Votos rotos

116 9 8
                                    

Raven P.O.V

Me arrastré por la orilla escupiendo agua, sigo sin entender cómo terminamos de nuestro lado del río, aunque tampoco es algo para lo que tuviera mucho tiempo para detenerme a pensar. Escuché gruñir a Ryan y comprendí que no estábamos solos, frente a nosotros en la orilla opuesta, un lobo negro se alzaba peligroso rodeado por sus pares, según sus posiciones podía adivinar que se encontraban Brandon y Max en sus flancos cubriendo a la Luna, justo detrás de él.

Me sorprendió cuando me vi protegida por la silueta del lobo de Ryan que no dejaba de gruñir amenazante, sabía que él no podría contra los cuatro lobos (y quién sabe cuántos más) que tenía en frente. Incluso Quillan se posicionó en su flanco para protegerme, mientras que yo estaba paralizada, nunca los había visto de ésta manera.

Sin embargo, justo cuando estaban dispuestos a cruzar, el lobo de Deamon le tiró un tarascón a su Luna, y todos permanecieron estáticos. Desde su altura me miró como si fuera un insecto y alzando su cabeza orgulloso, se dio media vuelta con la manada retirándose junto con él. No podía evitar el dolor en mis marcas ni en mi corazón, pero aún así me sentí aliviada: nos había dejado ir, por esta vez.

El lobo de Ryan se desplomó a mi lado y yo me recosté sobre su lomo. En algún momento, con la vista perdida en las hojas del bosque me puse a llorar, pero también en algún momento, me quedé dormida. Desperté momentáneamente arrullada por unos fuertes brazos y un pecho duro, una mandíbula fuerte con una barba incipiente parecía estar trabada y conteniendo la furia, así que ante la vista de eso decidí resignarme y volver a dormir. Estaba más cómoda en lo negro, en la oscuridad.

Desperté en la noche, sobre la cama con frío y una toalla cubriéndome. Todas las articulaciones me dolían, especialmente los dedos que probablemente sean la zona más sensible que tengo. Cerré los ojos y me prohibí a mi misma investigar un poco más, aunque claro, uno nunca se hace caso a sí mismo y por consiguiente, terminé tocando mi marca tan sólo para terminar comprobando que nuevos restos de sangre parecían haber surgido. Ya estaba entumecida, el dolor no podía hacerse más profundo y al no aminorar, entonces uno se acostumbra ¿verdad?

La resignación me impulsó fuera de la cama que tan de golpe como me arropó, se hizo mi refugio. Mientras recogía una nueva toalla, intentando no manchar nada de sangre y barro (me abstuve de mirar hacia la cama), sonreí hacia el pensamiento de los cadetes de Ryan. Los lobos más jóvenes, quizás un poco menores que la edad que hubiera tenido mi hermano en esos momentos, al principio me miraban con miedo, luego fue respeto y ahora de vez en cuando me invitaban a jugar ¿me estaré encariñando con la manada enemiga? Un segundo ¿siguen siendo mis enemigos?

Un flash de los acontecimientos recientes explotó en mi cabeza. La imagen de Ryan en su forma lobuna esforzándose en extremo por un rescate, cuando si lo pensamos bien valgo más muerta para ambos lados ¿o no?¿Por qué molestarse? Sin siquiera intentarlo realmente me vi comparando dicha imagen, con la del lobo de un Deamon altanero y orgulloso que parecía haber elegido su camino. Vacío, esa sería la palabra correcta para describir mis
sensación.

La lluvia de la ducha borraba como una caricia las lágrimas que recelosas abandonaban mi rostro, y a medida que borraba los rastros de barro, sentía como algo más se construía en mi interior. Se sentía pesado, sabía que no era bueno; era esa clase de sentimiento que corroe, que lastima. Moretón, rasguño, cada marca en mi piel que el habón tocaba era un ladrillo más en una muralla medieval construyéndose alrededor de mi corazón. Me pregunté si alguna vez podría perdonar a Deamon por esto y se me escapó un sollozo: el último ladrillo había tomado forma para mi protección.

Mientras envolvía la toalla de rosado pálido a mi alrededor, elegí no preguntarme si alguien alguna vez podría derrumbarla, tenía que crecer y dar un paso hacia adelante, Deamon había decidido que su camino estaba fuera del mío y no iba a cuestionarle eso cuando lo había decidido solo. Era hora de que hiciera mi camino.

La Bestia DecideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora