Capítulo 7: Desenfreno

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Capítulo 7: Desenfreno

Elliana en seguida calló rendida, aunque no me extrañaba

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Elliana en seguida calló rendida, aunque no me extrañaba. La había reventado. Entre ese pequeño ataque de pánico que había sufrido a causa de esos buitres y nuestra sesión de sexo....

Le di un beso en la frente y la acomodé mejor sobre la cama (una parte de su cuerpo se había quedado apoyado en mí y me parecía que esa postura no era para nada cómoda) y la tapé con las sábanas.

Continué con mi lectura, o eso intenté. Pero mi mirada se iba a ella. Estaba tan guapa así, dormida, tan tranquila. Sonreí.

Su pelo rubio tan reluciente como el oro estaba a su alrededor, suelto y rebelde. Sonreí al pensar en que al día siguiente lo tendría como la mismísima melena de una león. Sus labios, algo hinchados por nuestros besos candentes, estaban entreabiertos y se veía muy apetecibles. Volvería a probarlos gustoso. Una de sus manos descansaba sobre la almohada y la otra la tenía enrollada en esa manta de pelo hermoso. Lo único malo de esa situación era que no podía verle esos hermosos ojos zafiro que tan enamorado me tenían.

Porque de algo estaba seguro y era que mi bella flor me tenía suspirando por ella. No era un tonto enamoramiento, la quería de verdad. Quería hacerla feliz, despertarme con ella cada mañana y, sobre todo, pasar el resto de mi vida a su lado.

. . .

Esa vez no me despertó la luz del sol ni el cantar de los pájaros; tampoco fue el teléfono móvil con algún mensaje o llamada urgente. Esa vez lo que me despertó fue un delicioso aroma a comida recién hecha y un beso en mis labios.

—Hombretón, hay que levantarse.

Y su voz.

Sonreí aún medio adormilado y con los ojos cerrados.

—No quiero. —me di la vuelta y me tapé con la sábana hasta las orejas.

Elliana rió por mi comportamiento infantil. Escuché cómo dejaba la bandeja en una de las mesitas e instantes después sentí el colchón hundirse bajo su peso. La sentí trepar encima de mí.

—Venga, no seas un vago.

—Cinco minutos más, por fa —supliqué con voz de niño bueno.

Se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a esparcir besos sobre mi cara. Mmm... Cómo me gustaban esos despertares. Me acostumbraría fácilmente.
Abrí los ojos y atrapé sus labios con los míos. Mis manos automáticamente fueron a su cintura y suavemente la fui reclinando sobre mí. Sonreí sobre sus labios mientras ahondaba más en el beso.

Mi bella flor llevaba puesta mi camiseta y, ahora que lo pensaba, estaba muy sexy con ella puesta. No obstante, en ese momento me sobraba, al igual que mi ropa. Quería volver a sentirla piel contra piel.

Y eso hice. Me separé un poco de ella y me incorporé. Mis manos fueron deshaciéndose con habilidad de ella. No llevaba sujetador. Mejor para mí.

Pasiones Enredadas (Amor Enredado 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora