Junto a ti

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Los rayos del sol acariciaron su rostro con suavidad y la encontraron sonriendo. Poco a poco sus ojos esmeralda se fueron abriendo, parpadeando en medio de su somnolencia, acostumbrándose a la luz que se filtraba por las persianas, tenue y fugaz pero suficiente para devolverla a la consciencia y dejar atrás el mundo de los sueños. Su sonrisa no se desvanecía y se acentuó aún más cuando notó el calor que desprendía el cuerpo de Clarke, pegado al suyo, el peso de su brazo sobre su estómago, protegiéndola y reclamándola como suya, su cálido aliento sobre su cuello y el cosquilleo de sus labios, pegados a su piel en medio de su sueño.

Las imágenes de la noche anterior bailaban en su mente, ruborizándola, llenándole el corazón de ternura, amor y alegría, Clarke la amaba, con una fuerza arrolladora, la amaba con una pasión que le hacía hervir la sangre en las venas, la amaba con delicadeza y ternura, acariciándola como si fuese a romperse, con una suavidad infinita. Recordó sus ojos aguamarina, mirándola como si nada más que ella existiera en el mundo, adorándola con la mirada, devorándola, sus ojos la estremecían y fascinaban, sus ojos claros eran su mundo entero y amaba perderse en ellos. Se había entregado en cuerpo y alma, se había lanzado al vacío, a sus labios, prohibidos y anhelados, le había regalado una promesa no escrita, al entregarle su virginidad le estaba regalando su vida, la primera y la última persona a la que amaría de esa manera, desenfrenada, con toda su alma, con cada latido de su corazón.

Con cuidado para no despertar a Clarke, se deshizo de su brazo, sustituyéndolo por la almohada para que su rubia no notara su falta y se levantó de la cama, sin hacer ruido, vistiéndose con uno de los pijamas de Clarke, ya que todas sus ropas estaban en su habitación y las que llevaba la noche anterior habían quedado destrozas a manos de la locura desenfrenada y la pasión movida por los infinitos celos de Clarke, benditos celos y bendita cerveza que les había permitido derribar las murallas, cogerse de la mano y precipitarse juntas al vacío sabiendo que eran capaces de volar, que no caerían jamás mientras siguieran amándose.

El día era fresco, llegaba el invierno a pasos agigantados así que cogió prestada la bata de seda de Clarke, aspirando el aroma a vainilla que desprendía, ese aroma tan característico de la rubia, sin dejar de sonreír un solo instante.

Sus ojos se posaron suavemente sobre la espalda desnuda de su amada, sus rizos rubios caían en cascada, alborotados, sobre su blanca piel, su rostro estaba hundido en la almohada y reflejaba paz, serenidad, sonreía en sueños, era feliz, ya nada las separaba, los sentimientos estaban a flor de piel, habían sido gritados en su noche de entrega y pasión, se pertenecían y eso no cambiaría jamás, siempre se habían pertenecido, desde el mismo instante en que el destino las puso en la misma sala y sus miradas se cruzaron , desde ese mismo momento sin ellas saberlo se habían hecho un solo ser, los te amo habían sido pronunciados y los lazos se habían estrechado, mirando a Clarke dormir supo que era solo el principio, que el resto de su vida quería pasarlo así, amaneciendo entre sus brazos y contemplándola dormir con fascinación y el corazón hinchado de vida.

Salió con sigilo de la habitación en dirección a la cocina, tenía demasiadas cosas en mente para hacer feliz a Clarke y quería empezar por llevarle el desayuno en la cama, despertarla a besos y hacer el amor con ella, no salir de la habitación en horas, perteneciéndose y siendo una. Perdida estaba en sus pensamientos cuando entró en la cocina y se sobresaltó al ver ahí a Tyler, terminando de preparar el café, ya perfectamente vestido. Se había olvidado por completo de que Tyler estaba en la casa y se ruborizó al imaginar lo que había podido escuchar. El muchacho levantó la vista y sonrió con ternura al ver a Lexa, con los cabellos castaños rebeldes sobre su cuello y su rostro teñido de rubor.

-Te lo dije, Lexa, solo necesitaba un pequeño incentivo para explotar.

-Ella... Yo... Nosotras...

-Pasó lo que tenía que pasar, no te preocupes, ahora estarás con la dueña de tu corazón y serás feliz, ambas lo seréis

Lexa se quedó muda, tenía demasiado que decir y no sabía por dónde empezar, Tyler había estado a su lado a pesar de que le había roto el corazón, era un hombre increíble y agradecía haberlo tenido a su lado, lo agradecía enormemente. Cuando fue a hablar para expresar ese agradecimiento con palabras, se fijó en las maletas que tenía el muchacho ya listas junto a la puerta y cambió drásticamente el rumbo de la conversación.

-¿Te marchas?

-Sí, me tengo que ir Lexa, he faltado mucho tiempo al bufete y mi padre me reclama el Jet, además ahora ya sé que vas a ser feliz y también sé que Clarke va a cuidar de ti mejor que yo mismo, me voy tranquilo pequeñaja.

-Prométeme que mantendrás el contacto conmigo, por favor

-Y tú prométeme que me invitarás a tu boda, dudo mucho que tarde en recibir la invitación.... Por cierto, casi se me olvida...

Tyler sacó del bolsillo de su chaqueta un sobre y se lo tendió a Lexa, esta lo abrió curiosa y automáticamente gritó de sorpresa al descubrir su contenido y miró a Tyler incrédula, buscando en su rostro indicios de que le estaba tomando el pelo, mas él estaba serio, con media sonrisa pero no había ningún tipo de broma en sus gestos.

-Me tomé la libertad de hablar con Oxford, pedir tu expediente y presentarlo en Harvard, está mucho más cerca de aquí y su facultad de medicina es una de las mejores del mundo, y sí, te han aceptado Lexa, al fin y al cabo eres un pequeño genio, te saltaste dos cursos nada más empezar, cualquier universidad te querría entre sus muros

En ese instante enmudeció por completo, miraba a Tyler y la carta de admisión a Harvad alternativamente, creyendo que vivía un sueño, con un impulso se abrazó al muchacho con fuerza, ya que las palabras no le salían y necesitaba agradecerle de alguna manera lo maravilloso que había sido con ella.

Clarke despertó con un fuerte dolor de cabeza, odiando la cerveza con toda su alma y a la vez agradeciéndole que le diese el valor de enfrentarse de una vez por todas a sus fantasmas. Su noche con Lexa era la confirmación de que la castaña era su dueña. La amaba con furia y no iba a dejarla escapar, no esta vez, no después de volver de la muerte solo para estar entre sus brazos. La noche anterior, la virginidad de su Lexa, entregada con confianza y amor, sus ojos esmeralda clavados en ella, su sonrisa, sus labios y sus besos, su declaración de amor, a pesar del dolor de cabeza no podía ser más feliz. Abrió los ojos y descubrió que estaba sola en la cama y se extrañó, se levantó todo lo rápido que su resaca le permitió, estaba mayor para beber tanto, se vistió angustiada pensando que quizás su pequeña se había arrepentido y por eso no estaba entre sus brazos esa mañana. Salió como un huracán de la habitación y se precipitó hasta el salón y la cocina, buscando encontrar a su castaña y calmar la angustia  que crecía en su pecho.

Cuando la vio, se detuvo en seco y la ira mezclada con vergüenza se fue apoderando de ella, al ver a Lexa abrazando a Tyler. Por un momento cayó en la cuenta de que Lexa seguía con él, a pesar de su noche de sentimientos expuestos y quiso dejarles espacio para que hablaran, cuando su mirada se cruzó con la del muchacho, que apartó suavemente a Lexa y se dirigió a ella. Clarke esperaba un puñetazo, algún insulto, lo que fuese por haberle robado a su chica pero solo recibió un abrazo que la dejó congelada en el sitio, Tyler se apartó de ella y le pidió que cuidase de Lexa, para justo después coger su maleta, besar la frente de la castaña, que había empezado a llorar y se marchó, prometiendo que le escribiría pronto.

Cuando se quedaron solas, Lexa se acercó a Clarke y le dio un suave beso en los labios, un beso de buenos días mientras ella secaba sus lágrimas con ternura, muerta de curiosidad por entender qué había pasado con Tyler.

-¿Qué ha pasado pequeñaja?

-Se marcha, yo me quedo gracias a él

-¿Y tus estudios? Lexa es tu sueño no quiero quitártelo.

-Tyler movió contactos y me admitieron en Harvard, me quedo contigo Clarke, me quedo a tu lado.

Un camino de piedrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora