8. Augustus

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Cocol's POV:

Estábamos las dos adentró del auto, Chris estaba en la parte delantera, no decía nada. Nos reíamos de lo que acabábamos de hacer mientras habriamos los snacks.
Cantamos una y otra vez. Mi alma bailaba pero mi cuerpo no hacia ni un movimiento, Oliv me tomaba de la mano y cantábamos con más énfasis.
De repente todo de puso en silencio, la puerta del carro se abrió y dejó ver a alguien. «Augustus», fue un susurro en mi cabeza, el cual también resonó en la de mi mejor amiga. El nos miró, nos sonrió y dijo mi nombre con entusiasmo.
—Me sentí feliz a la vez que desconcertada—.
No sabia quien era, pero si sabia su nombre el cuál había sido lanzado a mi mente en forma de susurro.
Alekséi! —soltó Oliv— lo miré directo a los ojos sin poder creerlo, era igual. Augustus no era ciego pero sus ojos eran peculiares, —eran distintos, tenían una chispa incandescente— se notaban debajo de sus oscuras gafas. El decía que era ciego pero todos sabían que no lo era. Le daba vergüenza mostrar sus tan marginados ojos. Despedía una alegría, era hermoso verlo sonreír mientras se le hacían unos hoyuelos en los cachetes a la altura de su boca, eso... —su boca— su boca era deliciosa —no la había probado todavía— se veía... irresistible e inalcanzable.
Solo nos miraba y reía, lo imitábamos. Era incómodo; el estaba sin camisa, llevaba un jean negro viejo junto a unas vans rojas. Oliv me miraba pícaramente —nuestros ojos decían más que mil palabras— me susurro algo, algo que no sabia si lo aceptaría o no.
Yo estaba desgraciadamente enamorada de mi fatídico y raro amor. Sol, quién ahora se llamaba Maxon. Mis sentimientos eran bipolares con respecto a él, a veces lo odiaba y otras daba la vida por verlo sonreír. Una vez le dediqué un susurro, él estaba lejos, no podia oírme pero una adrenalina se apodero de mi alma y comencé a saltar por todos lados, pero no lo hacía realmente. Él estaba allí; había llegado antes de tiempo, nos miramos buscando algo en los ojos del otro, algo que provocará algún sentimiento en ambos, pero no. Dejó de mirarme, —yo no podía quitarle mis ojos de encima— me guiño un ojo en señal de despedida, era hora de irme—me sonroje—. Supe que lo amaba desde que lo vi por primera vez y eso nadie lo cambiaría, o al menos eso creía por aquél entonces. Era muy enamoradiza. Lo sé.
Pero solo el ronroneo de Alek, podía hacerme estremecer tanto que abandonaría todo, no importaría nada. Y escucharlo cantar hacia que mi forma astral salga de mi cuerpo y volará por todo el infinito. Todo se disolvía en un suspiro, la vida se desintegraba y regresaba a su forma original. Volvía a nacer cada vez que lo hacia.
Debía calmar mi alterado corazón, Luna se había dado cuenta de eso. Me abrazó y susurró a mi oído: "Alekséi, el gato ciego... Augustus, el chico marginado" a lo que rió en voz baja, la fulminé con la miraba. Era la tercera vez, desde que la conocí, que me sacaba de mis casillas y le arrojaba esa mirada.
Nos invitó a dar un paseo en su carro, debía regresar a Chris a su hogar. Eso me hacía reflexionar, me hacía ponerme en el lugar de ese oso, debia regresar a mi hogar —lo sabía pero me negaba—. Hacía que regresé a mi mundo real, hacía que retome mis antiguos colores, encadenaba mi alma y me arrojaba de nuevo al cielo. Volver a ser una insignificante estrella en el cielo, abandonar mi cuerpo humano para ahogarme en un mar de llanto, con nubes que serían 'pañuelos descartables'.
Solo fuimos hasta allí, no tenía el valor de afrontarlo pero no era yo quien conducía.
Nos llevó hasta su casa; la adornaban unos grandes árboles, largas ventanas eran cubiertas por pequeñas luces de distintos colores. Ya la conocía, o al menos eso creía.

                                               Xoxo, Cocol.

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