Capítulo 11: Día de chicas y noche de karaoke

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Capítulo 11: Día de chicas y noche de karaoke

Elliana:

Una semana después de esa salida, más o menos, Nora, Winter y Genevieve me engatusaron para que fuera con ellas de compras. Recorrimos todo el centro comercial de arriba a abajo en busca de piezas de ropa que llamaran nuestra atención. No era una mujer que siguiera muchas las tendencias. Seamos sinceros, ¿a quién le importa de qué marca sean unos zapatos?

—Elli, ¡este vestido te quedaría de miedo! —gritó Genevieve desde casi desde el otro lado de la tienda. Típico de ella.

Miré con horror la prenda y negué con la cabeza. Era grotesca. Era una pieza demasiado corta para mi gusto y con un escote que dejaba muy poco a la imaginación. Y el color, santo Dios. Era demasiado llamativo para mí.

—Inténtalo de nuevo.

No era muy fan de ir a comprar ropa sexy. Me sentía muy cómoda vestida en mis vaqueros y envuelta en un jersey calentito. Siempre he creído que una buena prenda ha de ser bonita y cómoda al mismo tiempo.

En un momento dado, cuando estábamos en una lencería, Winter se acercó a mí con un conjunto de braga y sujetador naranja melocotón precioso de encaje.

—Con esto volverías loco a Derek, ¿no crees?

La miré y en sus ojos vi un brillo de lujuria y perversión que me puso los pelos de gallina.

—¡Winter! —Sentí cómo mi rostro se tornaba rojo carmesí. No obstante, su comentario era muy certero. A mí hombretón se le caería la baba solo con verme así vestida y, sorprendentemente, la idea no me repugnó. Es más, se había vuelto en una de mis fantasías, volverlo loco de placer en la cama.

Compré ese conjunto, junto a otros dos que pensaba ponerme solo para complacer a mi hombre. Últimamente mis pensamientos lujuriosos y mis fantasías estaban enfocadas en él.

Estábamos almorzando cuando Nora nos propuso:

—Chicas, tengo una idea —nos dijo con los ojos resplandecientes de la emoción—, ¡salgamos esta noche a mover el esqueleto!

Oh, oh.

—¡Me has leído la mente! —exclamó Winter llena de entusiasmo.

—Te secundo.

Ahora tres pares de ojos se posaron en mí, expectantes. Pero yo detestaba salir de fiesta a esos clubes en donde las personas se pegaban la una a la otra como sardinas enlatadas, llenas de sudor y hormonas revolucionadas. Solo de pensarlo me entraba una sensación claustrofóbica que quitaba el hipo.

—¿Qué dices, Elli? ¿Te animas? —preguntó Genevieve. Se apartó un mechón de pelo marrón de los ojos con la mano.

—Por fi —suplicaron las otras dos.

No me apetecía. No era lo que yo haría un viernes por la noche. Abrí la boca para responder, pero Nora se me adelantó. Creo que la muy ladina sabía perfectamente cuál sería mi respuesta.

—Venga, amiga. Anímate. Hace mucho que no vienes con nosotras.

No sé cómo, pero pasados unos segundos, me vi obligada a torcer mi brazo.

—Está bien.

—¡Yupi!

En fin. Esas tres eran peores que unas niñas pequeñas.

Después de almorzar, seguimos con nuestra aventura. Entramos en varias tiendas en las que todo lo que vi me pareció espantoso. ¿Por qué la mayoría de las prendas de ropa seguían en mismo patrón? ¿Por qué las faldas y los vestidos eran tan cortos últimamente y los pantalones estaban rasgados? ¿A caso los modistas no veían lo horrorosos que eran? Decidme que no soy la única mujer rara, por favor.

Pasiones Enredadas (Amor Enredado 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora