XI

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Desde el preciso momento en que coloqué un pie fuera de la cama, mi mente no dejó de pensar en ningún instante en el suceso que había ocurrido la tarde anterior, en ese beso... Ese maldito beso, el mismo que se había infiltrado en mis sueños para no dejarme tranquila ni un miserable segundo, ni siquiera estando dormida. Y es que sencillamente no podía sacármelo de la cabeza, era estúpido, pero Harry ocupaba cada uno de mis pensamientos desde entonces.

Había sido todo tan... Desconcertante. Sabía que Harry quería algo más de mí, me lo había dejado en claro desde que nos habíamos conocido, sin embargo, por un momento creí que todo eran solo palabras, que en este juego del encierro ninguno de los dos terminaría por atreverse a ser el primero en traspasar esa barrera. Y finalmente, había sucedido... Y tampoco sabía si realmente me arrepentía de ello.

Salí de la ducha envuelta en una toalla, y me vestí sin siquiera pensar en lo que me colocaba. Estaba muy concentrada pensando en cómo miraría a Styles a los ojos sin ponerme roja en cuanto Trudy fuese a buscarme para bajar a desayunar. Así pasaba el rato intentando descifrar mis incógnitas, hasta que Maggie entró a mi cuarto, entusiasta como nunca.

-Buenos días -saludó desde la puerta, con una sonrisa imborrable.

Oh mierda, ¿Acaso Harry ya le había dicho?

-Hola -saludé esbozando una sonrisa torcida, mientras terminaba de amarrar mi cabello rubio en una coleta desprolija.

-¿Bajamos a desayunar? -preguntó, y yo asentí de inmediato, saliendo del cuarto tras ella.

Por primera vez la suerte jugaba a mi favor: mis sospechas eran falsas. La emoción de Margareth no se debía a nada relacionado con Harry, muy por el contrario, según lo que me contaba, estaba muy emocionada porque había conseguido reservar una hora para ambas en uno de los mejores salones de belleza de la ciudad, y que sin lugar a dudas iba a amarlo... Gran alivio.

Por mi parte, no hice más que sonreírle en silencio, agradecida por el hecho de que Harry al menos consiguiera guardarle un miserable secreto a su hermana. No podía imaginar siquiera la reacción que habría tenido la rubia si hubiese sabido de eso... De seguro que se habría hecho montones de ilusiones, ilusiones que no habría sido capaz de romper.

Llegamos al comedor, donde nos esperaba la mesa lista, con el tradicional desayuno que Trudy preparaba cada mañana, pero sin Harry.

Tomamos asiento e intenté concentrarme en la conversación con Maggie, no obstante, esto no fue del todo posible porque a los pocos segundos, Harry se integraba en la escena robándose mi más absoluta atención.

-Buenos días, hermanita. Buenos días, Navah -nos saludó, de excelente humor, con una radiante sonrisa en su rostro. Se le veía alegre, más de lo normal. Dios, se veía feliz y dichoso.

Otro detalle que llamó mi atención fue el hecho de que esa mañana vestía con sus jeans ajustados con agujeros en las rodillas y una camisa blanca que revelaba un par de tatuajes en su pecho, demostrando que este hombre no era solo seriedad, dinero y negocios.

-Buenos días -farfullé.

-Hmm... Alguien amaneció de buen humor -insinuó Maggie, alzando una de sus cejas.

-Así es -confirmó él antes de tomar asiento en la cabecera, justo entre nosotras dos-. Hey, ¿Qué planes tienen para hoy? -preguntó con el tono más casual de la vida.

Joder, lo odiaba. Él sabía manejarlo mucho mejor que yo, que por mi parte mantenía mi vista fija en cualquier lugar que se encontrara lejos de su presencia. En esos instantes, mi punto fijo era la taza de café humeante que tenía enfrente mío.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora