Sus pasos eran cautelosos y bastante acallados mientras caminaba por los pasillos de Hogar del Escriba. Daba uno tras otro, sin producir eco alguno, el sigilo era algo que se le daba bastante bien.
La Ciudadela era magnífica, ella nunca había visto algo así en toda su vida: construida en el río Aguamiel, en las dos de sus orillas se alzaban las cúpulas principales que la conformaban. Ambas cúpulas se conectaban por puentes hechos de una piedra color grisáceo que le daba al lugar toque anticuado pero encantador. Y las esfinges...¿qué decir de ellas? Eran cautivadoras, preciosas, esculpidas a la perfección, su cosa favorita de Antigua sin duda.
Había llegado hacia unos cuantos meses...no podía afirmar con seguridad cuántos exactamente.
Luego de caminar unos cuantos pies, Sarella Arena o "Alleras" para sus compañeros novicios en la Ciudadela, entró a la inmensa librería en búsqueda de cualquier cosa que fuese a encontrar.
A medida que avanzaba por las estanterías interminables de libros escuchó un par de conversaciones; una entre unos maestres viejos que había visto un par de veces... Hablaban sobre lo firmes y blancos que eran los senos de una tal "Gyl". Luego pudo oír otra entre un grupo de novicios asustados de no poder obtener otro eslabón más para el fin del mes: sólo unos chicos de la edad de su hermana Elia o menores.
Sarella era una maestra en husmear, en averiguar lo que fuera necesario. Pues, ¿a quien le importaba que doncella se casaba con tal lord a escondidas? Los verdaderos secretos eran los que nadie mencionaba, los que se podían descubrir tan sólo al mirar a un hombre a los ojos y que, con sólo un gesto; un parpadeó, quedaban al descubierto...
Ella sabía sobre secretos más que nadie, pues hasta su vida en aquel momento era uno...
Oculta en la Ciudadela fingiendo ser lo que no era, y lo que nunca sería capaz de ser: un hombre.
Agradeció el hecho de que nunca había tenido un cuerpo "femenino", siempre había sido delgada, de pecho plano y cuerpo alargado. Llevaba su cabello negro y rizado que nacía en forma de " v" bastante corto. Aunque siempre lo había llevado así, desde que era una muchacha de no más de quince años.
Para ser una mujer disfrazada de hombre era muy atractivo, y varias mujeres se lo dejaban bien claro. Ella lo tomaba como halago y se divertía con el hecho de saber que ellas no tenían ni la menor idea de quién era enrealidad...
Le fascinaba que todos creyeran en sus palabras, que no dudaran de a quién tenían en frente. Así sería más fácil ganarse su confianza y conseguir toda la información que necesitaba. Obviando el hecho de que su amistad con el Archimaestre Marwyn iba en aumento, al igual que sus habilidades como maestre. ¡Ya había obtenido dos eslabones en el poco tiempo que llevaba! Era algo que le apasionaba sin duda...
Sarella fingía estar leyendo un libro mientras escuchaba a Marwyn hablar con otro maestre sobre...¿dragones? Le causó gracia y cierta intranquilidad que alguien de aquella edad todavía estuviese hablando de esos temas en un momento historico como en el que se encontraban...
De repente alguien se paró frente a ella provocando que su corazón se detuviese.
—Esfinge...—dijo una voz masculina. Los ojos color ónice e la chica se posaron en quién había hablado; Leo Tyrell.
«Ohh no... No tu otra vez...». Sarella intentó no demostrar reacción alguna.
—Leo...—dijo ella en tono de saludo y sonrió tímidamente.
Él la observó con desconfianza, como si el que extrañase que estuviese allí.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó él con aquella sonrisa perfecta de dientes blancos como perlas.
Leo era muy apuesto; de cabello rubio claro y ojos verdes como el jade. Sin embargo, todo ello se veía opacado por su desagradable humor y lengua hiriente.
—Leyendo un poco...—replicó y parpadeó un par de veces.
—¡Pero que mojigato eres Alleras! Iremos a una taberna a festejar que Mollander obtuvo su primer eslabón, ¿vienes? O acaso prefieres meter tu nariz entre los libros a hacerlo entre las piernas de una mujer? —preguntó el Tyrell sonriendo con soberbia.
Sarella parpadeó nuevamente y cerró el libro sin pensarlo dos veces.
Sarella Arena hubiera preferido quedarse a escuchar las conversaciones de los maestres en la biblioteca. Pero ella era Alleras en aquel momento, y Alleras (siendo un "hombre") nunca hubiera preferido la compañía de tomos antes que la de una mujer.
Leo sonrió satisfecho.
—¡Así me gusta! Necesitas más diversión en tu vida Esfinge...
"Esfinge", Leo Tyrell la había apodado de aquella forma. Pues las esfinges son " un poco de esto, un poco de aquello". Al principio le pareció sospechoso, pero luego de que no ocurriese nada extraño con Leo, ella actuó con total normalidad.
—Estoy de acuerdo —replicó con el leve acento dorniense del que tanto había intentado deshacerse.
—Además las putas de Antigua siempre preguntan por ti, por el "atlético dorniense de piel oscura" —dijo él—. Nunca he entendido a los dornienses, pero me da igual...
Sarella asintió fingiendo que le importaban las palabras del rubio.
Se dirigieron a la taberna pero en su mente sólo había lugar para una cosa...
«Pronto Sarella, pronto. Pronto conseguiremos la información que necesitamos y la nos han enviado a conseguir...».
Sus ojos negros como la noche se iluminaron de satisfacción...

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Ocaso
FanfictionDiecisiete años después de aquel día en que su barco zarpó de Dorne ahora regresa a su tierra natal para rencontrarse con los antiguos fantasmas de su pasado que creyó haber olvidado... Pero, ¿podrá alejarse y dejar atrás de nuevo a lo que una vez d...