Los días que pasó recibiendo mensajes desde el otro lado fueron demasiados para convertirlo en algo cotidiano y casi imborrable de su rutina diaria. El sonido de cada mensaje tenía incluso la imagen de la persona escribiendo del otro lado, aunque fuera imposible. Y más allá de la mirada de su familia y amigos, preocupados por la repentina confianza en la que se veía envuelto una vez más el menor, notaron que su alegría era creciente, por lo cual decidieron no entrometerse en su vida amorosa salvo que fuera necesario o que fuera él quien buscase la ayuda.
Se envolvió en sus cobijas, no era aun las siete de la mañana, la nieve caía cubriendo muy despacio el follaje de los árboles y hacía suficiente frío como para no querer levantarse. El celular en sus manos era lo único, además de su cabeza, que sobresalía para poder permitirse leer los mensajes en la pequeña pantalla.
Hace mucho frío aquí.
06:54Aquí también amaneció frío. Está nevando y no tengo ganas de salir...
06:55¿Tienes algo que hacer?
6:40 AMNo.
6:40 AMEntonces no importa que no salgas de tu cama. ¿No es así?
6:41 AMSupongo que no. De todas formas, tengo demasiado frío, y este invierno creo que será demasiado frío y aburrido. Más tarde debo levantarme a limpiar la nieve de la entrada.
6:42 AMQué aburrido...
6:43 AMLos mensajes iban y venían. A pesar de la distancia, en ocasiones sentía que el hombre de cabellos platinos estaba tan cerca como abrir la siguiente puerta, temiendo caer en sus brazos irremediablemente. Aquellos días le hicieron saber que tenía el suficiente orgullo como para no decir nada que pudiera comprometer la fragilidad de su relación, la cual era un burdo intento de amistad.
Dejó su celular a un lado, para poder despejar su mente de todos los pensamientos y dedicarse a sus responsabilidades. Debía preguntarse si estaba donde quería, si su vida estaba en el curso que el esperaba, o por el contrario, si se encontraba más perdido que antes.
Después de todos los escándalos en ese años dentro del patinaje artístico, estar lejos parecía ser la mejor opción para recuperar la compostura y la vergüenza de haber hecho todas las cosas que hizo. Sin embargo, algo en su interior se regocijaba con el recuerdo de la superación personal y el recorrido tan duro que pudo superar por su cuenta.
El mundo del patinaje tal vez no lo necesitaba, pero era obvio que él aun sentía la adrenalina corriendo su cuerpo a frsm velocidad. El sentimiento de deslizarse sobre el hielo, el frío de las caídas, el sonido de la cuchilla impactando contra la superficie heladas, las voces, los gritos y aplausos de las personas que lo felicitaban a los alrededores, retumbando con la potencia de un huracán arrasando con todo.
La calidez del momento, el espectáculo. El sentimiento que solo podía ser comprendido por alguien que amaba tanto como él patinar. Ese sentimiento que no podía ser comparado con ningún otro. Amar se sentía de esa manera, amar hacer algo con el corazón y con el impulso de un artista.
Aquello podía quedarse ahí o marcharse. De todas formas, el auge no duraba para siempre en la vida real, sólo eran ilusiones creadas por los recuerdos de grandeza. Viktor era un claro ejemplo de alguien así. Una persona que se retiró en el momento justo para seguir siendo una leyenda, y al mismo tiempo, eso evitaba que la imagen de todos sus fans fuera manchada por un hombre con falta de capacidades para seguir patinando. Pero, ¿entonces qué era él, Yuuri Katsuki?
Con pena, casi nada de gloria, se había desvanecido. ¿Podría regresar para que la historia lo recordase como más que un muchacho con múltiples fracaso? No de lo podía responder, y hacerlo le causaba severos dolores de cabeza, al igual que un nudo en la garganta. La comparación entre Viktor y él, visto objetivamente, seguía siendo algo duro de ver.
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Melpómene
Fanfiction¿Recuerdas lo que pudimos ser? Después de perder con la coreografía de eros, Yuuri no sabe como continuar su carrera en el patinaje artístico, pero la ayuda de muchos amigos y su familia van a hacerle recordar que no está solo. Su primera expe...