Capítulo III

1.8K 259 31
                                    

Estaba nervioso y muy emocionado. Se movía de un lado a otro siguiéndoles las pisadas a los guardias de capas amarillas como si fuera la sombra de los cuatro hombres. Éstos intentaban no tropezar con el mismísimo Príncipe, pero les era imposible andar con tranquilidad si tenían al muchacho sobre ellos. Los pasillos eran interminables, tanto para Thor, que se comía las uñas de las manos con nerviosismo, como también para los guardias, que no podían creer lo pesado que era el mueble ese. Dio la vuelta un pasillo y suspiró con alivio al no ver rastro de persona alguna. Los cuatro guerreros de Asgard lo siguieron hasta una gran puerta bella en su esplendor, de madera fuerte y de detalles rústicos. El joven no tardo un segundo en abrirla completamente y permitirles el paso a los cuatro.

– ¡Tengan mucho cuidado! –Exclamó con los nervios de punta, ya ni él mismo se aguantaba, pero estaba así porque corría un gran riesgo...No quería perderlo. No a él. Les indicó el lugar y con sumo cuidado los guardias depositaron aquel pesado elemento. –Pueden retirarse. –Y esperando a que la puerta se cerrara, se giró hacia el alto mueble y le dio un tirón a la tela roja que lo cubría deseándole a los Dioses que nada cambiara, que nada se alterara. Con las emociones a flor de piel, miró hacia adentro del espejo que los guardias le habían traído y se asustó cuando, cegado por los nervios, no encontraba rastro alguno de su amigo. Dio algunos golpecitos desesperado por encontrarlo, pero solo había libros y más libros. Tal vez había sido una mala idea mover el espejo. Volvió a golpear con más vigor. – ¡LOKI! –Gritó con desesperación, ya comenzaba a alterarse de manera alarmante. – Por Odín, Loki, ¿Dónde estás? Dime que estás ahí...sino yo...–Cayó de rodillas al suelo y apoyó su frente en el espejo, cerrando los ojos para calmarse y no entrar en la desesperación. ¿Y si no volvía a ver a Loki? Aquel vago pensamiento lo aterró. Abrió los ojos y comenzó a golpear una y otra y otra vez el espejo hasta que algo llamó su atención. Era un bulto acurrucado bien contra el espejo, estaba tan pegado a éste, que no había podido verlo en un principio, pues sus ojos nunca bajaron al suelo, sino que miraban más allá. Suspiró y su cuerpo se relajó por completo. Había estado a punto de derramar lágrimas como nunca antes en su corta vida lo había hecho. – ¡Que susto me diste! –Decía agarrándose el corazón, – ¡Tonto Loki! –El aludido por fin se removió y levantó la cabeza con una pequeña señal de confusión, hasta que vio la cabellera rubia y los ojos azules de su amigo. Entonces el jötunn sonrió con alegría incorporándose.

–Hola Thor. –Saludó feliz de ver a su Príncipe amigo. Éste, embobado por la cálida sonrisa de Loki, no pudo recriminarle nada, simplemente pudo imitarlo y sonreír con alegría de tenerlo ahí con el, y no haberlo perdido como sus temores lo habían asustado segundos atrás.

–Mira Loki, tengo una sorpresa para ti. –Y diciendo aquello, se hizo a un lado para que el menor pudiera mirar hacia el fondo. El de cabellos negros se pegó al espejo y contempló una enorme alcoba, bien decorada, con un gran lecho, suficientemente grande como para perderse en ella, muebles oscuros y tallados a mano. Más atrás podía ver un ventanal y aún más allá, a través del ventanal, las estrellas. – Ésta es mi habitación. –Dijo –Y a partir de ahora, también será tú habitación. –Le sonrió y Loki se sintió eternamente cálido ante aquellas palabras. –Ahora no hay necesidad de esconderme para hablar contigo, ni tampoco voy a tener que taparte con esta cortina -señaló la tela roja- nunca más. –Loki rio y se sentó como siempre lo hacía. El rubio lo imitó. –Se que no es mucho, pero por favor, esta es también tu habitación, y aunque por ahora no puedas acostarte en mi cama, ni salir por el balcón, algún día lo harás. Y cuando lo hagas, vivirás aquí, conmigo. –Ambos rieron, pero a Loki le dolió el pecho. Ya habían pasado cientos de años, habían crecido un poco más. Thor era todo un adolescente, con una apariencia de 17 o tal vez 18 años, mientras él se veía como un joven de 16. Y en todos esos años, no había encontrado forma alguna de salir, incluso había perdido el interés por intentar. Odiaba frustrarse con cada intento, por ende, ya no intentó más desde la última vez, doscientos años atrás. Y vivir con Thor no era más que un sueño imposible, algo utópico.

El Espejo. [Thorki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora