Capítulo VI

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Lo primero que vio cuando sus ojos sellados se abrieron lentamente lo horrorizo de tal manera que su desesperación provocó temblores en su cuerpo y una sofocante necesidad de tomar aire le hacía imposible respirar con regularidad. Su corazón se aceleró de tal manera que una de sus manos tomó su pecho y presionó para calmar su latir. Se puso de pie con torpeza y giró sobre sus talones en busca de alguna abertura...que resultó ser inexistente a su vista. Se tambaleó y trastabilló hasta la pared más cercana de la cual se contuvo para no caerse apoyando todo su cuerpo y mirando con miedo todo su entorno. No había nada...y eso era lo que más lo asustaba. Sus verdes ojos se transparentaron por lágrimas de desconsuelo. Otra vez, se encontraba encerrado, atrapado, encarcelado. Sus pobres alas que nunca lograron ser libres del todo habían sido cortadas, arrancadas de su espalda vilmente haciéndolo sufrir un profundo dolor. Se dejó caer y se hizo un ovillo, agarrando sus piernas y abrazándolas con fuerza. No quería llorar, no quería estar nuevamente en aquella situación, pero le fui imposible contenerlas, simplemente desobedecieron la orden de quedarse en el lugar y se deslizaron tibias por sus mejillas.

No supo, no quiso saber cuánto tiempo había estado en ese estado, pero su cuerpo le reclamaba adolorido, especialmente en las articulaciones. Con quejidos suprimidos se estiró y le dio movilidad a su cuerpo. Con la manga de la remera se quitó el resto de las lágrimas y al acercar la prenda a su rostro para secarse sintió el inconfundible aroma de Thor, y nuevas ganas de llorar acudieron a él. Esa ropa antiguamente había sido de su rubio amigo y aún perduraba su olor. Y más que nunca extrañó estar a su lado, en la gran cama, entre las sabanas y entre sus largas piernas, con los fuertes brazos rodeándole la cintura, protegiéndolo, queriéndolo. ¿Y Fenrir? ¿Qué había pasado con él? Podría invocarlo, pero no deseaba condenarlo a estar encerrado como lo estaba ahora. Aunque también temía por su vida.

Cargado de ira, frunciendo el ceño y mirando retadoramente el lugar, caminó a paso firme hacia el medio del cuadrado en el que estaba atrapado y con la rabia recorriendo sus venas empezó a atacar las paredes, techo y suelo aleatoriamente, con odio y rencor, con fuerza e insistencia. Y lo hizo hasta quedar exhausto. Sus errantes ataques no habían conseguido nada más que cansarlo. Se sentó agitado y más tranquilo. No había logrado romper nada, pero lo había necesitado...descargarse. Con más atención y paciencia observó su nueva prisión. Un cuadrado perfecto, sin ventanas ni puertas, todo gris y oscuro. Absolutamente vacío. Desolado. Solo él resaltaba en ese lugar. Al mirar hacia todos lados se sintió atrapado en una caja, y todo era tan liso, monótono e igual que no podía calcular donde empezaba la pared y terminaba el suelo. Era grande...hueco y grande. Suspiró y se tiró de espaldas. El techo era igual que el piso. Debía concentrarse, pensar, analizar y luego de todo eso, intentaría escapar y mataría a ese viejo maldito que lo había encerrado. Ya sabía dónde encontrarlo. Y no tendría piedad. Con una cruel sonrisa en sus labios comenzó a idear la forma de hacer desaparecer al Padre de Todo de la forma más dolorosa posible, mientras de sus ojos caían desgarradoras lágrimas...pues ahora comprendía que el desgraciado al que debía matar con sus manos era el padre de Thor.

Mientras, Thor caminaba como gato atrapado, una fiera que no veía salida, con los puños fuertemente apretados y los dientes chirreando. Cuando la puerta de la sala se abrió, se abalanzó de inmediato a la persona que apenas había puesto los pies dentro. El hombre canoso lo detuvo con la mirada cargada de autoridad, y caminó lentamente hacia su trono, en donde se sentó en completo silencio. Thor ya estaba a sus pies, impaciente y agitado, mirándolo con reproche, con miedo, con coraje y diferentes y confusos sentimientos. Pero más que nada con dolor e ira. Cuando se había enterado de que habían encontrado a Loki, y que éste estaba en la sala del Trono con su padre, corrió tan rápido como sus piernas le permitieron, he incluso más rápido. Al llegar e ingresar abruptamente, se encontró con su mejor amigo pequeñito en la grandeza de la sala, no había nadie más que él y su padre. Solo pudo pronunciar su nombre. Y el mundo se les vino a los pies cuando escuchó las silenciosas palabras del menor. Y su mundo se congeló, su odio nació más que nunca y sus ojos se incendiaron al encarar a Odín. Padre de Todo no le prestó ni la más mínima atención, ni cuando gritó toda la catarata de palabras para defender a su querido amigo, ni cuando lo insultó diciendo que no merecía ser Rey. Para su Padre, Thor no estaba ahí. Solo le dirigió la palabra para advertirle que no se moviera de la sala, que el volvería y podrían hablar decentemente. Y con impotencia y rabia, observó sin poder hacer nada como se llevaban a un asustado Loki, que en un momento no paraba de llamarlo a gritos. Cuando las imponentes puertas se cerraron dejándolo solo dentro, los gritos de Loki se detuvieron de golpe y aterrado intentó salir en su auxilio. Pero fue inútil. La puerta estaba sellada y no podía abrirla por más que utilizara todas sus fuerzas. Y desde entonces esperó, esperó a que su padre volviera. Y ahora que lo tenía enfrente, las palabras no salían.

El Espejo. [Thorki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora