Buscando las manos de mi Señor

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Salmo 123:1-3

A ti alcé mis ojos,

A ti que habitas en los cielos. 

He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores,

Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora,

Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios,

Hasta que tenga misericordia de nosotros. 

Este salmo es un salmo es de un autor no conocido.

Y nos recuerda de como dependemos nosotros del Señor. Mucha gente que no es creyente pudiera decir yo vivo una vida normal, sin depender de nadie, ¿pero será esto verdad?

Aún nuestro respirar va más allá de nuestros propios pulmones, necesitamos entender de que cada respiro, cada vez que nos levantamos y pasamos un día y luego descansamos, todo es por misericordia y plan divino. 

Este salmo nos lleva a pensar en todo esto que Dios nos da, y como dependemos de Él en todos los sentidos... Ahora, cada vez que leo este salmo, me acuerdo de este pasaje de Jesús 
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La Mujer Sirofenicia

Marcos 7:24-30

Levantándose de allí, Jesús se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido; sino que enseguida, al oír hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu inmundo, fue y se postró a Sus pies. La mujer era Gentil, Sirofenicia de nacimiento; y le rogaba que echara al demonio fuera de su hija.

Y Jesús le decía: Deja que primero los hijos se sacien, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Es cierto, Señor, le dijo ella; pero aun los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos. Jesús le dijo: Por esta respuesta, vete; ya el demonio ha salido de tu hija. Cuando ella volvió a su casa, halló que la niña estaba acostada en la cama, y que el demonio había salido.
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Este salmo me acuerda a ese pasaje, porque creo que todos nos hemos sentido como esa mujer en alguna vez de nuestras vidas, vamos a Dios pidiendo aún sabiendo que Él conoce nuestra necesidad, y como dice este salmista, miramos al cielo en busca de esa mano que nunca falla y nos da muchas veces... aún no dependiendo de nuestra fe, sino de su gran misericordia. 

Cuando la gente trabajaba en servidumbre, miraban la mano de sus señores porque de allí venía su sustento.

Y quizás nosotros ahora lo podemos ver de otra forma, lo vemos como siervos e hijos que dependemos completamente de nuestro Señor y Padre.

Y cómo esta mujer en este pasaje, somos llenos de esperanza al buscar la mano de nuestro Señor, que nunca se ha acortado para salvarnos y complacernos.

Habrán muchos momentos en nuestras vidas donde en desesperación miremos al cielo en busca de ayuda, ¿qué será? no se, pero lo que si te puedo decir, es que llega un momento donde tenemos que mirar las manos de nuestro Señor ¿Y sabes porqué? Porque sabemos que allí siempre vamos a encontrar lo que necesitamos.

Dios no quiere que vivamos en ruegos y repeticiones vanas, pues Él conoce perfectamente lo que necesitamos, pero es hermoso conocer de donde proviene la bendición de Dios, y es de esas manos que nunca se cansan de bendecirnos, de esas manos que hoy tienen heridas que nos regalaron lo más importante... el milagro de salvación.


 el milagro de salvación

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