo por completo su atención. Era un paisaje otoñal bajó un atardecer colorido y algo melancólico.
_ Usted es una verdadera cajita de sorpresa._ sonrió con cierta picardía. En parte al haber notado su reacción_. Espero que no se haya molestado…
_ Por supuesto que no…_ mintió.
_ ¿No?_ sonrió un poco más_. No las interrumpo más. Con su permiso, señorita Swanson me retiro._ dijo dejando aquel dibujo en su escritorio, sin prestarle la suficiente atención a su hija.
Antonella al observar aquello, se sintió indignada al ver como aquella niña lo miraba sintiéndose excluida. Lo se había acercado a ella, ni la había tomado en cuenta. Alzó la barbilla mientras le lanzaba una mirada seca sobre su hombro. ¿Qué pasaba por su cabeza justo en ese instante?
_Usted es insoportable._ dijo al cruzarse de nuevo en su camino, mirándolo aún más molesta.
_ ¿A qué debo su repentina reacción y su tono de voz? ¿Le disgustó que le interrumpiera, señorita Swanson?_ le espetó con prepotencia_. ¿Acaso olvida que esta es mi propiedad y entró y salgo donde quiera y a mi antojo?
_ Usted puede hacer lo que le plazca…_ le expresó en el mismo tono, olvidando quién era ella en su presencia_. Pero su hija, al menos, se merece su atención. ¿No cree que lo correcto hubiese sido preguntarle sobre sus avances y que ha aprendido?
_ ¿Pretende darme clases a mí también?_ dijo al cruzar los brazos.
_ Sólo intento que usted… Usted valore también a su hija… Con su permiso._ dijo al reaccionar. Ella no debía actuar de esa manera. No era más que una institutriz ante sus ojos.
_ Espere…_dijo al ponerse en frente de ella. Jamás ninguna mujer le había hablado con tanta firmeza, exceptuando a su ama de llave_. A usted le gusta molestarme, apostaría todo lo que tengo a que daría su vida por ello.
_ Sólo le he dado un consejo… Es usted quien a la final decide si lo toma o no.
La dejó marcharse, sintiéndose barrido por aquella mujer irreverente. ¿Acaso había olvidado que él era quien mandaba en aquel lugar?
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Las lágrimas de un Ángel
Roman d'amourLady Antonella Campbell, hija del marqués de Griffith, no podía concebir la idea de que su padre la comprometiera con un hombre que la veía como un objeto en Venta. Motivada en encontrar lo que más anhela: Su libertad. Decide huir y embarcarse en un...