Blue Warrior

XI - TRAVESÍA

• Juvia, cualquier cosa que me pidas y esté en mi mano lo tendrás. – Me contestó. - Le diré a Gray que vaya mañana contigo.

• No te preocupes, el viejo ya tiene pensado un grupo. – No me dio tiempo a añadir nada cuando Silver siguió.

• Gray irá contigo. – Acabó diciendo. Gesticulé con la cabeza.

• Entendido...

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  Después de la cena comenzaron los bailes. A mí no me gustaba mucho participar en aquello pero tenía que admitir que nos lo pasábamos bien. Duré solo unos bailes y en seguida me cansé de ello. Salí del círculo y me aparté un poco.

El joven de cabellos plateados permanecía a un lado apartado del resto. Tampoco le gustaban estos eventos.

Jellal permanecía sentado en uno de los troncos tumbados frente al círculo que danzaba. Fui con él y me senté a su lado.

• ¿Ya estas cansada, Juvia? – Dijo sin apartar la mirada de los que bailaban.

• Tú no has participado todavía. – Contesté.

• Oe, ¿me estas proponiendo bailar? – Comentó divertido.

• Yo no, pero ella sí y tienes que hacerlo. – Dije mientras agarraba su mano y la de Erza y los juntaba invitándoles a entrar en el círculo. Ambos accedieron y de nuevo me encontraba sola sentada en aquel tronco.

Llegó el baile de la Danza Ceremonial, y ahí estaba Lucy, radiante con su vestido de pieles. Solo los aludidos se quedaban en el centro del corro. Haciendo una selección entre los miembros para conseguir una pareja de baile. Al final, no era más que eso.

Pero los hombres de la aldea decían que en las relaciones eran siempre las mujeres quienes decidían a su futura pareja, así pues se tomaban muy en serio la elección que estas hicieran frente a este evento, y los elegidos realmente se planteaban el comenzar una relación formal y se imaginaban una familia junto a ellas.

Me quedé a ver cómo una Lucy vergonzosa sacaba a bailar a Natsu y poco después me volví a mi cabaña. Nunca he tenido mucho afán por este tipo de eventos.

Me senté sobre las pieles y miré hacia abajo. No podía contener la aparición de leves recuerdos de con mi padre allí mismo. Y perdida entre mis recuerdos me dormí.

Me desperté con las primeras luces del día y salí a bañarme en mi santuario. La paz que me ofrecía aquel lugar era algo místico. Escuchar el sonido del agua, el piar de los pájaros o tan solo el viento ladeando las copas de los árboles era para mí una experiencia casi hipnótica en esos momentos.

Me quedé allí por un tiempo. Después salí y me tumbé en el césped disfrutando de sentir como el sol me rozaba. Creo que me quedé dormida pero algo me despertó.

Me levanté rápido y observé desde mi escondite. Olvidando por completo que seguía desnuda.

Alguien había descubierto mi santuario y se aproximaba a profanarlo. Me acerqué al agua desde los arbustos y me metí sigilosa, quedando oculta por unas grandes rocas. 

Había un hombre de espaldas a mí. Parado, mirando la cascada. Me acerqué un poco más y lo apunté con mi cuchillo.

• ¿Qué haces aquí? – Dije seria. Este se dio la vuelta al escucharme y descubrió su identidad.