8. Ángeles y demonios

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-Dean... Dean, mi espada angelical no está

-¿C-Cómo que no está? Tiene que estar, Cas... mira en el cajón de la mesita, seguro que está ahí.

Miré en el cajón una y otra vez, se puede decir que lo examiné a fondo, pero allí no había nada más que una caja de condones, lubricante, un par de calcetines, la cartera y unos pocos billetes. Me levanté y comencé a buscar por todos lados, pero nada, no estaba en ningún sitio. ¿Cómo podía haber desaparecido mi espada angelical en una noche? Salí de la habitación corriendo hacia la de Gabriel, si mi espada faltaba, también debería faltar la suya, ¿no?

-¿Gabriel, estás despierto? Vamos, abre la puerta

Al abrirse la puerta pude ver el desorden en su habitación. Su cara era de preocupación y de enfado a la vez. Se abalanzó sobre mí, cogiéndome de la camiseta y estampándome contra la pared.

-¿¡Qué has hecho, Cas!? ¿¡Dónde está mi espada!?

-¡Gabriel, cálmate! Yo no he hecho nada, mi espada también ha desaparecido. Solo venía a comprobar si tú tenías la tuya, pero ya veo que no.

Después de decir esto, me soltó y se llevó las manos a la cara mientras suspiraba. Al cabo de unos minutos de confusión en los que estuvimos buscando por toda la casa, nos sentamos en el sofá con las manos en la cabeza de nuevo. ¿Cómo era posible que alguien haya entrado en su casa, sin que ninguno se diera cuenta, y haya robado las dos espadas angelicales que estaban bastante bien escondidas? En radio ángel no se escuchaba nada, y cuando digo nada es nada. Era un silencio bastante extraño, ya que siempre se escuchaba alguna que otra voz, pero tampoco le di demasiada importancia.

-¿Crees que puede haber sido Lucifer? –pregunté después de casi un cuarto de hora en silencio.

-¿Quién si no? Él es el único que ha podido hacerlo, no creo que nadie más se atreva a entrar en esta casa.

-Tienes razón, ¿pero por qué ahora? Quiero decir, mientras yo estaba en el hospital podía haberla cogido perfectamente, pero ha esperado a que yo estuviera en casa para entrar y robarnos. No lo entiendo.

-Igual quiere demostrar algo. Pero bueno, lo único de lo que debemos preocuparnos es de recuperar nuestras espadas. Sin ellas estamos totalmente indefensos ante él.

En ese momento, Charlie, Dean y Sam aparecieron en la sala. Sam y Charlie se pusieron manos a la obra con los ordenadores, buscando cualquier tipo de pista sobre el paradero de Lucifer, mientras que Dean intentó ponerse en contacto con Crowley.

-Nadie me contesta en radio ángel –dijo Gabriel después de estar un buen rato caminando por la sala.

-A mí tampoco, esto es demasiado extraño.

De pronto, Crowley apareció en la sala. Llevaba su típico traje negro y estaba fumando un cigarrillo. ¿Los demonios fumaban? Que turbio era todo en ese momento.

-Hola, chicos... ¿a qué viene tanto revuelo?

-Crowley, por fin... ¿Por qué nunca apareces a la primera llamada? He estado un buen rato llamándote –Murmuró Dean, quitando el móvil de su oreja para guardarlo en el pantalón

-Bueno, los asuntos del infierno son como los de palacio, siempre van despacio... el caso es, ¿Me necesitáis para algo importante o puedo seguir con mis cosas, como por ejemplo, salvar mi puesto en el infierno?

-Han desaparecido nuestras espadas angelicales –me apresuré a decir antes de que el demonio decidiera marcharse tal y como había venido.

-¿Y? ¿Qué pasa, que ahora los ángeles son bebés que no pueden hacerse cargo de sus cosas y me llamáis a mí para recuperar vuestros juguetes? Como si no tuviera suficiente con el lio que nos ha montado lucifer ahí abajo

El amor de un ángel (Destiel/Sabriel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora