XXXVIII

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No fue sino que hasta el cabo de unas horas que finalmente la puerta de la habitación fue abierta. Inevitablemente, mi rostro se iluminó al descubrir que se trataba de Gertrudy de quien hacía su entrada en lugar de Harry.

-Señorita Navah, le traje su cena -anunció, enseñándome la bandeja que traía entre sus manos. Sin embargo, una vez que sus ojos se posaron en mí, todo el asunto de la comida pareció quedar de lado, de modo que la mujer depositó la bandeja a los pies de la cama, acercándose hacia mí, que permanecía sentada con la espalda apoyada del respaldo, abrazada a mis rodillas-. Señorita, por favor, no esté triste... El joven Styles...

-Trudy -la interrumpí con la voz tan seca como neutra-. ¿Está Harry aquí? Quiero decir, en la mansión.

Ella se mordió el labio nerviosa, como dudando si debía responderme o no.

-No, señorita -negó-. Recién salió, hace poco más de veinte minutos. Según lo que me contó Lorenzo, se dirigía al centro de la ciudad.

Asentí en silencio. Que Harry no estuviera ahí no eran más que buenas noticias, sin lugar a dudas, las mejores que había recibido durante ese día.

-Trudy... -volví a llamarla, posando mis ojos en los suyos-. ¿Puedo pedirte un favor inmenso?

-Por supuesto, señorita, lo que sea con tal de que cambie esa cara triste -replicó, esbozando una tímida sonrisa, siempre arrastrando las palabras con ese dulce acento polaco.

-Necesito que me dejes salir -supliqué, con la voz quebrada, espantándola enseguida con mi atrevida petición-. Por favor, Trudy, tengo que salir de aquí. Lo necesito.

Mis esperanzas estaban puestas en ella, y aunque sabía que era demasiada presión para la mujer, realmente esperaba que se apiadara, más sabiendo la situación de porquería en la que me encontraba inserta.

-Pero... Es que el señor Harry me ha dado órdenes muy específicas de no dejarla salir por ningún motivo, señorita -murmuró con lamento.

No hice más que callar. No tenía la culpa, en lo absoluto. Después de todo, si Harry había sido tan específico, su trabajo corría peligro. Y a decir verdad, cada vez dudaba más y más en la humanidad del rizado, por lo que no me hubiese extrañado que, en el caso de haberme ayudado, hubiese despedido a la ama de llaves, la misma que lo había cuidado durante toda su existencia.

Pese a su negativa, igualmente, la vi debatiéndose internamente sobre qué hacer. Sabía que Trudy me tenía cariño, así como yo se lo tenía a ella, y al estar consciente de lo que había hecho Harry, imaginaba que eso debía dificultarle aún más la lealtad hacia él.

Pasado un rato, suspiró y volvió a esbozar esa amable sonrisa de consuelo.

-Lo siento mucho, señorita -se disculpó-. En fin, tengo tantas cosas que hacer todavía, lo único que espero es que al salir de aquí no olvide ponerle seguro a la puerta -agregó, con un tono que delataba la más clara y evidente de las insinuaciones.

Mis ojos se abrieron de sobremanera.

¿Estaba diciendo lo que había escuchado? ¿Iba a hacer lo que creía que iba a hacer?

-Volveré dentro de una hora para retirarle la bandeja y verificar si sigue aquí -volvió a decir, exactamente con la misma entonación que antes.

Una enorme sonrisa decoró mi rostro cuando efectivamente la vi salir dejando la puerta incluso entreabierta.

Contuve las ganas de ir corriendo tras ella para abrazarla, limitándome a agradecer mentalmente a la mujer que acababa de darme mi ticket de salida de ese lugar.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora