Corazón fugitivo.

11 1 0
                                    

Siempre agradecería el día en que cambie mi ruta para ir a casa, si no lo hubiera hecho no la habría encontrado y si no la hubiera encontrado toda esta historia no tendría sentido. Comenzó así...
La vida era muy tranquila para mí, quizás demasiado, llegaba al punto de aburrirme y por eso cada tanto decidía cambiar mi ruta hacia casa luego del trabajo. No era la gran cosa, pero era un cambio más sumado a las diferentes chicas que cruzaban la puerta de mi habitación cada fin de semana.
Ser seguridad de un club nocturno tenía sus ventajas, una de ellas eran las chicas, la siguiente la cantidad de personas que llegabas a conocer y también contaba el respeto que la gente tenía hacia mí.
Esa madrugada del fin de semana extrañamente volvía a casa sólo, quizás fuera que navidad me volvía un idiota melancólico y no me apetecía pasar navidad con una chica que no conocía ni conocería realmente.
Decidí dar un paseo por la ruta en mi motocicleta para aclarar mis ideas antes de ir a casa. La velocidad, el aire frío en mi rostro, el paisaje a mi alrededor todo me ayudaba a relajarme.
De repente vi algo bastante inusual. Una persona caminando hacia la calle, parecía agotada e intentaba hacer señas que yo no comprendía, disminuí la velocidad al notar el cabello largo y el esbelto pero curvilíneo cuerpo de una mujer. Estaba por llegar a ella cuando se derrumbó en el piso. Me bajé apresuradamente de mí motocicleta y corrí hacia ella.
- Hey, estás bien? - pregunté al ver que estaba despierta.
- Huir... Tengo que... Huir.
- Bien, pero tienes que ayudarme, ¿está bien ? Necesito que te pongas de pie, subas a la motocicleta y te aferres a mí con fuerza, sin dormirte - dije ayudándola a ponerse de pie en cuanto asintió. Hizo exactamente lo que le dije y se mantuvo aferrada a mi torso durante todo el camino hasta mi casa.
Después de todo, si había llegado con una chica.
Bajó de la motocicleta con torpeza y notable cansancio, apenas habíamos dado dos pasos hacia dentro de mi casa cuando las piernas le fallaron y tuve que alzarla para que no cayera. La llevé a mi cama, dejándola dormir tranquila.
Sólo entonces viéndola dormir me percaté de que no sabía nada de ella a excepción de que estaba huyendo y yo ni siquiera sabía de qué huía, quizás era de la policía, pero no parecía el tipo de chicas que se metía en líos policiales, se veía frágil y delicada, como si pudiera morirse si le hacías el más mínimo daño.  
Aún tan frágil y enferma como se veía era bonita y no pude evitar notarlo. El cabello color chocolate le caía en ondas hasta la cadera contrastando con una perfecta piel de blanca porcelana; tenía unos delicados y pequeños labios, que en circunstancias normales ya hubiera besado; las mejillas levemente sonrosadas, lo que atribuí al frío de la noche y el resto de su cuerpo era una armonía de curvas perfectamente proporcionales que probablemente veía por primera vez, porque la mayoría de las mujeres con las que había estado tenían algún tipo de implante en algún lugar.
Seguí el recorrido por su infinidad de piernas hasta llegar a los pies y entonces me pregunté qué rayos estaba haciendo mirando de esa manera a una chica que no conocía de nada pero aún así acababa de rescatar y estaba profundamente dormida.
Sacudí la cabeza en un intento de sacudir todos mis anteriores pensamientos, le quité las zapatillas con cuidado, la cubrí con una manta y me fui de ahí, apagando las luces.
Tomé una lata de cerveza y me senté a ver televisión, todo era patéticamente navideño y terminé apagándolo antes de querer romperlo.
- Feliz Navidad - dije a la nada para luego darle un trago a mi cerveza.
Caí dormido pensando en qué hacer con esa mujer al día siguiente, tenía que alimentarse, y probablemente darse una ducha la haría sentir mejor. Necesitaba tener aunque sea una leve idea de qué huía esta extraña y ahí pensaría si podía ayudarla de alguna manera.
                 ~~~~~~~~~~~~
Cuando desperté y miré la hora eran cerca de las tres de la tarde. Me levanté para ir a ver si la mujer seguía durmiendo, y ahí estaba, acurrucada entre las sábanas, se veía como una niña y de algún modo me hizo sonreír. Aunque probablemente si fuera una niña, no podía ser mayor que yo. Si tuviera más de veinte me sorprendería.
Volví a sacudir la cabeza y fui a ducharme.
Al salir me percaté de que probablemente no había nada en mi refrigerador y debía buscar algo para darle a mi fugitiva de desayuno. Esto estaba tomándome más molestias de las que creía.
Dejé una toalla limpia y la mochila que ella cargaba consigo a un lado de la cama y me fui. Confiaba en que pudiera encontrar la ducha por sí sola y no se desmayara en el proceso.
Cuando volví a casa cargado de bolsas oí el ruido de la ducha y sonreí, sí la había encontrado.
Puse a funcionar mi cafetera mientras tostaba rodajas de pan y ponía facturas en un plato. Por último preparé jugo de naranja natural y puse un vaso para cada uno junto a las tazas de café. Jamás desayunaba tan bien, pero había algo en ella que me hacía querer impresionarla.
- Huele muy bien - dijo una voz a mis espaldas.
- Me alegra oír eso, porque no tengo idea de qué puede llegar a gustarte.
Me voltee, dejando las mermeladas sobre la mesa y señalé una silla.
- Por favor, sientate.
Ella se acercó con una pequeña sonrisa y extendió su mano.
- Mi nombre es Emma - dijo, sonreí sacudiendo levemente su mano.
- Emma, es lindo conocerte, soy Chris.
- Antes que nada quiero agradecerte todo esto... Tú no tenías porque hacerlo y creo que como mínimo debo darte una explicación porque puede que mal entiendas las cosas, y voy a irme enseguida no quiero causarte más molestias.
La manera en que movía sus manos al hablar me hizo sonreír, se veía adorable. Y yo no entendía qué mierda le pasaba a mi cerebro que me hacía sentir tan patético al pensar todas esas cosas.
- No tienes que agredecerme, necesitabas ayuda y te la di, no es la gran cosa, y no espero que te vayas. Puedes quedarte el tiempo que sea necesario, pero... Como tú misma dijiste necesito explicaciones, esto es demasiado extraño - dije para luego darle un sorbo a mi jugo de naranja,  arrugue el gesto, estaba asqueroso. Retiré ambos vasos ante su atenta mirada y luego tomé asiento, ella sonrió copiando mi acción.
- Bien, te explicaré de manera resumida lo que sucede... Mi padre ha pagado una deuda conmigo.
La observé como si me hubiera dicho que venía de otro planeta, no había modo de que estuviera hablando en serio.
- ¿Disculpa, eso fue una broma?
- No, él debía dinero y la persona a la que se lo debía dijo que si me entregaba la deuda estaba saldada... Así que mi padre aceptó y ese hombre tiene que estar recogiéndome en casa en este momento, escape en la noche porque no sabía qué hacer, no puedo ir a la policía, mi papá es uno.
Me quedé atónito, mi padre me había abandonado nada más al enterarse de mi existencia y mi madre había sido una alcohólica la mayor parte de mis veintidós años de vida pero aún así sabía que ella no era capás de hacerme algo así y no me imaginaba a un padre que lo fuera. Apreté los puños de algún modo enojado con ese hombre al que no conocía que le hacia algo así a la mujer que tenía en frente, a la que por cierto tampoco conocía.
Decidí tomar una posición indiferente al respecto, no tenía por qué ayudarla pero quería hacerlo, al igual que quería conocerla y aunque quisiera, no podía sentirme indiferente. Lo atribuí a que ese hombre era un monstruo y yo un poco idiota.
Así que finalmente la respuesta fue obvia, pero ella me ganó de mano.
- Entiendo que suena raro, puedo irme ahora mismo si quieres sólo voy a pedirte que no le digas a nadie que estuve aquí.
- ¡No! No quiero que te vayas, quiero ayudarte, sólo estaba pensando en cómo hacerlo - dije sonando más brusco de lo que esperaba, y ahora por esa pequeña mentira me había dado cuenta de que no sabía cómo ayudarla.
- Mira, sé que falta mucho y no puedo quedarme aquí tanto tiempo, pero cumplo dieciocho en dos meses y sólo necesito eso para salir de aquí.
Con eso mi sospecha estaba confirmada, ella era menor.
- Puedes quedarte.
Pensé en todos los riesgos que implicaba mi decisión, lo más probable era que estuvieran buscándola por todos lados y si se enteraban de que estaba conmigo yo estaría en problemas. Después de todo, su padre era policía, pero algo dentro de mí me empujaba a ayudarla, algo me decía que estaba bien, que debía hacerlo.
Me di un puñetazo mentalmente por pensar que su expresión de sorpresa era adorable, con esos grandes ojos negros bien abiertos.
- ¿De verdad?
- Amm, sí...
Mordí una factura antes de meter la pata, de algún modo esta chica me hacía sentir un imbécil. Cada vez que abría la boca sentía que iba a decir una estupidez y tenía que detenerme a pensar.
- Oh Dios, gracias. No puedo creerlo, haré lo que quieras, yo limpiaré toda la casa, y te cocinaré cada día, soy buena en ello lo juro, y te ayudaré en todo lo que necesites, además en cuanto salga de este lugar te pagaré lo que tú digas, lo prometo, te enviaré el dinero.
- No, no tienes por qué hacer esas cosas calmate, en verdad no es nada. Vivo sólo y no me falta dinero así que no es como si me costara tanto mantenerte aquí, sólo te pediré que no salgas en ningún momento de la casa, cualquier persona que te vea puede meterme en problemas y a ti, es todo... Lo que necesites me lo pides no importa que sea, no salgas - dije mirándola fijo, ella asintió frenéticamente.
- Sí, no hay problema no abriré la puerta cuando no estés y no haré nada sospechoso, lo prometo... Muchísimas gracias Chris estás salvándome la vida, en serio.
- Bien, a desayunar.
El tiempo pasó. Los días corrían y mi extraña fugitiva se había convertido en alguien especial para mí. Cada pequeño detalle que averiguaba sobre ella era como una joya preciosa al principio. No sabía demasiado, por no decir nada de ella en la primera semana, pero a la siguiente los simples detalles comenzaron a destacar para mí. La manera en que fruncía el ceño cuando estaba concentrada o molesta, cómo se mordía el labio inferior cuando no sabía qué hacer, la manera rápida en que parpadeaba cuando mentía que había averiguado jugando al truco, le gustaba muchísimo bailar y escuchar música.
Un día decidimos que no pasaba nada si dormíamos juntos en la cama, el sillón era demasiado incómodo para cualquiera de los dos y desde esa noche en adelante cada vez que llegaba y me acostaba ella se volteaba hacia mí, quedando a centímetros de mi rostro.
Todo era tan normal y a la vez tan extraño entre nosotros. Yo jamás había tenido una novia en serio, no me gustaban las relaciones pero me imaginaba que de la manera en que nosotros actuábamos era como actuaban las parejas normalmente, a excepción de los besos y las confesiones de amor lo teníamos todo.
Había llegado un punto en ese mes en el que nos habíamos acostumbrado al otro por completo y sabíamos todo lo que podíamos saber del otro. Había cambiado las cosas más simples en mi vida, ya no dormía sólo y estirado en mi cama, un día me había volteado y la había abrazado e iba a quitarme cuando lo noté, pero ella se había acurrucado contra mí cuerpo y tomado mi mano, desde entonces eso no había dejado de pasar. Ya no veía televisión riendome sólo y estirado en el sillón, ahora reía con ella y miraba con mi cabeza recostada en su regazo mientras sus dedos tiraban de mi cabello con delicadeza.
Teníamos pequeñas y estúpidas riñas que terminaban siempre en guerras de cosquillas. Yo preparaba el almuerzo y ella la cena y luego limpiábamos juntos antes de que yo me fuera al trabajo.
Una vez pensé que quizás actuábamos como hermanos, pero lo deseché de inmediato con una carcajada, había una pequeña razón por la cual no éramos como hermanos, yo la deseaba como a una mujer y algunos escasos momentos en los que la música hacía que nos dejáramos llevar me demostraban que algo causaba en ella. Aún así, no nos habíamos besado jamás, siempre que estábamos a punto de hacerlo uno se golpeaba o comenzaba a reír o quizás estornudaba y luego todo se perdía.
Faltaban dos semanas para que Emma cumpliera dieciocho y yo pasaba los días intentando no pensar en qué hacer cuando ella se fuera de aquí. No quería que se fuera.
Una madrugada al volver del trabajo la encontré sentada en el sillón con su mochila a un lado y la cara enterrada entre sus manos.
- Emma, ¿Estás bien?
- Chris, tengo que irme ahora.
- ¿De qué estás hablando? Aún quedan dos semanas para tu cumpleaños - dije confundido.
- Lo sé, pero se me olvidó, no sé cómo sucedió, pero olvidé que no tenía que salir y tus vecinos me vieron y empezaron a señalarme, ¡claro que saben quién soy, mi foto ha estado en las noticias todo este tiempo ! Soy una estúpida, Chris lo siento tanto, espero que no te cause problemas...
Yo sólo la miraba sin poder creerlo del todo, mientras ella caminaba de un lado al otro.
- Bien, haremos lo siguiente, yo me tomaré unas vacaciones, y saldremos de  aquí ahora mismo, cruzaremos la frontera tan rápido en mi motocicleta que no nos atraparán a tiempo, cuando nos alcancen ya no seremos de su jurisdicción y problema resuelto - dije abriendo los  brazos, ella me miró anonadada.
- Tú, Chris Ryan, eres el mejor chico que existe en este maldito planeta, mierda... si fuera tu novia me sentiría tan afortunada.
Me hizo reír y antes de que pudiera decir o hacer algo corrió hacia mí y me rodeó con brazos y piernas. Reí sosteniéndola y la bajé luego de un rato.
- Supongo que tengo que preparar una mochila también.
Me dirigí a mi habitación, puse algunos cambios de ropa y todo mi dinero ahorrado hasta ahora dentro de un bolso, tomé las llaves de mi motocicleta y nos fuimos de ahí.
- Bien, quedate aquí - dije bajando de la motocicleta.
Mi padre me había abandonado y a mí madre, pero al crecer yo quise saber quién era él, mi madre me lo dijo y un día yo había venido por él. El hombre se había  echado a llorar y decir que lo sentía por cerca de quince minutos y yo sólo me quedé mirándolo. Recordaba sus palabras y mi respuesta enfadada.
<<- Cuando me di cuenta de lo que significaba tener un hijo tu madre no quería verme - dijo negando con la cabeza.
- Bien... Yo sólo quería saber quién era el imbécil que había puesto parte de mi genética. Serviste como donante de esperma - dije sonriendo con frustración.>>
Luego me volteé y me fui, ese hombre no significaba nada para mí ni lo significaría. Y él lo sabía, pero lamentablemente mi aparición había movido algo en él porque luego de eso me había buscado hasta el cansancio y había insistido en ayudarme en lo que sea que necesitara.
En ese momento simplemente había pasado de él, ahora le veía utilidad a la situación, él trabajaba en zonas fronterizas.
Me dirigí a él sin más.
- Chris, qué sorpresa verte.
- Si... Como sea, necesito que me hagas un único favor.
- Claro, lo que quieras.
- Necesito que nos dejes cruzar, a mí amiga y a mí - dije, él me miró dudoso.
- ¿Tienes problemas con la ley?
- ¡No! Yo no... El problema no es conmigo y vas a tener que perdonarme pero no puedo decirte exactamente qué es, sólo diré que no está mal lo que hacemos.
- ¿Dónde está tu amiga?
Respondió mirando hacia atrás y me interpuse en el camino de su mirada.
- ¿Vas a ayudarnos o no? - dije mirándolo fijo, él me sostuvo la mirada unos segundos y luego asintió.
- No puedo hacer demasiado, simplemente dejarlos pasar me metería en problemas, pero hay algo que puedo hacer... los reuniré o por lo menos los distraeré, estate atento, porque en cuanto encienda la linterna hacia ti debes acelerar como nunca lo has hecho y no debes parar hasta estar completamente del otro lado...
- Bien, gracias Papá.
Remarque la última palabra, lo que lo hizo sonreír.
- Vete, y sé feliz con esa chica.
Volví hacia Emma y me subí a la motocicleta, preparándome para salir de ahí.
- ¿Qué sucedió, con quién hablabas?
- Menos averigua Dios y perdona - dije recordando lo que madre solía responder cuando preguntaba por mi padre.
- Oh... Bien, lo siento.
- Aferrate a mí Emma y no grites, ¿Está bien?
- ¿Qué?
Sonaba confundida, pero en cuanto puse en marcha la motocicleta se aferró a mí. El resto sucedió demasiado rápido, la luz apareció y yo aceleré como nunca, el viento rugía a nuestro alrededor y oí un gran revuelo luego de que pasáramos la barrera, pero yo no estaba pensando en eso. Mi concentración estaba totalmente sumida en Emma, sus muslos me apretaban las caderas con fuerza al igual que sus brazos en mi torso, mientras su mejilla estaba apoyada en mi espalda. Estaba ahí con su cuerpo apretándose al mío y yo no sabía qué hacer para detener la avalancha de pensamientos indecentes que me nublaban la mente y habían hecho que mi cuerpo subiera de temperatura y reaccionara a su toque de esa manera.
Ella comenzó a reír cuando finalmente cruzamos la frontera.
- Mierda, Chris estás loco - gritó divertida por encima del sonido del viento.
- Por ti, nena.
Lo dije, respondí antes de arrepentirme, ella volvió a abrazarse a mí con fuerza y yo no me detuve hasta que hubo civilización a nuestro alrededor y encontré un lugar donde pudiéramos quedarnos a pasar el día, hasta que supiéramos qué hacer.
Entramos a la habitación riendo.
- No lo puedo creer, me sacaste de ahí, tú...
Dejó caer su mochila a un lado, copié su acción y me acerqué a ella.
- Te dije que lo haría.
Nos quedamos mirando como si no hubiera nada más que ver alrededor y de repente tomé la decisión que llevaba semanas pensando.
Me pegué a ella besándola con pasión y desesperación, no estaba seguro de qué me había empujado a decidir realmente pero cuando sentí sus labios respondiendo al beso y sus manos subiendo a mi cabello no me arrepentí para nada. La alcé por los muslos y caminé hasta la cama dejándola tendida en ella sin dejar de besarla.
Levanté su camiseta dispuesto a quitársela de un tirón, me sentía desesperado, pero en cuanto hice contacto con su piel no pude retirar las manos, quería quedarme tocándola así todo el día. Simplemente yendo de arriba a abajo por sus costados, pero ella me detuvo.
- Espera, Chris, creo que nos estamos dejando llevar por la adrenalina del momento, esto no es lo que queremos...
- No me digas que no es lo que quiero porque quise hacer esto desde el primer momento en que te vi, dime simplemente que tú no lo quieres - murmuré y me alejé.
Apenas me había puesto de pie cuando Emma se acercó al borde de la cama y poniéndose de rodillas tiró de mi camiseta hacia ella y me besó. Le devolví el beso inseguro, no sabía si volvería a arrepentirse o qué pasaría ahora.
- Solo no hagas que me arrepienta, ¿sí?
Sonreí antes de volver a besarla. Tiré de su camiseta hacia arriba y ella me ayudó levantando los brazos.
La empujé levemente hacia atrás hasta que se recostó en la cama y me incliné a besar su cuello.
- Creo que nada me dolería más que hacer que te arrepintieras de esto.
Ella tiró de mi camiseta hacia arriba.
Casi no podía creer lo que estábamos haciendo, sólo sabía que se sentía mucho mejor de lo que yo había imaginado. Dejé de pensar en lo que iba a pasar después, y me dediqué exclusivamente a sentir este momento.

Cada beso y caricia que nos dimos quedó grabado a fuego en mi memoria y mientras la observaba descansar sobre mi pecho me pregunté qué pasaría luego, cuando decidiéramos salir de la cama, me pregunté si lo olvidaría, si sería sólo una noche para ella o significaba algo más como para mí.
- Casi puedo oírte pensar - dijo apoyando la barbilla sobre mi pecho para verme. Acaricié su mejilla despacio con una mano mientras mantenía la otra en la parte baja de su espalda.
- Tú me haces pensar.
- Espero que no sea nada malo.
- No estoy seguro, supongo que depende de las respuestas a mis preguntas.
Sonreí cuando se inclinó y dejó un beso en mi cuello.
- Dispara.
Solté una carcajada, con una mezcla de diversión y nervios anudandose y fundiéndose.
- Como digas vaquera.
Ella me dio un suave empujón y se incorporó un poco cubriéndose con una sábana.
- Bueno... La verdad es que quiero saber qué piensas de lo que pasó y qué vamos a hacer ahora - dije tomando su mano libre y soltando todo de golpe.
- Mmmm... pienso que deberíamos haberlo hecho antes y que no tengo idea de qué vamos a hacer ahora.
Me mordí el labio sintiéndome aún más atraído que antes con sus palabras y tiré de ella encima de mí besándola con intensidad.
- Te propongo algo... Quedate conmigo. Falta poco para tu cumpleaños y entonces seremos libres de volver o quedarnos aquí. Como tú quieras, pero como sea empecemos una nueva vida juntos, si te atreves, Emma.
Sus ojos estaban fijos en los míos como si calculara cada palabra y una sonrisa se formó de a poco en sus labios.
- ¿Si me atrevo, quién piensas que soy? Por supuesto que me atrevo a vivir contigo, me atrevo a todo contigo.
Corté la mínima distancia que nos separaba besándola.
- Emma ... - murmuré de nuevo sobre sus labios.
- ¿Si?
- No tienes que responder a esto... Te quiero.
Y así comenzó nuestra historia, una historia que tenía mucho por vivir, mucho por sufrir y por amar, muchas peleas y reconciliaciones. Pero a quién podía culpar por ello más que a la vida, la misma vida que había traído a la chica que amaba y con la que pasaría el resto de mí vida.

Mini Historias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora