| XIII : INTERROGATORIO |

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Zoe

¿Cómo podías describir la sensación de ser la única mujer encerrada a lado de adolescentes enojados?... Probablemente no había ninguna forma de hacerlo.

Se encontraban en una diminuta "celda", en realidad los habían puesto juntos al ser principales sospechosos que iban uno en uno a su respectivo interrogatorio. Y el suyo, sin duda sería el más interesante.

–¿Dónde estaba la noche...?

—Del crimen —interrumpió impaciente por las preguntas sacadas de una serie policíaca cualquiera—. ¿Podemos ahorrarnos todo esto? —dijo frotándose la frente—, yo ya le expliqué que estaba hablando con Amelia, la abuela de Gabo, e Isabel, la directora, cuando llegó Ciro y...

—¿Ciro? —preguntó el detective.

–Sí. Alto, rubio, guapo y es un pesado.

—¿Es este muchacho? —preguntó deslizando una foto sobre la mesa metálica en la que Zoe se encontraba. Y ahí estaba el chico.

—Sí, es él —respondió confundida—; ¿por qué tiene su foto?

–Es uno de los desaparecidos.

–¿Desaparecidos?

El detective tomó un pequeño portafolio que extendió en la mesa. De ahí salieron las fotos de Ezequiel, Dedé y Alejandro. Zoe frunció el ceño confundida.

—Ellos salieron del hospital, pero no fueron encontrados en el IAD como ustedes —dijo exhausto—, unos camilleros pueden confirmarlo. Además, los padres de esos chicos han reportado su desaparición; no ven a los jóvenes después del partido. Su director técnico aseguró que jamás acompañaron a sus demás compañeros para regresar al instituto. Al igual que Ricardo Flores, no se sabe nada de ellos. ¿Quiere contarme qué pasó, señorita Velázquez?

Zoe apretó los labios. La situación tomaba un rumbo extraño y patidifuso. —¿Aún no hay noticias de Gabo? —preguntó repentinamente.

—No... —Un policía más entró de la nada interrumpiendo el interrogatorio.

—Zoe Velázquez —le llamó—, está libre. Puede irse.

Ambos fabricaron una expresión de confusión. —¿Qué? —dijo Zoe patidifusa.

–Ella es sospechosa...

—Ya no más —interrumpió—. Las cámaras de vídeo sólo mostraron unas tomas de un chico metiéndose el dedo en la nariz —«Dedé» pensó poniendo los ojos en blanco—. No hay evidencia que la pueda incriminarla a ella y sus amigos. Está libre... por ahora.

Salió de inmediato de allí, ¿tanto para eso? Bueno, no se quejaba, estaba feliz de salir de allí, mas no dejaba de pensar cuán valiente ó tonto podía ser Camilo para darle falsa evidencia a los policías. De igual forma, eso le serviría. No iba a dejar escapar todo lo sucedido tan fácilmente; necesitaba encontrar a Gabo y a su agresor, no importa si tenía que mover cielo, mar y tierra.

Pero... ¿Camilo aceptaría la extorsión? Él era demasiado astuto, siempre hallaba una nueva forma de quedar fuera de una situación comprometedora. Necesitaría ayuda de alguien aún más astuto.

Sin embargo... ¿quién sería más inteligente que Camilo a la hora de fabricar un gran plan?

Martina

—Lorenzo, éste es el quinto mensaje que te dejo —espetó una vez más por el celular—. ¿Dónde te metiste?, Nadie sabe nada de vos. Llamame cuando escuches esto.

Misterio en el IAD • TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora