Blue Warrior

INTRODUCCIÓN - ORIGEN II

Tan solo era un pequeñolago con una cascada, pero me pareció el lugar más hermoso que hubiera vistoantes, y fue entonces cuando convertiría ese lugar en algo especial para mí y empecé a llamarlo ¨mi pequeño santuario¨. 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Estaba cerca de la Gran Montaña y tenía demasiadas ganas de ver de nuevo a Gajeel y de saber si seguía oliendo tan mal o se habría convertido en un guerrero digno de luchar contra mí. Así que intenté acercarme cuanto pude a él. Descubrí donde acampaban y observé como entrenaban antes de intentar hablar con él. Lo pude ver mientras peleaba, golpeaba bien, se había dejado crecer el pelo y parecía estar en forma. Volví a espiarlos varias veces, observando principalmente los pasos que aprendían, como golpeaban, qué les enseñaban. Memoricé las estocadas que encajaban, siempre duras y agresivas pero sin demasiada precisión. Intenté acercarme más entre los árboles hasta que fui descubierta por un chico de ojos grises, me escondí cuanto pude y aguanté la respiración pero me volvió a encontrar. Me dejó sin escapatoria entre él y un árbol. Colocó su rodilla cerca de mi muslo. No quería levantar la vista así que posé mis ojos en su collar y cuando vi su pecho acercarse a mí lo esquivé y corrí de regreso. Sabía que ellos no podían bajar, no les estaba permitido, así que en cuanto llegué al pie de la montaña supe que estaba a salvo de nuevo. Nunca volví a intentar ver a Gajeel.

Desde lo de mi madre, apenas pasaba tiempo en la aldea. Todo me recordaba a ella y no quería mostrar mi debilidad ante los demás. Silver parecía pensar como yo, ya que también, pasaba las tardes sentado en el bosque. Me senté a su lado y ambos miramos el horizonte, ese día no intercambiamos palabras. Pero al día siguiente volví a sentarme junto a él. No sabía por qué, pero estando allí aun sin hablar me hacía sentir mejor. Lloré aquel día mirando al frente a su lado y él se levantó, se arrodilló frente a mí y me abrazó. Noté mi pelo mojado y supe que el también lloraba, lo cierto es que debía estar incluso peor que yo, estaba solo, así que correspondí el abrazo y durante semanas seguí yendo por las tardes al mismo sitio. Comenzamos a hablar y me contó que no estaba solo del todo, tenía un hijo en la Gran Montaña entrenándose, yo le hablé de mi hermano. Me habló del entrenamiento que el recibió allí y también me ayudó en mis entrenamientos. Me hice mucho más fuerte gracias a él. Y lo cierto es que aquel hombre se convirtió en alguien tan apreciado para mí como un padre.

Teniendo ya mis 16 años, recibimos la visita de un pueblo cercano. Siendo yo la hija del jefe de mi aldea tuve que asistir para recibirlos. Venían en canoas desde el norte, no sabíamos que querían ni porqué estaban aquí, y aun así me hicieron estar allí junto a mi padre para saludarlos. Silver se colocó a mi lado, aquello me alivió sin saber porque. El jefe de los recién llegados saludó a mi padre y este le invitó a entrar a su cabaña para hablar en privado. Pero antes me presentó como su hija ante los guerreros y estos hicieron una leve reverencia. Incliné la cabeza como símbolo de aceptación manteniendo el semblante lo más serio que pude.

Silver se acercó a mi oído y me susurró que no dejase que ninguno de ellos se me acercara y que permaneciera cerca de él. Dirigí mi mirada hacia los guerreros que parecían hambrientos mirándome con esos ojos, endurecí la mirada y di media vuelta hacia mi cabaña. Silver se colocó como una estatua a la entrada de esta, lo supe por el sonido tan peculiar que hacia al andar. Conseguí salir sigilosamente y estando justo detrás de él, lo ataqué rodeándole el cuello con mis brazos. Del susto casi cayó al suelo pero mi cuerpo hizo de palanca y le dio tiempo a reincorporarse, los guerreros miraban con incertidumbre, supongo que se preguntaban como una chica como yo podría haber pillado de sorpresa a un guerrero adulto, fuerte y con experiencia. Uno de ellos se acercó. Era casi tan alto como Silver, con el pelo de color azul oscuro. Venía con el torso desnudo como todos los demás guerreros y con unos pantalones de piel. Estaba en forma y seguramente sabía pelear bien. Levantando la vista coincidí con sus ojos y su expresión de picardía. Se acercó a mí e intentó coger mi mano, pero la aparté antes de que la tocara.

- Por fin tengo el honor de conocerte, Juvia. Me habían hablado de tu peculiar melena azul y de tus ojos color del cielo, pero nunca de tu belleza. – Decía mientras me examinaba con la mirada.

No dije nada, solo me mantuve rígida mostrándole que no me sentía intimidada por él. Cogió un mechón de mi pelo y lo enredó en su dedo.

- Sabes... estoy buscando una esposa para asentarme. No me importaría esperar unos años más por ti, muchacha. – Lo miré a los ojos con dura mirada. Silver lo miró con rabia. Apoyé la mano derecha en el pecho de Silver sin dejar de mirar a aquel guerrero.

- Siento comunicarte que no estoy interesada en tener una pareja, tampoco serías uno de los candidatos. – Me giré arrastrando a Silver conmigo, pero este seguía mirándolo con ojos asesinos y su mandíbula apretada. Pero aquel joven volvió a agarrarme del brazo y me hizo voltearme.

- Bora, me llamo Bora. Volveré dentro de unos años por ti, muchacha. – Su tono era entonces más serio que anteriormente, pero no me asustó. Silver sin embargo no lo tomó al igual que yo, me apartó y quedó frente a él.

- Será mejor que no vuelvas por aquí y no vuelvas a tocarla. – Dijo Silver ejerciendo de padre protector. Lo agarré de uno de sus fuertes brazos y al notar mi agarre se calmó y destensó los músculos.

No pasó mucho tiempo más cuando salieron mi padre y el jefe de la cabaña y les hizo una señal a sus guerreros para marcharse. Desde la colina los observamos irse pero aquel joven no separaba sus ojos de los míos.