VIII

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El sonido de las cortinas siendo abiertas, combinado con la luz del sol entrando imponentemente en la habitación, fue lo que consiguió despertarme esa mañana. Me sentía cansada, y por mi parte, hubiese preferido haber continuado con mi sueño.

La noche anterior habíamos vuelto bastante tarde a la mansión. Apostaba a que no debía haber dormido más que unas seis horas. Y aún así, Trudy era capaz de ir a despertarme sin remordimiento alguno.

Me removí entre las sábanas y tapé mi cabeza con la almohada.

-Buenos días, señorita Navah -escuché decir, al familiar acento polaco de Trudy.

-Trudy, quiero seguir durmiendo -me quejé, infantilmente-... Por favor.

-Lo siento, señorita Navah, son órdenes del señor Harry. Además, necesita desayunar, luego podrá volver a dormir -explicó, haciéndome asumir que sin importar las pocas horas de sueño, esa mañana el castaño debía encontrarse desde muy temprano trabajando en los asuntos de su cadena de hoteles, o algo así.

Resignada, tomé asiento en la cama, abriendo poco a poco los ojos.

-¿Qué acaso ese hombre no se toma un descanso siquiera? -comenté, al tiempo en que Trudy colocaba sobre mis piernas una enorme bandeja con el desayuno. El menú de ese día: huevos benedictinos, café y jugo de naranja fresco.

-Jamás. Ya se encuentra en su despacho con el señor Malik, pero ha dicho que, en cuanto se desocupen, vendrá a saludarla -explicó.

Posteriormente, se llevó una de sus manos al bolsillo de su delantal, de este sacó un teléfono y me lo entregó. ¿Un teléfono? Oh no, sino que teléfono.

-¿Me van a dejar usarlo? -pregunté, incrédula, tomando el aparato que permanecía apagado.

-Así es -me sonrió la amable ama de llaves, antes de agregar-: Tan solo tendrá que hacerlo en frente mío. Es decir, son ordenes del joven Styles, usted entiende.

-No hay problema -acepté, dejando el desayuno de lado un rato.

Encendí el celular que mantenía entre mis manos, impresionada. Me parecía completamente irreal que Harry me estuviese permitiendo esa especie de "privilegio", especialmente después del pequeño esfuerzo que había hecho la noche anterior al acompañarme al bar de Liam.

Y no podía evitar cuestionarme: ¿Realmente era Harry el protagonista de todo esto?, ¿En qué minuto se había ablandado tanto?, ¿O sería que en realidad estaba tomándose mis palabras en serio, demostrándome así una firme muestra de su nueva confianza?

"Increíble".

Tres mensajes de textos me anunciaron que tenía diez llamadas perdidas de Bryan, quince de Liam y otras trece de Zaphiro. Y, básicamente, eso era todo. Lo más impresionante era que ya llevaba un buen tiempo en la mansión Styles, y con todo eso, solamente dos personas habían estado auténticamente preocupadas por mi -oh, porque obviamente Bryan no podía permitirse entrar dentro de esa categoría-.

Y entonces empecé a reflexionarlo, a creerlo. Tal vez Harry sí tenía razón. Tal vez sus palabras sí eran ciertas. Tal vez no hubiese nada ni nadie esperándome allá afuera.

-Llamaré a una amiga, Trudy -anuncié en un murmuro. Ella asintió, con una expresión en el rostro que no supe cómo interpretar. Era algo así como entre angustia y lástima.

-Si quiere puedo marcharme hasta que termine -sugirió, robándome una sonrisa frente al exceso de confianza que tenía sobre mí, a pesar de todo.

-Prometo no llamar a la policía -confirmé, agradecida.

-De acuerdo. En ese caso, estaré acá afuera -dijo, antes de marcharse por la puerta.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora