| X: TERROR EN EL IAD |

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Entraron aún con un efímero miedo. Las anterior aglomeración de personas se había disipado; ahora sólo dormían pacíficamente los internos de la institución.

Todo estaba en silencio y con una extraña paz, a pesar de lo que acontecía en un hospital muchas calles a lo lejos. Los cinco muchachos irían a los vestuarios, necesitaban cualquier indicio, hasta que sus estómagos comenzaron a sonar. Era obvio, desde antes que la final iniciara no comían.

—Tal vez deberíamos ir a la cafetería —sugirió Dedé.

—¿A la cafetería? —respondió Lorenzo—. Si a esta hora ya no hay nadie; el Pulpo se fue hace varias horas.

—El Pulpo está muy concentrado en ser entrenador de arqueros; hace un rato dejó las llaves en el vestuario y yo... —Sonrió de oreja a oreja, sacando de —lo que Lorenzo quería pensar— sus shorts: las llaves—, las tomé. Podemos dejarle dinero y no sería robar, además, muero de hambre, ¿no, Ricky?

—Pues... —Movió sus cejas pensando en una mejor alternativa—, estoy con el Pelos de Palmera. A estas alturas siento que no como desde que empezó la Intercopa.

Aceptando sus argumentos, caminaron cansados hacia la cafetería; ni Lorenzo se opuso a comer paulatinamente los sándwiches preparados, personalmente por Ricky y Dedé. Al principio pensaron que quedarían terribles, sin embargo, se llevaron una sorpresa.

Aquello fue un gran descanso del ajetreado día; no sabían con exactitud cuánto pagarían, mas Lorenzo dejó una fuerte suma de dinero en el lugar habitual del Pulpo.

Se dispusieron a abandonar el lugar al tener su estómago lleno; —eh... chicos —llamó Zoe—, no se abre —Dedé se acercó rápidamente a abrirla, mas no lo consiguió, lo cual les puso nerviosos.

—Déjame a mí —intervino Lorenzo. Éste zarandeo la puerta violentamente, un tanto nervioso al ver que no daba resultados—. Estamos encerrados —declaró empezando a alterarse.

Las luces comenzaron a parpadear; Lorenzo y Felipe se miraron instantáneamente. —Así empezó la primera vez —confesó el once de las Águilas. Una risa distorsionada se escuchó en todo el lugar; las pantallas se encendían y apagaban. Intuitivamente formaron un círculo, sus espaldas chocaban unas con otras, pero nadie se hallaba desprotegido.

El logo del IAD quemándose apareció en cada pantalla, asutandolos por un ínfimo instante, pero al escuchar la palabra "venganza", perdieron todo miedo.

—¡Déjanos en paz, Camilo! —gritó Ricky.

–¿Qué pasa, Ricky?, ¿estás triste porque tu noviecito Gabo fue herido?

—Si me entero que fuiste tú... —Amenazó el nueve.

—Yo no le hice nada a Gabo —contestó—; pero a ustedes... no les prometo nada. Ninguno podrá salir de aquí —sentenció para dejar todo a la normalidad.

—Esto es ridículo —Zoe frotó su cara también exasperada—, la puerta de allá está cerrada. No podemos perder el tiempo, los policías llegarán mañana u hoy mismo.

—Oigan —llamó Ricky—. Como que hace calor aquí, ¿no?

–Dejá de pensar en Zoe, Rick.

La rubia sólo rodó los ojos, mientras Lorenzo reprimía una pequeña risita, «al menos se tranquilizó», pensó Zoe.

—Ahora que lo pienso —respondió Felipe—, sí hace calor aquí.

–Dejá de pensar en...

—Zoe —interrumpió antes de que terminara su broma.

«Iba a decir que dejaras de pensar en Lorenzo» dijo Dedé en sus extraños pensamientos.

Misterio en el IAD • TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora