Capítulo 20
_ ¿Te encuentras bien?_ le había preguntado Christian a Nicholas, al ver su hombro.
_ Sólo ha sido un rasguño… Nada que necesite ayuda._ dijo, mientras miraba con desprecio a aquel hombre que le había provocado desde un principio.
_ ¡Me la pagara, duque St. Ives! ¡Me la pagara!_ expresó el duque Monaghan disgustado, mientras se quejaba de su herida. Nicholas le había disparado en el muslo izquierdo, casi cerca del inicio del fémur. A poco centímetros de sus genitales.
_ Valore que he fallado… No lo maté, ni le hice perder su valioso tesoro masculino. Aunque estuve tentado._ le dijo mordazmente.
_ No creo que tampoco se atreva a hacerle algo a mi buen amigo, tendría muchos testigos que podía atestiguar en su contra duque Monaghan. Incluyendo el testimonio que fue usted quien lo reto a duelo.
Antonella sentía que la vida se le iba, mientras la angustia se apoderaba de ella. Su corazón le advertía que Nicholas se encontraba en peligro, mientras la imagen del duque Monaghan llegaba a su mente.
Durante la ausencia de Nicholas, ella perdió el apetito por completo. ¿Cómo podía pensar en alimentarse, cuando sentía que se moría con cada segundo que pasaba sin saber a donde él había ido?
<< Ha ido a enfrentar a un duelo al duque Monaghan… Ha ido a defender tu honor… Ha ido a matar al duque Monaghan… >>
Aquello pensamientos le aturdían hasta el punto de hacerle gritar por la desesperación.
_ ¡NO! ¡NO! ¡NO!
Al tercer día, mientras se encontraba en la cama, sin lograr conciliar el sueño. El sonido de un carruaje que se detenía en aquella propiedad le hizo levantarse. Rogándole a Dios de que su esposo hubiese llegado vivo. Y no muerto.
No era capaz de verlo frío e inerte, como un cadáver.
Cuando ella llegó al recibidor y vio a Nicholas quitarse su capa con cierta dificultad, al mismo tiempo, que su sombrero, comprendió que sus sospechas no habían sido mal infundadas.
_ ¡Nicholas!_ corrió a sus brazos_. Estás vivo… Estás vivo… No debiste. No debiste ir y poner tu vida en peligro… ¡Nicholas!
Las lágrimas le impidieron seguir hablando. Sintió un enorme nudo en la garganta, mientras le abrazaba.
_ Debía ir y aceptar el reto a duelo que me había hecho el duque Monaghan. Debía defender tu honor. Debía hacerle pagar por lo que te había hecho… Debía…
_ Debiste no aceptar… He sentido que la vida se me ha ido de nuevo. Pensé que te perdía cuando sentí una horrible corazonada hace tres días. Sentí… Sentí…
_ Estoy aquí. No llores, Antonella. Sólo ha sido un rasguño. Con los indicados cuidados, sanara la herida._ buscó sus ojos, mientras le secaba sus lágrimas_. ¿Has estado preocupada por mí?
_ Sí… No he dejado de rogarle a Dios por tu regreso. Porque estuvieses bien. Para que te trajera de regreso con vida.
_ Antonella…_ rozó su mejilla derecha con ternura.
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Las lágrimas de un Ángel
RomanceLady Antonella Campbell, hija del marqués de Griffith, no podía concebir la idea de que su padre la comprometiera con un hombre que la veía como un objeto en Venta. Motivada en encontrar lo que más anhela: Su libertad. Decide huir y embarcarse en un...