Capítulo 8

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Capítulo 8

 

_ Señorita Swanson, ¿podría ayudarme?_ le había dicho Virginia al acercarse a ella.

_ ¿En qué podría ayudarle?

_ Otra horrible araña ha dejado una hermosa telaraña en la habitación del señor… ¿Podría ayudarme a quitarla?

_ ¿En la habitación del señor? No creo que sea correcto… Yo…

_ Aprovecharemos que salió a cabalgar y que no regresara aún. Él odia que alguien que no sea yo o Peter entre en su habitación.

_ Lo sé… Es algo que me aclaró el duque después de que accediera de mala gana a que trabajara para él. ¿Está segura que no habrá problema?

_ Te doy mi palabra…

   Antonella caminó hacia aquel lugar que había sido prohibido para ella. Virginia caminaba a su lado, dispuesta a que viera quién era aquel hombre en realidad. No entendía por qué aún no lo había reconocido. Ya habían pasado tres meses y aún parecía que ninguno se daba cuenta de a quien tenía al frente. ¿Acaso no le era obvio a Antonella ver que se trataba del mismo Nicholas Preston que había conocido en Bath? Y él, ¿acaso no se percataba de los modales tan finos que tenía ella?

   Abrió la puerta y entró, mientras Antonella la seguía con cautela.

_ Abriré las cortinas para que entre por completo la luz del sol.

_ Ok… ¿Dónde está la telaraña?_ preguntó al querer salir de allí rápidamente. No quería enfrentarse de nuevo con aquel hombre.

   Ella le sonrió y luego le indicó donde había visto aquella telaraña. Aunque realmente era una mentira blanca.

_ Espero que ahora puedas ver la verdad…_ se dijo a sí misma, viéndola de reojo.

   Antonella se detuvo en la mesa de noche que se encontraba en el extremo que daba hacia la ventana. Allí había un objeto que se le había hecho familiar. Sintió un estremecimiento en su corazón como si con ello consiguiera quedarse sin aire.

_ ¿Te sientes bien, Caroline?_ le expresó Virginia al levantar la mirada y al verla pálida.

_ ¿Ah?... Sí…Sí…

   Aquel objeto era un pequeño caballo de acero, que Antonella había mandado a hacer con ayuda de su abuela, cuando tan solo tenía once años. Había sido un obsequio de su parte para su Nicholas, después de que él le obsequiara una cajita de música. Una cajita de música que aún tenía junto al relicario que él le había obsequiado la última vez que se habían visto.

   En aquel instante se abrió la puerta de un golpe y lo vio entrar a él, viéndolo furioso al verla con ese objeto en las manos.

_ ¡Suelta eso!..._ le expresó, mientras ignoraba la presencia de Virginia.

   Antonella respiró asustada. Dejó el objeto en su lugar, mientras él se acercaba como un animal furioso hacia ella.

_ ¿Qué hace usted aquí? ¿Acaso no le prohibí poner un pie en éste lugar?

_ Nicholas, lo ha hecho porque se lo he pedido yo._ dijo Virginia en su defensa.

_ No la quiero a ella en mi habitación, Virginia… Se lo prohíbo_ ordenó sin percatarse como temblaba Antonella al no entender nada_. Puedo soportar su presencia en mi propiedad por tu petición. Pero no la quiero en mi habitación y mucho menos si tiene la osadía de tocar mis cosas… ¡Escúchame!, no tengo suficiente paciencia… Y lo he descubierto al verla tocar lo más sagrado que tengo en esta habitación.

   Su ira era completa y Antonella pudo sentirla en toda su piel al ver cómo le miraba con tanta rabia.

_ ¡Déjala en paz! Sólo ha sido mi culpa… He sido yo quien le he insistido que entrara en esta habitación.

   Antonella se encontraba completamente confundida. No comprendía nada. Por lo que salió de allí, corriendo, cuando las lágrimas empezaron a bañar su rostro. Ignorando si eso causaba extrañeza después.

   Bajó corriendo por las escaleras y se dirigió hacia el ala en donde se encontraba su habitación. Debía tomar sus cosas y marcharse de allí.

   Todo aquello debía ser solo una casualidad. Si… ¿O no?

Las lágrimas de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora