El perdón.

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Pov Maya:

Habían pasado unos pocos días desde mi intrusión en la familia de Riley e, inesperadamente, me adapté con sorprendente facilidad al ambiente cálido y cercano de la casa de los Matthews, restando las miradas de asco de Lucas y algún que otro altercado con los amigos que el descerebrado se traía casi todas las tardes.

Me encaramé en la ventana del salón y encendí un cigarro, a esas horas todos dormían y las probabilidades de que algún adulto me pillase eran escasas. A pesar de que yo apreciase la compañía, también me gustaba la soledad y aquel era el único momento del día en el que podía disfrutar de mis viejos y malos hábitos, sí nadie me interrumpía por supuesto.

-¿No puedes dormir? –Lucas apareció a mis espaldas, me llevé tal susto que solté el cigarrillo y cayó al vacío.

-Normalmente suelo quedarme despierta hasta muy tarde. –Le expliqué maldiciendo para mis adentros y sacando un nuevo cigarro. – ¿Y tú?

-A veces sufro de insomnio. –Me aclaró encogiéndose de hombros y dando un sorbo de su taza.

-¿En serio tomas café ahora? –Le interrogué contemplando aquel líquido oscuro e infernal.

-¿Enserio fumas ahora? –Me devolvió la pregunta alzando una ceja.

-No es lo mismo. –Me defendí a sabiendas de que estaba siendo hipócrita.

-Deberías dejar de fumar tanto, no es bueno para ti. –Me recomendó apoyándose a mi lado y arrebatándome el cigarro para darle una calada, otra muestra de hipocresía.

-Le dijo la sartén al cazo. –Musité recuperando mi cigarrillo y él profirió una carcajada.

A menudo manteníamos conversaciones pacíficas y tranquilas, sin reproches ni insultos, actuando como si no hubiera ocurrido nada y las complicaciones estuviesen solo en nuestras mentes. Cualquiera que nos viera en esa situación diría que habíamos hablado de ello, nos habíamos reconciliado y éramos amigos nuevamente, pero lo cierto era que no.

Lo curioso era que frente a los demás nos tratábamos como dos desconocidos, de manera fría y distante, sin embargo, cuando nos encontrábamos a solas retomábamos esa faceta próxima y afectuosa de nuestra relación, y surgía de forma natural, sin planificaciones ni presiones, sin pensar en todo lo malo que había sucedido.

Tal vez esa reacción fuese producto del miedo, o de que el resto de personas esperaban que continuásemos enfadados y finalmente nos rendíamos a las apariencias. En mi caso, no retiraba mis palabras, claro que jamás iba a olvidar lo que me había dicho y lo mucho que me había dolido, pero era más doloroso saber que yo le había hecho daño y que él no podría perdonarme.

Entonces nos hallábamos en un punto extraño y perdido, yo sabía que no podíamos estar juntos por diversas razones y me preguntaba si sus motivos eran personales o exteriores.

-Buenas noches. –Se despidió dejándome sola, a merced del cielo estrellado y la luna llena.

-Hasta mañana. –Le dije a una habitación ya desierta.

Aquella noche dormí bastante regular, no podía sacarme de la cabeza la charla que había tenido con Luke un par de días atrás.

Era un miércoles y lo recordaba, no porque fuese buena con las fechas, sino porque había mucha más gente de lo normal en el bar y era noche de micrófonos abiertos. A Angelique se le había ocurrido la brillante idea de que una vez a la semana celebrasen una noche especial, en la que no tocase la banda habitual y fuesen los clientes los que escogiesen la canción que quisieran para subir a cantarla, algo así como un karaoke.

Rock Meets World.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora