El reencuentro.

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Pov Maya:

Era una tarde nublaba y fría del mes de marzo, habían pasado unos cuantos días desde mi altercado con Cory y había tratado de cruzarme con él lo menos posible, solamente compartíamos tiempo en el desayuno y la cena, después evitaba dirigirle la palabra.

Riley y Farkle volvían a estar en su nube de recién enamorados mientras que Lucas y yo estábamos comenzando a hartarnos de no poder hacer demostraciones afectivas en público, de no poder gritarle al mundo que nos queríamos y que no nos importaban las opiniones de los demás, y sobre todo, de no poder terminar con todas las farsas que sosteníamos en nuestras vidas.

-¿Estás nerviosa? –Me preguntó Lucas antes de bajarse del coche.

-No. –Le mentí mirando con indecisión las puertas metálicas de la entrada.

Ya en el interior, observé que aquel sitio se asemejaba demasiado a un hospital, con sus pasillos interminables y sus atestadas salas de espera, con una secretaria a la que se la notaba que detestaba su trabajo y algún que otro médico yendo de cuarto en cuarto.

-Vengo de parte de Frank Harper para visitar a mi madre, Kate Hart. –Le mostré mi carné de identidad y la expliqué que Lucas me esperaría fuera.

-¿Sabes que no se permite más de una visita al día, no? –Me interrogó la mujer mirándome de arriba abajo con desaprobación.

-¿Perdón? –Repliqué sin comprender lo que insinuaba.

-Esta paciente ya ha recibido su visita diaria, lo siento, no podrás verla hoy. –Me devolvió mi documento de identificación y me indicó la salida con un gesto de la salida.

-¿Y quién es esa visita de la que tanto hablas? –Quise averiguar molesta porque, al fin, había aplacado levemente mi rencor y reunido el coraje para venir hasta ahí.

-No puedo darte esa información. –Me respondió secamente.

-¿Cómo qué no? –Golpeé el mostrador con los puños y sentí la mano de Lucas abrazar mi cintura. –Soy su hija.

-Unos familiares. –Escupió a regañadientes y volvió a concentrarse en sellar la montaña de papeles, que descansaban sobre su escritorio, sin leerlos apenas.

Mi mirada se clavó en la de Lucas, ambas eran confusas y desorientadas, entonces vi reflejado en sus ojos el miedo que desprendían los míos. Parpadeé varias veces y borré de mi cabeza lo que había afirmado aquella señora, era imposible que unos misteriosos parientes hubieran aparecido de repente preocupados por el bienestar de mi madre.

-¿Maya? –Un grito me hizo girarme y dar la espalda a mi novio.

La vi saliendo de una de las habitaciones, Kate llevaba una ropa blanca y pulcra que bien se habría podido confundir con un uniforme, estaba más pálida y delgada, sin embargo parecía más recuperada de lo que Frank me decía.

Posteriormente, sus dos acompañantes se llevaron toda mi atención. Una señora que aparentaba una edad eterna y juvenil que nadie habría adivinado, con un cabello blanco y liso que le caía sobre los hombros como una delicada cortina movida por el aire cada vez que las puertas automáticas se abrían, vestía una falda larga de flores y un abrigo negro de piel, caminaba un poco encorvada y sonreía esplendorosamente. Un hombre muy alto y fuerte, que ya había perdido todo el pelo y, al parecer, la alegría también, lucía una mueca seria y estricta en su anciano rostro, iba ataviado con un traje elegante y unos zapatos que brillaban cada vez que veían la luz de los fluorescentes.

Mi madre caminó hacia mí lentamente, arrastraba los pies dentro de las pantuflas y se recargaba en el hombro de aquel hombre, entonces vi lo débil que estaba y me arrepentí de no haberla visitado antes.

Rock Meets World.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora