Capítulo 3.

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Miro a Nicole, aunque en realidad, no aparto la mirada de su vestido. No se ha girado para mirarme, así que todavía no es consciente de que ambas llevamos lo mismo. Mejor, así no tengo que soportar sus grititos por —supuestamente— copiar su vestido.

Selena mira a unos chicos que bailan en el salón con unas cervezas en la mano. ¿Los mira por alguna razón en concreto? Me vuelvo a Parker, que sigue con su mirada puesta en mí y le dedico una sonrisa cálida.

—Muy bien, ¿vamos? —pregunto para incitarlos a entrar en el salón y mezclarnos con el resto de la gente.

—¡Sí! —grita emocionada Selena.

—¡No me lo puedo creer! —Cierro los ojos cuando escucho la voz de Nicole. «Muy bien, Selena, has hecho que la arpía se dé cuenta de mi modelito»—. Pero ¿qué ven mis ojos? ¿Qué pasa? ¿Tanta envidia me tienes que vistes igual que yo?

¿Perdona? ¿Qué se cree? ¿Miss Universo o algo? Bueno, ¿qué digo? ¡Ya le gustaría participar en esos certámenes! Con la cara cebolla que tiene, no la aceptarían en ninguno.

—¿Por qué tendría envidia de una persona como tú? —La miro con una mueca.

—No sé, tal vez... ¿Porque todo el mundo habla de mí? Este vestido está confeccionado por una diseñadora muy famosa. ¿Sabes quién es? —La miro con el ceño fruncido—. Bueno, si no lo sabes, te lo digo yo: es mi madre.

—Qué pena que tenga una hija tan desgraciada como tú, ¿no? Tu madre trabaja muy bien, me gustan sus diseños. —Nicole intenta abalanzarse sobre mí, pero mi hermanastro la frena y la conduce a otra parte de la casa.

Miro a Selena y a Parker, quienes se ríen del numerito y me rio con ellos. Minutos después, entramos en el salón, aunque apenas nos movemos por la cantidad de gente que hay.

La música está altísima, y apenas es posible mantener una conversación. Tengo miedo de que algún vecino llame a la policía, aunque no tenemos muchos y nunca los han llamado. Sin embargo, me sorprende. La música se debe de escuchar desde la otra punta de la ciudad.

La gente baila encima de las mesas y otros fuman, sin importar que estén tirando la ceniza sobre el suelo. Más les vale que no estén fumando lo que creo que es, pero mis fosas nasales hacen su trabajo y me advierten que es tabaco. Me tranquiliza. Odio el olor a tabaco y a la gente que fuma, pero prefiero que sea tabaco y no marihuana. Si eso llegase a pasar, me chivaría a Charles, aunque viendo el currículum de este, dudo mucho que le castigara o le echara a su hijo algún tipo de bronca.

Caminamos en medio de la gente para llegar a una barra que los chicos montaron para pedir bebidas, incluso han contratado camareros para que atiendan con bebidas alcohólicas. Dudo mucho que no haya alcohol en esta fiesta, y menos si viene de un Cowin.

La gente, por mucho que pidas «perdón» o «por favor» para que se aparten y te dejen pasar, ni se inmutan y es imposible hacerlo con toda la gente. Enseguida, Parker se interpone delante de Selena y abre paso hasta la barra.

Cuando llegamos, los tres pedimos:

—¡Un Jagger Red Bull, por favor!

Los miro, igual que ellos a mí, y nos echamos a reír. Selena ha salido más veces que yo de fiesta. Me pasaba el día en mi cuarto y, además, nunca llamaron mi atención. No obstante, no esperaba que los tres pidiésemos lo mismo. Si os soy sincera, no sé a qué sabe el Jagger Red Bull. Lo he pedido porque era lo que bebían los protagonistas de algunas series que he visto este último año.

El chico que nos sirve, me mira sonriente y me guiña un ojo. Lo sonrío de vuelta y, segundos después, me sirve la bebida. Le doy las gracias y me vuelvo hacia Parker y Selena.

Matt Cowin: Enamorándome de lo prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora