Capítulo 25: Momentos robados

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Capítulo 25: Momentos robados

—¿Quieres hacer algo en especial? —le pregunté a mi bella flor pasados unos cuantos minutos

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—¿Quieres hacer algo en especial? —le pregunté a mi bella flor pasados unos cuantos minutos. Aún seguía dentro de ella, aunque esa conexión duró poco. Se levantó de mí y se puso la camisa y las bragas bajo mi atenta mirada.

—Ahora que lo dices, sí que quiero hacer algo —dijo. Bajó la voz y se acercó a mí de manera sexy y seductora. Se inclinó y me susurró al oído—. Quiero utilizar la ducha y después tú y yo vamos a desayunar.

Cuando se apartó y subió las escaleras, solté todo el aire de mis pulmones y sonreí como un bobo. Ella me tenía enganchado, hipnotizado. Era su forma de ser tan natural. Estaba acostumbrado a ver cómo Ingrid Land y Lillian Murray iban detrás de mí como perritos falderos. Ese par era de lo más artificial y yo no quería algo así. La persona que me quitaba el sueño era aquella que había conocido de manera espontánea e inesperada.

Me vestí y subí al dormitorio. Escuché la ducha y la voz de Elliana cantar en voz apenas audible una canción. Sonreí de nuevo. Busqué una muda con rapidez y me metí en el baño. Todo estaba repleto de vaho. El aire estaba cargado del aroma dulzón del jabón. Me desnudé y me metí en la ducha. Ella, al verme, no dijo nada. Solo imitó mi gesto.

Después de la ducha y ya bien relajados, bajamos a desayunar. Hice un chocolate para ella y para mí, un poco de café. Cuando dejé ambas tazas humeantes, ella hizo una mueca.

—No sé cómo puedes beber esa bebida tan mala. Puaj.

—Lo necesito para rendir bien —respondí.

Saqué unas cuantas piezas de frutas y las puse en el centro de la mesa. Al instante, mi bella flor cogió una pera y la troceó con un cuchillo.

—Mierda. —Uno de los trozos salió rodando por la mesa hasta caerse al suelo. Reí, no pude evitarlo.

Se agachó para recoger la pieza y, después, la tiró a la basura. En todo momento no pude dejar de mirarla, embobado. Me sentía como si hubiese retrocedido a mi adolescencia. Estar con ella era como una montaña rusa de emociones. Parecía que nunca se iría la emoción del principio, esa adrenalina endulzada que me recorrió los primeros días previos a nuestra cita, cuando aún me rechazaba. Sentía que nunca me aburriría estando con ella. Era única.

Fue a meterse un trozo de pera en la boca, pero la retuve.

—Espera.

Con un tenedor, le llevé la pieza a los labios y ella, riendo, lo tomó. No pude apartar la mirada de ella. Me tenía hechizado.

—¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero? —le pregunté. Llevé mis dedos a su pelo y los enredé en él. Me encantaba su cabellera.

Hizo una mueca.

—Solo un par de veces —se burló.

Sonreí.

—Me encanta tu forma de ser. Te quiero mucho.

Pasiones Enredadas (Amor Enredado 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora