II.

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Trabajo.

Yoongi pensaba en esa palabra mientras lanzaba sus nuevas llaves al aire; desde que el vecino había mencionado el trabajo, no había dejado de pensar en aquello. En teoría, se había mudado a Seúl porque la industria de la música era más grande en la capital, pero dudaba mucho encontrar trabajo como músico, sí, era su sueño, pero en el mundo del pianista los sueños no existían, solo la cruda y dura realidad.

Si en serio quería vivir en Seúl, debería trabajar para mantener la casa, no podía depender de él toda su vida.

Yoongi, decidido, se levantó del sofá crema donde estaba acostado segundos atrás y buscó rápidamente en una de las cajas más cercanas, y en cuanto encontró su portátil, volvió a sentarse mientras levantaba la tapa del gran aparato que tenía entre las manos.

Si no podía hacer entrevistas cara a cara por sus nervios, entonces lo haría por Internet. Cualquier oferta de trabajo que encontraba, Yoongi la tomaba encantado y simplemente hacía la encuesta para después mandar su currículum; entre varios trabajos que tomó se encontraba el de jardinero, camarero, cajero, manipulador de alimentos, y, por supuesto, pianista, por intentarlo no perdía nada, pero no tenía ninguna esperanza en que lo llamaran.

Al acabar, dejó su portátil a su lado y reposó su espalda contra el respaldo del sofá, mirando hacia la televisión envuelta delante de él, dándose cuenta que la habitación estaba parcialmente vacía, por no decir completamente. Empezó a jugar con sus dedos contra su rodilla, chocando las yemas una por una contra ésta; empezó a morder sus labios ligeramente mientras seguía perdido en algún punto de la habitación. Obligó a que su cuerpo saliera del trance y volviera a la tierra en cuanto se levantó de nuevo para subir rápidamente las escaleras, abriendo esas puertas, para encontrar de nuevo su precioso piano.

Puso sus manos en el aire, supiró y pulsó con énfasis las teclas, siguiendo la blanca partitura delante de él. Sus manos se movían al ritmo adecuado, pero su mente no estaba allí; empezó a pensar en el futuro, en lo que iba a hacer de ahora en adelante, ¿y si todo fracasaba? ¿y si no había otra oportunidad? Sus dedos dieron con fuerza contra las teclas del piano, haciendo que la melodía se perdiera entre la frustración del pianista.

—Soy un idiota... debí haberlo pensado diez, veinte, cuarenta veces más...—se autocastigaba en voz baja mientras sus ojos se perdían entre el mar negro y blanco delante de él. Se levantó del pequeño banquillo y cerró, por segunda vez en el día, la tapa de las teclas—. Parece que hoy no es mi día de suerte—Yoongi sacó el teléfono de su bolsillo para marcar un número y llevarlo a su oreja.

—Hoseok...

—¡Ah! ¡Yoongichi! ¿cómo estás? Te mudabas hoy, ¿verdad?

—Sí, pero Hoseok, espera...

—Te gusta la casa, ¿no? Me puso muy feliz saber que te mudarías a Seúl, ahora estamos más cerca.

—Hoseok, en serio...

—Ah, no puedo esperar a verte—

Las frases del menor no dejaban de interrumpir a Yoongi, quien rodaba los ojos ante su actitud.

—Hoseok, escuchame...—todo se quedó en silencio, justo como Yoongi esperaba—, no creo que ésta haya sido una buena decisión.

—Sabía que dirías algo así.

El tono de voz alegre y alto de Hoseok cambió radicalmente, como si de otra persona se tratara.

—Y yo sabía que tratabas de impedir que lo dijera.

—Yoongichi, eres un niño listo.

La relación de Hoseok con Yoongi era la más extraña que podría haber en todo Corea, eran antónimos en todo sentido; Yoongi era frío, asocial, introvertido y tímido, mientras que Hoseok era alegre, sociable, divertido y amable con todo el mundo, o eso era lo que quería hacer ver a las demás personas, y, eso mismo, era lo que los unía tanto. Hoseok era un Yoongi disfrazado, mientras el otro lado exagerado de Hoseok daba energías a Yoongi para poder hacer todos los planes disparatados que al mismo cargador se le ocurrían.

Hoseok había proporcionado todo tipo de dinero a Yoongi desde que tenía uso de conciencia, Yoongi no soportaba aquello, pero a Hoseok le hacía el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. Era extraño, pero Yoongi tampoco se salvaba de aquello; eran el dúo más extraño pero a la vez el más perfecto.

—¿Por qué crees que no fue buena decisión? Tus sueños están más cerca de ésta forma.

—Hoseok, no tengo trabajo.

—¿Es eso un problema?

—Sí, sabes que no me gusta que tengas que pagar el alquiler de ésta casa.

—Yoongi, sabes que no es ningún problema para mí.

Y tenía razón, el dinero que Hoseok ganaba con su profesión era lo suficiente para poder mantener a Yoongi hasta el fin de sus días, siendo un bailarín profesional que cada vez ganaba más popularidad día a día podía permitirse pagarle al mayor de los dos todos sus caprichos, y lo hacía encantado

—Sabes que solo me importa tu felicidad.

—Deja de hablar así, pareces mucho más mayor que yo—la sonora risa de Hoseok resonó contra la oreja del mayor.

—No es mi culpa ser tan maduro. En serio, no te preocupes por el alquiler, pero estoy de acuerdo con que deberías empezar a trabajar, tu timidez rebajaría de esa forma, sería un buen comienzo.

Solo con la idea de que tendría que ponerse delante de alguien y atenderlo lo mareaba hasta el punto de querer vomitar.

—Está bien, si tu lo quieres así, lo haré—aún que estuviera a punto de morir ahí mismo con solo pensarlo, haría lo que fuera por Hoseok sin plantearselo dos veces, por esa misma razón se mudó en primer lugar.

—Así me gusta, pequeño.

—¡Deja de tratarme como si fuera menor!—Hoseok se sobresaltó por el repentino cambio de tono en la conversación.

—¡Lo siento! Es que en serio me dan ganas de tratarte como mi hermano menor.

Yoongi no pudo evitar sonreír.

—Como sea, gracias por todo, Hoseokie, gracias desde el principio.

—No hace falta que me des las gracias, te lo digo siempre, pero ahora tengo que irme, me están llamando para seguir la grabación.

—Oh, claro, hasta la próxima, Hobi, te amo.

—Yo también te amo, hasta luego.

Y de repente, la voz melodiosa y contagiosa de Hoseok desapareció, dejando una sonrisa enorme en el mayor, quien rodaba los ojos ante la estúpida conversación que acababan de tener.

Pero al mirar de nuevo a su alrededor y escuchar nada más que un silencio, su sonrisa se fue, dejando paso a un suspiro. Cerró los ojos tratando de no pensar en absolutamente nada, hasta que el silencio de la habitación se llenó con un sonido fuerte, más bien, una melodía que lo sacó de sus pensamientos.

Por la presión y el nerviosismo, Yoongi no le pudo decir al vecino que no quería que tocara la guitarra.

—¿Quién toca la guitarra a las nueve de la noche?—Yoongi cogió unos auriculares blancos que habían encima del piano y los conectó en el teléfono, con suerte no escucharía esa melodía mucho tiempo más.



Love Yourself.

noisy neighbour; yoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora