Capítulo 12.

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—¿Alguien ha visto mi móvil? —grito por las escaleras para que me escuchen por toda la casa.

Esta noche es la gala. Charles llamó para que nos vinieran a buscar en limusina, y tanto él como Matt, nos esperan. Todavía llevo puesta la bata de seda blanca; ni siquiera estoy preparada y no sé dónde demonios está mi móvil.

—Cariño, pero ¿aún estás así? —Escucho la voz de mi madre, me giro para mirarla mientras ella se acerca a mí—. Venga, te ayudo a prepararte. Vamos a llegar tarde.

—No sé dónde tengo mi móvil —digo con la intención de bajar las escaleras, pero mi madre me sujeta por el brazo.

—Esta noche no te hace falta el móvil. —Me suelta y camina a mi habitación—. Venga, Brook, ya lo buscarás a la vuelta.

Bufo y camino tras ella de mala manera. No me apetece ir a esa dichosa gala, y si tengo que ir, me gustaría tener mi móvil para hablar con Selena. Fijo que me aburriré, y conversar con Matt es lo último que quiero.

Entramos en mi habitación, me dirijo a mi cama y me quito la bata para colocarme el vestido. Miro para mi madre, quien está en mi tocador mirando el maquillaje.

—Muy bien, acabemos de maquillarte y nos marchamos. —Se gira y me sonríe—. Vaya, Brook, estás preciosa —dice y me miro en el espejo que tengo al lado del armario —. Seguro que algún chico te invitará a bailar.

—¡Mamá! —grito en un susurro y ella ríe.

Mi madre se acerca por detrás y la veo reflejada en el espejo. Ella se ve hermosa con ese vestido negro y largo. No puedo ver sus tacones, ya que el vestido se los tapa. Es de palabra de honor y el recogido alto hace que luzca sus bonitos hombros. Nunca la había visto tan guapa como hoy.

—Estás preciosa, mamá. —La miro por el espejo y ella sonríe.

—Gracias, cariño, pero aquí la que está preciosa eres tú. Mírate —señala mi cuerpo en el espejo—, ¿seguro que no hay ningún chico?

Mis mejillas se sonrojan cuando el beso entre Matt y yo me viene a la cabeza. Aparto la vista de los ojos de mi madre para mirar el vestido. Es muy parecido al de ella, pero de un color rosa palo precioso. Tengo el pelo suelto y ondulado, lo que provoca que mis hombros no se luzcan como los de mi madre.

—¿Sabes qué? Yo creo que, una coleta alta con estas ondulaciones, te quedaría perfecto —dice y asiento.

Al cabo de unos minutos, mi madre acaba de ayudarme y salimos de la habitación. Bajamos las escaleras, y mientras mi madre me adelanta, miro quiénes están abajo.

Charles se acerca a mi madre con una sonrisa y la ayuda a salir por la puerta. Matt, en cambio, sale de la cocina con el teléfono en la mano. Salgo detrás de él por la puerta, pero este frena de golpe y choco contra su espalda.

Matt se gira sorprendido, y sus ojos conectan con los míos unos segundos. Después, se aparta.

—Perdón, me olvidé algo —dice mientras me rodea y vuelve a entrar en la casa.

Me quedo ahí quieta, inmovilizada, sin saber exactamente qué hacer. De pronto, la voz de Charles me despierta.

—¡Hey! ¡Brooklyn! —Levanto la vista y lo miro. Me está llamando y alza la mano en alto para llamar mi atención—. Ven, sube, tenemos que irnos.

Camino hacia la limusina negra, que espera delante de la casa. Poco después, Matt también sube.

************

Unos treinta minutos más tarde, llegamos al hotel donde se celebra la gala. El chófer nos abre la puerta para salir de la limusina. Yo soy la última en salir. Un montón de cámaras y periodistas se acercan a mí. Siempre he odiado estas cosas, pero cuando mi madre se casó, sabía perfectamente lo qué me esperaba. Las luces me dejan ciega y todavía no me he movido del sitio desde que salí de la limusina. Los periodistas me hacen un montón de preguntas que apenas entiendo, ya que todos preguntan a la vez.

Matt Cowin: Enamorándome de lo prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora